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Noel Castillo: Lo edificante vale y debe ser cultivado


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Aunque mis encuentros con Noel Castillo (1) han sido más que esporádicos, es de esos autores que más admiro tan solo por dos libros suyos que leí. A veces no hace falta más. Recuerdo que le conocí mientras compartíamos hotel con José Manuel Espino en el Guanímar, a orillas de la costa matancera. Allí Noel juró solemnemente haberme conocido hacía ya muchos años… en un encuentro de LIJ en Sancti Spíritus. En su recuerdo yo había llegado desde algún remoto lugar, todo de mezclilla y a él se le antojó estar en presencia del príncipe azul de los cuentos de cualquier princesa, por mi cabello negro y lacio al viento, mi cara de ausencia infinita del mundo y mi aire de distracción para mirar a través de la gente sin verla. Como se trata de una imagen edificante de uno mismo, acepto que sí, nuestros pasos se deben haber cruzado entonces, pero como príncipe ajeno al fin y al cabo, en aquella ocasión yo me perdí de tratar a uno de los autores más interesantes de la LIJ cubana, repito, tan solo por dos libros que le acreditan un lugar de respeto en nuestras letras para la infancia: Sofía de Agabama y Heptalón para princesas  —esta última, Premio la Edad de Oro en una edición en que Noel juró ganarle al multipremiado Espino si se presentaba. Si tuviera que definirlo literariamente, diría que posee el poder fabulador de un Arnaldo Muñoz Viquillón, la chipa de humor y absurdo de un Albertico Yáñez, el lirismo de un Nelson Simón, la ternura de una Nersys Felipe, el compromiso con la infancia de una Teresa Cárdenas y la gracia de una Ivette Vian…

¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Literatura para personas?  o simplemente ¿una LITERATURA?

La literatura para todas las edades sería la idónea, pero es la más difícil de lograr. A El principito le han querido endilgar esa supracategoría, pero se trata de una superchería de los adultos: es aburrida y cargante para niños menores de 10 años. Pippa Mediaslargas sí lo es y Corazón y La isla del Tesoro. Nadie puede negar ya el hecho de que hay literaturas para subgrupos etáreos… y sociales también, todo se ha atomizado con el devenir editorial y el sentido histórico de los géneros. A todo autor le gustaría decir que la suya es LITERATURA de la buena y ya… pero en este siglo de la decadencia, la desubicación y la locura, ello no es más que un sueño.

¿Qué piensas de la infancia?

Inefable, expansiva, mágica, determinante, raigal, ígnea.

En tu concepto ¿leen l@s niñ@s hoy día más o menos que antes?

Leen igual, creo. Ni más ni menos que en mi niñez. Al menos en Cuba. Hay tan pocas PC para echarles la culpa de la supuesta idiotización por no leer que me parecería pedestre el hacerlo. Un libro, el objeto libro siempre ha tenido y tendrá el sentido de adivinación para un niño (¡Dios mío, qué bello poseer un libro, tenerlo!) Además: no es lo mismo que tu padre te compre un libro a que tú te lo leas. Eso nunca ha sido medible. De que se venden, se venden…

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?

Cualquier tono, siempre y cuando atrape y enaltezca, siempre que resulte verosímil y orgánica esa cuerda tonal. Yo como lector niño agradecía la sinceridad del tono, ya fuese patético, desgarrador, descacharrante, grandilocuente… había en mí (lector-niño como miles) la seguridad de que ESE Y NO OTRO era el tono para cada historia y detrás de ese efecto en mí logrado, había un escritor avisado y avezado en su sapiente elección del tono.

¿Eres tú parecid@ a alguno de los personajes de tu obra?

Sí, a muchos. Todo yo está/estoy desparramado en esas pocas páginas: uno siempre escribe de lo que sabe, uno siempre plasma —quiéralo o no— lo que es o su máscara.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?

No concibo a un autor para niños, no concibo a ningún autor… concibo la entelequia o el sujeto lírico que me debe engatusar. Los autores, una vez conocidos, resultan muy decepcionantes.

¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Dice un amigo mío que imito a Will Cuppy, por lo de las notas al pie. Si hay más influencias no sé, quizás por latinón in extremis que soy se me salga algo de los realistas mágicos y del neorromanticismo.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?

Visto desde esta adultez, todas las imaginables. Hasta quinto grado fueron, salvo excepciones y accidentes, las canónicas y elementales, pero ya a los 10 años me topé con la Christie y no hubo más remedio. Nunca leí a Salgari, ni a Verne (simplemente no me interesaban) y el dúo Huckleberry Finn/Tom Sawyer me provocaba desazón y algo de náuseas. La ciencia ficción siempre me pareció empalagosa. Entre las lecturas accidentales e inapropiadas estuvo en 4to grado el cuento “Casa de muñecas” de la Katherine Mansfield que me tropecé en una revista Mujeres… fue devastador, me traumó por completo la crueldad infantil. También leí una vez una novela supererótica y melosa (¡ambas cualidades poseía!): Fuiste mi obsesión que me produjo saltos en el estómago y una especie de febrícola. Una vez husmeé —tendría nueve años— en un libelo pornográfico prerrevolucionario de la peor calaña. Ah y leía muchos, muchos libros de Geografía… me encantan todavía.

¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura infantil de tu país?

Es apenas notable, y no solo por la cantidad (dos simples propuestas, dos novelas… muy afortunadas, eso sí). Supongo que soy un grano —muy, muy pequeño— de arena en esa playa espinosa y superpoblada. Soy un autor desconocido, huidizo y poco peligroso para quienes la urden y uno más —ojalá que de los divertidos; quiera Dios que de los que dejan buen sabor de boca—, para quienes la leen.

¿Qué atributos morales debe portar consigo un buen libro infantil?

La certeza de que hay algo bello en derredor, de que borbotea oculta la bondad, de que lo edificante vale y debe ser cultivado, de que el bien TIENE que vencer al mal… de que ese atado de cualidades es difícil de encontrar pero pervive y así será por los siglos de los siglos… ab aeternum.

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

No he tenido experiencias “contables” al respecto, ni para bien, ni para mal. Supongo que, en cuanto a mis libros se refiere, cada uno ha hecho lo suyo. Soy un “autor obediente” y quienes me han editado han sido amables y comprensivos. Yo mismo soy, de cierta forma (aunque por vago no terminé la Tesis de mi Maestría en Estudios Lingüístico-Editoriales Hispánicos), editor. Hacen falta los editores. En esa balanza, para mí, siempre serán peores personas (cette dire: los más pesados) los autores.

Si tuvieras que salvar diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

Pues Autobiografía, Agatha Christie; Sonetos, William Shakespeare; Cuentos completos, Onelio Jorge Cardoso; Bomarzo, Miguel Mujica Laínez; Poemas, Emily Dickinson; Poesía completa, Carilda Oliver; Decadencia y caída de casi todo el mundo, Will Cuppy; Historia sexual y humana del rey Enrique IV, Enrique Marañón; Los Habsburgo, Dorothy Gies y  la Geografía Larousse (son tres tomos, pero bueno…). No escogería ninguno de los míos… y no solo porque no se debe malgastar el poco espacio, sino también porque todo lo por mí escrito alguna vez, me lo llevaría dentro, conmigo, en el maravilloso disco duro con el que la naturaleza me dotó, y saldría a relucir, de ser necesario, de nuevo igual… si estos otros diez libros me acompañaran siempre. Con ellos me es suficiente para interpretar la vida.

Nota

(1) Nacido en Santa Clara, el 14 de abril de 1968. Escritor. Ha publicado: Dónde estará Celeste Kindelán (cuento, Editorial Abril, 2000); El pecho de los ángeles (poesía, Reina del Mar Editores, 2002); Sofía de Agabama (novela para jóvenes, Editorial Mecenas, 2005-Ediciones Capiro, 2010); Skating (Poesía, Ediciones Sed de Belleza, 2007); Heptalón para princesas (novela infanto-juvenil, Editorial Gente Nueva, 2011); Queredlas cual las hacéis (co-antólogo y prologuista, poesía, Editorial Abril, 2007) y Los parques. Jóvenes poetas cubanos (co-antólogo y prologuista, poesía, Editorial Mecenas, 2002). Recibió los premios: Memoria Nuestra, ensayo, 1998; Décimas al amor, décima, 1998; Calendario, cuento, 1999; Dador, premio-beca del ICL, cuento, 2002; Fundación de Fernandina de Jagua, infanto-juvenil, 2004; El girasol sediento, beca, 2004; La Rosa Blanca, infanto-juvenil, 2005; América Bobia, poesía, 2006 y La Edad de Oro, novela, 2010.

 


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