Jamás ha renunciado a su ciudad de origen, esa que lo vio nacer. Pocos lo conocen como Edmundo Rodolfo González, él es Mundito González de Cuba, una voz inconfundible del bolero.
¿Por qué Mundito, y no Edmundo Rodolfo?
Tiene su historia bien bonita, de familia, ¿no? Mi padre en Bayamo era Edmundo, y todo el mundo le decía Mundo. Nací yo, y me empezaron a chiquear: Mundito. Y la familia siguió creciendo: me casé con la bayamesa Enith Rosabal, y tuvimos primero una niña y después un varón, que le pusimos Edmundo Rodolfo, también. Entonces pues había que buscarle otro chiqueo, y le decimos Munditín. Pero ahí no ha parado la cosa: Munditín tuvo otro Edmundo, y le decimos Munditico. O sea, que la dinastía de los Edmundos siguió, y ya somos cuatro.
¿Cómo llega la primera propuesta de Mundito para trabajar en CMKX, la emisora radial bayamesa?
Bueno, yo a veces comento que, muchacho uno al fin, porque era uno bien joven, en el año 1963, cantaba en fiestas de 15 con los amigos y amigas, pero nunca en serio, y con la guitarra; estudié guitarra con el profesor Nelio González, de Bayamo, guitarra práctica, y eso me ayudaba a acompañarme con los boleros, las baladas y las canciones de la época, todas las canciones que se escuchaban por la radio.
Entonces tuve la propuesta del entonces Consejo Nacional de Cultura, la Dirección Municipal, porque estaban en busca de valores y de aficionados que quisieran participar en distintos programas de radio y en presentaciones en público. Y yo les dije: “Mira, no, yo soy estudiante, yo no soy cantante aficionado siquiera.”
¿No hubo oposición dentro de la familia para que Mundito cantara?
A mí padre le gustaba mucho la música. De hecho, entonaba muy bien y cantaba muy bien, y le cantó a mi madre en serenatas y todo.
Mundito, sigue pasando el tiempo, la presentación en CMKX, y ya se va haciendo de un nombre en Bayamo y ya es conocido.
Y ya viene en camino el cabaret, que era lo que menos le gustaba a mi viejo.
El cabaret tiene sus características. Actuar en cabaret no es lo mismo que hacerlo en un estudio más íntimo. ¿Cómo se enfrenta el joven Mundito al mundo del cabaret, a la noche, a la bohemia?
No, yo me le fui de las manos a mi familia.
Mi mamá también medio que se oponía, pero mi abuela era muy alcahueta y me adoraba; nada, me apoyaba. En fin, que desde que comenzaron las noches aquellas en el Cuco Bar, en Donato Mármol, bien cerca de mi casa, y en el Magic Club, allá pegado a la iglesia y al parque, y en todos esos sitios, empezamos a hacer como momentos musicales.
Pero ya había en proyecto eso que hoy llaman el cabaret Bayam y, de hecho, en 1964, se estrena el primero en un sitio que era simplemente una barra con aire acondicionado, ahí mismo, frente al hoy hotel Sierra Maestra, en la Carretera Central, saliendo para Santiago de Cuba.
Eso era una barra, y tenía un patio cercado de bambú, y el piso era parte de tierra y parte de cemento, no sé. En ese rinconcito del Holiday Club empezamos a hacer el proyecto del Bayam. Se hizo un concurso para ver quién le ponía el nombre al cabaret, y no recuerdo quién fue el que ganó el concurso, que se le ocurrió ponerle el nombre aborigen de nuestro Bayamo.
Tengo infinidad de fotos del primer Bayam y del bambú aquel, del Holiday.
Es increíble. Yo lo guardo todo. A veces mi mujer dice que yo equivoqué la profesión y que yo debí haber sido periodista. A todo le hago una foto, y quedan los recuerdos ahí.
En Santiago también actúa en cabaret hasta que conoce a dos figuras que lo impulsan para que venga hasta La Habana a seguir desarrollando su música: Adolfo Guzmán y Alberto Vera. ¿Cómo fue el encuentro con estos dos maestros?
Eso fue muy emotivo, porque yo empiezo a cantar en los Festivales del Creador Musical, que ojalá volvieran algún día; eso estimula la creación de los intérpretes y de los autores, por supuesto: concursar y ganar y después venir a La Habana, representando a nuestra provincia, como veníamos.
Hubo oportunidades que me llamaban de Pinar del Río para que defendiera alguna obra en esa provincia, y ganaba y entonces iba al Festival Nacional del Creador, o venía, casi siempre era en La Habana. O miento: se hicieron en La Habana dos y dos en Matanzas, y en Palmar del Junco y otro por allá por Cienfuegos, que creo que fue el primero.
Y los maestros Guzmán y Alberto Vera me decían: “No tienes grabaciones; mira, esa voz no podemos dejar que se pierda. Debes venir a La Habana, hacemos un plan de grabaciones en el ICR.” Y así lo hice: grabé mis cuatro primeros disquitos 45 para las victrolas; en fin, alcancé la última etapa de las victrolas en Cuba.
Grabé para el ICR justamente para pasarme por radio con algunos de los temas, y Guzmán escogió que los seis primeros fueran de los que ganaron en los Festivales del Creador Musical. Recuerdo con mucho orgullo y amor, además a un gran amigo, con el que gané cinco años consecutivos, que es Manuel de Jesús Leyva (Coco), Coco Leyva, de la Orquesta Hermanos Avilés y Juanito Márquez, allá en el querido Holguín.
Con Coco gané cinco años consecutivos, hasta que le dijeron: “Coco, no mandes más, son muchos los premios ya.” (RISAS) No, y después él siguió su cadena, con los Guzmanes; en fin, un gran músico, que ya falleció.
¿Viene a La Habana para trabajar con la idea de mantenerse, o ya viene definitivo a instalarse aquí en la capital?
No, la idea inicial era instalarme en Santiago de Cuba, porque yo estaba trabajando allí fijo, en las producciones musicales de San Pedro del Mar, de Rancho Club, y esos viajes a Bayamo todos los lunes… Se descansaba los lunes nada más y ya el martes de nuevo… Pero, por suerte, no encontré permuta de Bayamo a Santiago, y un buen día me encuentro frente al parque de Bayamo, el Carlos Manuel de Céspedes, a una muchacha que recién terminaba sus estudios en el ISA como Instructora de Arte, o en la ENA, y me dice: ¿Tú no te querías ir para La Habana? Y le dije: “No, me quería no; me quiero, tengo necesidad ya. Además, fui ahora, estuve grabando con Guzmán, hice un tema de Alberto Vera de estreno, y eso me tiene entusiasmado. Y ellos mismos me están diciendo: ‘mira, es aquí el asunto.’” En aquella época era así.
Tenías que venir acá y el desarrollo y todo era aquí. Había televisión acá nada más. En fin…
Y le digo: “¿Por qué me preguntas?” Y me dice: “Yo tengo dos tíos ya viejitos, que ella es bayamesa y él es de acá, pero ella quiere venir para Bayamo, quiere terminar acá. Yo pienso que tu apartamento le podría convenir muy bien a ella, y el que ellos tienen a ti.” Y es donde mismo vivo actualmente, hace ya 40 años.
¿Cómo se enfrenta ese bayamés al mundo de la Capital?
Pudiera decir siempre que entré por una verdadera puerta ancha: seguí grabando, hice discos con la EGREM, y trabajé en los mejores sitios, en las grandes producciones del hotel Riviera, del cabaret Parisién. Y algo que me llamó siempre la atención fue el feeling.
Te darás cuenta de que hago mucho la canción de José Antonio Méndez, de César Portillo, de Ángel Díaz, de Marta Valdés. Esa canción un poco difícil, la misma canción de Guzmán, es lo que siempre me llamó. Y lo hacía allá en mi programa, en mi emisora CMKX.
¿Cuántos boleros ha cantado Mundito González?
Bueno, estoy haciendo ahora… Eso es cogiendo recorte, como decimos los orientales, de Elena Burke, ella tenía unas cinco o seis agendas gordísimas, porque decía: “Yo tengo que empezar a escribir las letras porque, en un momento dado, se me puede olvidar una palabra, una frase.” Y eso lo estoy haciendo, voy por 1 211 hasta hoy.
¡Mil doscientos once boleros!
Pero hasta hoy, canto cualquiera de esos boleros y miro las agendas, pero para recordarlos y que no se me olviden tantos bolerazos de oro que existen, tanto cubanos como mexicanos, puertorriqueños, en fin.
Me decía que le gusta también mucho la música latinoamericana…
Sí, me gustó siempre.
¿Principales autores?
Mira, Chabuca Granda, de Perú, la admiro yo pienso que desde el primer día que canté y canto La flor de la canela, en mis cincuenta años, yo diría a veces que a diario.
Canto a Matamoros y canto a Hierrezuelo, en fin, que hay que hacer de todo, y recordar los buenos tiempos de esas producciones musicales en los hoteles y en San Pedro del Mar, donde cantabas un chachachá, un bolero mambo y un son.
Revisando parte del archivo fotográfico de Mundito González, pudimos ver que Mundito ha conocido figuras notables dentro del panorama musical latinoamericano. Y resulta interesante saber que se relacionó, por ejemplo, con el gran Tite Curet Alonso, uno de los más grandes compositores…
Yo me he sentido agradecido de poder vincularme a esos personajes.
El maestro Chucho Zarzosa me presentó en México a uno de los cantantes que más he admirado en toda mi vida: Carlos Lico, señor cantor. Tengo yo no sé qué cantidad de discos de Carlos Lico. Esas cosas que hacía él con la voz son en verdad cosas que hay que estudiar porque sencillamente es un fabuloso intérprete. Hay una escuela ahí. Marco Antonio también está en esa liga, y José José, por supuesto.
¿Extraña la época en que vivía en Bayamo?
Sí, muchísimo, porque sé que mi público me admira y me quiere. Salgo en Bayamo, y dice mi esposa y dicen mis hijos, cuando han estado conmigo en Bayamo: “Oye, tú no debiste mudarte de aquí nunca, chico, porque no das dos pasos en esa calle General García y, para llegar al parque, es una hora, compadre, parándote.” Y eso me llena de satisfacción, de orgullo, y me llena mi alma.
También ha sido aplaudido en Panamá, en Perú, en Venezuela, en Ecuador, en Nueva York, en Miami, en Colombia…
En Colombia son muchas las giras y los Festivales de Boleros, que han sido marcados porque venían a Cuba y siguen viniendo los colombianos.
Y ya hoy, mira, celebran cerca de 12, 14, 16 festivales al año en toda Colombia, y los cubanos no podemos faltar nunca.
En Colombia se le editó un disco titulado La voz de oro del bolero en Cuba. Ha aparecido en disímiles producciones de otros artistas, compilaciones; sin embargo, cuando revisamos el catálogo musical de Mundito González nos damos cuenta de que hay muy pocos discos personales, hay una ausencia de discos dedicados a usted exactamente. ¿Le molesta esta idea, le incomoda que en otros lugares sí haya podido editar y en Cuba no?
Todo el mundo se asombra de eso, porque, ¿cómo es posible que llegues a un país como Panamá y se interesen las disqueras por hacerte un disco? Y, de hecho, lo hice. ¿Y llegues a Colombia y Discos Fuentes, que es una de las disqueras más antiguas, por no decir la más antigua de Colombia, tiene 75 años de creada, me haga un CD increíblemente? Y lo monté completo, con el repertorio que escogió el productor, en un mes hicieron los arreglos y en un mes y medio ese disco estaba grabado. O sea, que sí se puede grabar.
¿Cree Mundito que las disqueras apartan un poco, a los intérpretes de este género, y le dan prioridad a otros más actuales, contemporáneos?
Yo pienso que es así.
¿Qué piensa cuando sabe que ha cumplido cincuenta años de carrera artística?
Sigo pensando que es como el primer día.
Cuando ve a un joven interpretar un bolero por la televisión, o lo escucha por la radio, ¿se incomoda, se rasca la cabeza por alguna dificultad que ha escuchado, no le gusta?
Mira, casi siempre, ¿qué pasa? Que en Cuba se ha perdido un poco la labor del repertorista, y uno tuvo la gran suerte de tener a una Isolina Carrillo, que era tajante; a un Luis Carbonell, que era lo máximo en esto de decirte: esto no te va y no cantes esto; te vi cantar en la televisión el otro día algo que quizás te guste mucho a ti, pero no te queda nada bien, quítala del repertorio.
Y entonces era capaz de decirle al sobrino; “Grábame este disco y este y este”, de tres intérpretes diferentes, y regalarme aquellos discos, con señalamiento de cuáles eran los temas que debía cantar de cada uno de esos discos.
Eso se ha perdido mucho. Isolina era igual; Enriqueta Almanza, increíble también. Y así sucesivamente, son muchos los repertoristas y las repertoristas que ha tenido Cuba.
Cualquier cantante, el mejor o el peor, antes iba a eso, a que te dijeran cómo se cantaba esto nota por nota, aunque tú fueras un privilegiado y tuvieras el mejor oído y apreciación del mundo. Pero el consejo sabio, ese nos está faltando.
Lo conocen como “La voz de oro del bolero” en nuestro país. ¿Ese título le agrada?
Me agrada mucho porque así me bautizó Pacho Alonso en el teatro de la CTC Nacional. Estábamos en un gran espectáculo musical cuando aquello que se hacía los sábados siempre en las noches del Amadeo Roldán y del teatro de la CTC.
En una ocasión le dice a Fernando Álvarez: “Esta es nuestra voz de oro”, con aquel hablado peculiar que tenía de santiaguero, y le dice Fernando, que era un jocoso enorme: ¿Y entonces la mía de qué es, compadre, será de cobre o de qué? Dice: Bueno, yo no sé la tuya de qué es, pero la de él es de oro.
Se formó un bonche. Y Elena Burke, muerta de risa, me decía: Ya te bautizaron. Y yo estaba ausente de eso. Ella es la que me hace la anécdota.
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