Nerys Pupo es una auténtica cubana. No sé, al uno ver por primera vez a esta mujer alegre, afable y hermosa, de amplia sonrisa para los miles de niños que la siguen y persiguen por el valor de sus libros, se siente de inmediato ante una madraza de esas que siempre está presta a repartir dulces, besos y cuentos agradables a cuanto infante se cruza en su camino. Sabía de su popularidad con la serie Vamos a… de la Editorial de la Mujer, pero nunca imaginé que algún día pudiera ser testigo directo de ese éxito y eso ocurrió recientemente cuando presentamos juntos Las aventuras del Ratón Pérez, hermoso volumen de cuentos, leyendas, adivinanzas, poemas y trabalenguas que ambos recopilamos durante algo más de un año, para dar otra imagen del roedor tan vapuleado en la literatura universal. De hecho, a partir de esta obra y con la creación de unos simpáticos personajes mitad cucaracha mitad ratón, Nerys se ha propuesto contar la saga de una familia. Periodista de oficio, investigadora de profesión, madre y abuela por derecho propio, Nerys guarda con celo una hermosa muestra del quehacer de nuestro amigo común el pintor Juan Vicente Rodríguez Bonachea, quien no pudo disfrutar de la acogida que tuvieron sus ratones en un memorable Sábado del libro. Siempre inmersa en un nuevo proyecto, buscando como una hormiguita, esta laboriosa creadora nos ofrece sus razones y motivos para dirigirse al público lector que desde hace mucho, la tiene cautiva…
¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?
Para mí la literatura tiene diferentes expresiones y una de estas es la dirigida a la infancia, aunque Eliseo Diego y otros autores piensan que es una construcción artificialmente elaborada para satisfacer una inquietud de los adultos. De alguna manera comparto ese criterio y en lo que escribo para los pequeños también pienso en la infancia de los adultos, por ser ellos trasmisores fundamentales. Por otra parte, es enriquecedor ofrecerle al adulto la literatura olvidada, la nueva o aquellas a las que no tuvieron acceso para que compartan con los niños, de otro modo podrían privarse del disfrute conjunto y hasta de nuevos conocimientos.
¿Qué piensas de la infancia?
La edad del juego, del asombro, del descubrimiento y de la de mayor alegría.
En tu concepto ¿los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?
Pienso que hoy los niños no leen lo suficiente porque tampoco lo hacen los padres ni los maestros, no creo que en las escuelas funcionen activamente las bibliotecas, ni se fomenten los clubes de lectura. Recordemos que son los adultos quienes inicialmente leen para los niños. En la medida que los pequeños avanzan en la vida, van adquiriendo determinados hábitos solo si los adultos en casa y en su entorno fueron capaces de inculcarlos. Es importante sostener el empeño, pues la lectura es contagiosa y si no se consolida hay regresiones y pérdidas en ese sentido. Creo que algunas personas compran libros para guardar, conservar y no para leer y no me refiero a los de consulta, que necesariamente tienen esa función.
¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?
El tono del asombro, de la realidad imaginada.
¿Eres tú parecida a alguno de los personajes de tu obra?
Claro que sí, casi siempre en alguna medida aparece la personalidad del autor en su obra, aunque sean destellos.
¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?
El que el que se ocupe en primer lugar de su propia cultura, su idiosincrasia sin dejar a un lado todo lo que el universo le ofrece; el que se detenga a pensar en las necesidades espirituales de cada momento de la infancia y trate de satisfacerlas. El niño ha de ser visible en cada momento, no ignorar sus deseos, sus inquietudes que siempre son sabias.
¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?
Me afano y trabajo. Mi pauta es Martí, lo leo, trato de analizarlo cuanto puedo y trato de seguir sus consejos. Él decía a su amigo Manuel Mercado en 1886: “…tengo en el pensamiento de hacerme editor de libros baratos y útiles, de educación y materias que la ayuden, cuyos libros pueden hacerse aquí en armonía con la naturaleza y necesidades de nuestros pueblos”. Esa armonía con la naturaleza y necesidades de nuestros pueblos para mí es fundamental en lo que hago. También me han interesado muchísimo las indagaciones y sugerencias de Fernando Ortiz, Carpentier y Emilio Roig en cuanto a cómo enfocar y seleccionar los temas.
¿Cuáles fueron tus lecturas de niñ@?
Mi primera niñez (hasta los ocho años) transcurrió en el campo. Por entonces, sin luz eléctrica, pero con el embrujo del atardecer y la oscuridad, los temas que pudiéramos relacionar con la lectura fueron las historias locales, los cuentos de anocheceres y los inventados por nosotros mismos. Después, ya en la escuela, comencé a escuchar cuentos tradicionales, más tarde a leer clásicos de la infancia y la juventud, recuerdo con cariño a Herminio Almendros, a Eliseo Diego, a Ballagas y especialmente a La Edad de Oro; también, la lectura completa de un libro, La cuarta altura, de una autora rusa.
¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura infantil de tu país?
Como una necesidad, como el recuerdo de los adultos que puede trasmitirse a la niñez; como humilde granito de arena para mover mentes, análisis y disfrute.
¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?
Novedad, sinceridad, mesura.
¿Podrías opinar de la relación autor-editor?
Me parece enriquecedor cuando un autor realiza la labor de edición; pero cuando se es autoeditor, la faena se torna algo más complicada y siempre se termina insatisfecho.
Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?
Sé que cuando miro a mi alrededor, o voy a una biblioteca, a una librería, a mis recuerdos, estos diez libros que ahora te relaciono se trasladan de lugar, algunos se cambian por otros y hasta me puede sorprender con lo insólito de haber incluido uno u otro título. Pero bueno, serían llevados conmigo los siguientes: La Edad de Oro, de José Martí (si cupiera, algunas carta, sus apuntes y algún que otro tomo); Soñar despierto, Eliseo Diego; Una cubanita que nació con el siglo, Renée Méndez Capote; Cronista en tres épocas, Nicolás Guillén; Corazón, Edmundo de Amicis; El Quijote, de Cervantes; La comedia humana de Balzac (cualesquiera de sus títulos) y Cuentos, de Chejov; Poesía, Dulce María Loynaz y Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez.
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