Música en la danza, espacio tutorial creativo de experimentación


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"Me encantaría que nos transformáramos todos en sonidos.

Después de todo, si originalmente éramos sonidos,

me parece agradable pensar que volveremos a serlo"

Ennio Morricone

 

Es sabido, desde tiempos remotos el cuerpo, la danza y el movimiento asociado al toque, al canto, a la sonoridad, fueron medios que el ser humano utilizó para expresar sentimientos, antojos, emociones, respuestas. A lo largo de la historia, estos modos expresivos adquirieron distintas formas y funciones. De la música y la danza como ritual mágico religioso a ellas como instancia artística, creativa/escénica, ha llovido mucho. Y entretanto, numerosas han sido las disputas que aún hoy se mantienen al admitir que una gran variedad de bailes, toques y cantos conforma la historia cultural en la danza. Y en ella, en esa gran variedad, los retos actuales de la formación en danza que, también en nuestro contexto, demandan ir con los tiempos, sus transformaciones, realidades y demandas en la apertura hacia una red muy diversa de comportamientos, significaciones, saberes y experiencias.

Así, la danza continúa ampliando sus contornos expresivos y sus modos formativos en revisitación de las mejores herencias culturales. La danza ha dejado de ser una manifestación escénica particular, para devolverse expansión de los procesos de hibridación en correspondencia con una nueva sensibilidad discursiva espectacular.

Solo que, existiendo y no como artes del movimiento, ante aquellos “purismos” que ordenaban sus añejas morfologías y anacronismos, ante la ruptura de modelos, escuelas y metodologías, ante la sobreabundancia de puntos de vistas, corresponde actuar con cautela para evitar tomar camino por vereda. Pero, en medio de este contexto tan invadido, ¿qué lugar ocuparía el rol del formador (pedagogo, gestor, promotor, crítico o fabulador coreográfico)?; de ¿qué herramientas valerse cuando el sentido de ser-en-danza, debería dialogar con las nuevas sonoridades, tecnologías y el cansancio temático y musical de lo llevado y traído?

Y es que todavía, en medio de un paradigma en construcción, al centro de las tensiones de la teoría e historia de las artes y la pérdida de su sentido progresivo, frente a tantos modos de enunciación en la danza hoy, es apremiante trasegar las arcaicas y desactualizadas aproximaciones que rondan la creación coreográfica y sus modulaciones acólitas: didáctica, teoría, crítica, historia, promoción, gestión, etc. Es ocupación de los currículos formativos de nuestras escuelas y sistemas de enseñanzas, la instrumentación de mecanismos operativos para entender cuánto pueden música y danza como instancias de pensamiento parecerse cada día más a lo mejor de lo hecho y de aquello que se nos viene.

En ese orden, el taller de canto y percusión tejido como “Laboratorio de Música para la Danza” que por estos días se desarrolla en la Facultad Arte Danzario de la Universidad de las Artes, se sustenta en el objetivo de aprender a descodificar la música aplicada a la danza. Concebido como espacio de acción/pensamiento teórico-práctico en estrategia discursiva para la formación (investigación, pedagogía, creación, interpretación y análisis) en danza, pertinentes son los itinerarios que recorre el taller. Ejercitarse mediante el solfeo y la teoría, la escritura, lectura y entonación de la notación musical, favorece el acercamiento al vocabulario técnico de la música, a la identificación auditiva de los recursos musicales/compositivos que están presentes en cada género músico danzario. Recursos que desarrollan habilidades vocales y el oído coral, para los cantos y coros; al tiempo que ritmo y coordinación (tan caros a la danza), estimulan capacidades de observación crítica para su concreción en la praxis dancística.

Los porqués de la importancia de la teoría musical en su aplicabilidad a la danza, a la composición y el análisis coreográfico, se devela ineludiblemente desde el espacio escénico, sus valores físicos y posibilidades ficcionales que entre sonoridad y baile se cuecen. Los dispositivos escénicos como planos o niveles dramatúrgicos en la construcción de la obra de danza, y el valor de los lenguajes plásticos y visuales, tocantes y sonantes de la escena, van revelando sus pormenores como espacio esencial de significaciones.

El Laboratorio de Música para la Danza, a modo de espacio articulante entre teoría y práctica musical y dancística, a fin de extender y profundizar los saberes más diversos para ponerlos en funcionamiento desde un análisis integrador, emplea conceptos teóricos/prácticos como herramientas para desarrollar capacidades en diferentes áreas: didáctica de los procesos creativos, interpretación, coreografía, crítica y análisis, etc., fundamentales en el estudio de los elementos que intervienen en el quehacer formativo, investigativo y creativo de la Danza.

Ya se sabe, la escena ha cambiado y, con ella, el uso de sus habituales dispositivos de construcción y enunciación espectacular. Por ello, desde la formación académica, es primordial ir trazando líneas de acción que posibiliten el diálogo sistemático entre estudiantes y la práctica profesional de la danza. El presente taller sitúa como eje axial de intervención las nociones operativas que lo musical y lo danzario estimulan en la apreciación y ejecutoria coreográfica a partir de las diferentes escuelas, períodos, estilos y poéticas asentadas en la Historia de la Danza Universal y Cubana, con marcado énfasis en la práctica popular, tradicional y folklórica.

Un equipo docente liderado por la maestra Elizabeth Marrero Ramos con el acompañamiento de una pléyade distinguida de artistas de la danza y la música, delinean en las relaciones música/danza/lenguaje la estructuración movilizadora de la acción como pensamiento oportuno que revisa las vigencias en la tradición Occidental, también en zonas y niveles de estructuración discursiva venida de prácticas músico-danzarias de otras latitudes. La innegable especificidad del binomio música/danza, del lenguaje resultante de sus cruces, negaciones, mezclas, ratifican la factibilidad contenida en las “nuevas formas” de pensar la danza a través de la música donde se apuesta por la multiplicidad de capacidades, de alianzas, de porfías. Esas que, en sí mismas, impulsan una noción posible y oportuna para la formación en danza, en los modos “oficiales” y “alternativos” de concebir el currículum general y propio de las escuelas, las academias y los talleres de formación vocacional comunitaria. Urge que dicho binomio se torne laboratorio y espacio tutorial creativo de experimentación, siempre.  


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