Nosotros, fuga de lo híbrido


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Fotos: ©Yuris Nórido

Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,

pide que tu camino sea largo,

rico en experiencias, en conocimiento

 

Kavafis

Aquel privilegio exclusivo que tuviera la danza más ortodoxa de volverse revelación del cuerpo tecnificado, hoy nos deja saber que somos cuerpos de un nosotros íntegro. Cuerpos culturalmente mediados, transidos, constituidos, pletóricos, bailantes y parlantes. Si bien, la modernidad de la danza ensayó y se interrogó desde la multiplicidad de sus cuerpos, hoy la investigación y escritura coreográficas logran avanzar hacia prácticas con cuerpos mutantes, híbridos y en fuga. Con esto no quiero decir, más allá de mis deseos y preferencias, que la danza haya renunciado al cuerpo móvil complejo de fisicalidad extrema, sino que, aun así, sabe cómo dejar ver que es en el cuerpo y su carne donde subsiste la dimensión poética de la coreografía.

Y con ese candor quiero saborear el reciente debut de la compañía Acosta Danza Yunior en el habanero Teatro Martí. En lo coreografiado más allá del cuerpo y del espacio, más allá de lo iluminado y lo sonorizado, incluso, más allá del compendio grupal de la entrega; la dimensión poética de lo vivido está en la vocación de Carlos Acosta y su eficiente equipo colaborador en seguir fundando contra vientos y marea. De ahí que lo poético se vuelve campo de resistencia y re-existencia de lo escénico, del valor aportativo de sus gentes al presente. También, de la voluntad salvífica de hacer de la resistencia un cuerpo capaz para moldear otras realidades donde lo performativo, aun siendo el núcleo de la escena, sorprende en lo arredomado de las prácticas sensibles formativas y creativas que se generan en Acosta Danza, cuyo foco de atención se posa sobre el espacio, el tiempo, el movimiento, la percepción y el entorno para incidir sobre el nosotros.

Acosta Danza Yunior, al decir de Carlos, sus protagonistas vienen a comerse el mundo y esa energía, esa frescura, es la que se quiere conseguir, haciendo que Cuba sea el escenario de las presentaciones y ponerlas en juego a través de la inspiración de jóvenes coreógrafos, artistas visuales, músicos, diseñadores de la isla y otros países. Carlos sabe que todo será posible “si trabajamos con el objetivo puesto en la calidad y la belleza”. Palabras estas de rigor cuando se erigen nuevas apuestas fundacionales en un tejido con probadas divergencias cualitativas en términos de eficiencia coreográfica.

Si bien para su director general, el nuevo proyecto no será una compañía espejo de Acosta Danza, su “hermana mayor”, no puedo dejar de hacerme preguntas similares a las que me hiciera al paso de los primeros cinco años del debut de Acosta Danza ante el público cubano e internacional ¿Cómo, desde esta isla nuestra apresada por la sujeción de sus aguas, puede la danza desbordar los límites de su propio lenguaje hacia nuevos territorios expresivos y de intercambios? ¿Cómo articular una cartografía “del adentro” (la poética que ha desarrollado Acosta Danza, su mixtura de técnicas y modos de ser tan variados) para expandirse hacia “el afuera” (entendiéndolo ahora como el “espacio en que iniciarán las carreras profesionales muchos artistas que adornarán la escena en las próximas décadas, un lugar para crecer, superar, para experimentar y madurar), bajo el mismo techo?

A pesar de alguna mirada esquiva, Acosta Danza: la compañía, el Grupo Artístico Docente asociado y ahora Acosta Danza Yunior, viene marcando una ruta efectiva de distinción en el panorama escénico cubano. Sí, la huella del Carlos danseur de excelencia y talla mundial pesa para bien, aunque no deja de ser un desafío permanente para él y para quienes acompañan sus proyectos crecientes. Con todo y más, la actual aventura de forjar un repertorio particular para la nueva agrupación implica negociaciones poéticas y fácticas, contractuales y laborales, de rejuego con los recursos humanos y materiales. Hecho que, por igual, demanda transacciones generosas para lograr permanencias y desarrollo progresivo del trabajo formativo y creativo, en lo artístico, lo productivo y en la gestión cultural.

Obra Fuga. Coreografía de Susana Pous 

Foto: Yuris Nórido

El programa (Green Shoots) concebido para el lanzamiento de Acosta Danza Yunior, trazó una estrategia curatorial comedida. En calidad de reestrenos estuvo Híbrido, de Thais Suárez y Norge Cedeño, y Nosotros, de Beatriz García y Raúl Reinoso; mientras que la coreógrafa Susana Pous estrenó Fuga. Más allá de cualquier análisis u observación particular sobre algunas de las piezas de la velada, me interesa ponderar el asunto antes enunciado de la dimensión poética de la coreografía. Y lo digo de modo general, a manera de conglomerado específico del lenguaje propiamente dancístico puesto en juego: cualidad de presencia y trasfiguración de la técnica, a partir del entretejido de dinámicas, flujos, equilibrios, contratiempo, uso del espacio y temporalidad, rol activo del cuerpo y sus grafías expresivas, etc.

Hay en las obras vistas, en el entramado de frases, secuencias, trayectorias corporales y espaciales, un evidente proceso creativo que reposiciona la voz autoral coreográfica en sus relaciones con los vivaces cuerpos danzantes de Acosta Danza Yunior. Me explico, con anterioridad nos hemos acercado a la decodificación que las creaciones de Susana, de Norge/Thais, de Raúl/Betty y lo que pudieran generar en nuestras lecturas sus formas compositivas, se aprecia cierta alternancia entre acción y pensamiento coreográfico (consúltese las Notas al Programa de Green Shoots), algunas muy viscerales e impulsivas y otras en las que la coreografía (consecuente o instintivamente), acomodan las distintas franjas del trabajo para tomar cierta distancia emocional con la obra y su proceso. En ese sentido, Susana explica a través del danzar mismo que su Fuga, en tanto “vértigo del vacío”, recrea un ámbito reducido y circunscribe el movimiento a unos límites precisos para amplificar la metáfora que puede implicar la fuga y la permanencia, el estar y el partir. Y así los diseños de iluminación y sonoridad se sujetan como ideas comunes, en complicidad dramatúrgica muy eficaz.

Nosotros, en esta versión más extendida y con mayor solvencia para la bailarina, Raúl cuenta cómo nació y se transformó el dueto. Hay algo de franqueza coreólogica, nombrando con propiedad, al ser una danza diseñada para corporalidades específicas la obra fue reubicando su campo formal para otorgar nuevas asociaciones temáticas y narrativas al transponer el material coreografiado. La pieza confirma su exquisita factura y la claridad figurativa de su andamiaje de líneas, cortes, levantadas y cópulas. Vuelve aquí la música de Pepe Gavilondo, desde una sonoridad nada enrarecida en sintonía escritural, medida y seductora. La ubicación del dúo como bisagra entre la Fuga de Susana y el Híbrido de Thais/Norge dentro del programa de la función, también acciona sobre el desbordamiento de lo que podemos demandar a esta joven compañía. Cómo, el día a día de la danza espolea a los programas formativos/creativos hacia el ajuste constante que mantenga viva la relación directa entre formación y profesión. Desde el diseño de los criterios de acceso a la enseñanza especializada hasta la definición de los objetivos de desarrollo personales dentro de una agrupación, todo pasa por conocer la escena actual, el estatus de sus procesos de creación y sus códigos de valoración; instancias que para Acosta Danza parecen estar muy claras.

Obra "Nosotros", coreografía de Beatriz García y Raúl Reinoso

Fotografía: Yuris Nórido

Entonces viene Híbrido como cierre del programa. Una suerte de totalidad expresiva del todo, de aquello que no puede escapar de lo que pudiera contener la escena en su inmensidad. Más allá de las pretensiones e ideas que maneja la coreografía, de los supuestos puestos en acción, de los diseños visuales y sonoridad, del trabajo de interpretación grupal y parcial de bailarinas y bailarines, incluso, fuera del “universo donde lo real y lo irreal desdibujan sus límites para alcanzar nuestras quimeras”; hacia nuevas estaciones, estimo que podría Híbrido no “agotar el ámbito de lo posible”. Sí, de lo posible que esquiva ser imposibilidad en la escritura real del acontecer, de las mezclas, de lo liminal y heterogéneo de todo lo que somos.

Obra "Híbrido", coreografía de Thais Suárez y Norge Cedeño

Fotografía: Yuris Nórido

Dichosos estos nuevos cuerpos que Acosta Danza (Yunior) ahora muestra y comparte ante nuestras demandas fuera (y dentro) de toda reproductividad y eficacia corporal para apostar por un danzar que se torna relación con el mundo, útil de saber, de poder, de pensamiento y expresión. La irrupción de este conjunto de experiencias coreográficas del programa inaugural, no solo disipa las fronteras entre los modos de componer y el sentido de respuestas de los intérpretes, sino que fue más lejos, al situar los cuerpos como centro de debate fuera del espacio de control y de reproducción social en resistencia y transformación. Quizás como un “nosotros en fuga de lo híbrido”, allí donde las distinciones estructurantes de lo coreografiado y su experiencia del hacer y pensar, de investigar y crear, en el arte y en la vida misma, acercan los caminos hacia el lector-espectador.

¡Enhorabuena Acosta Danza Yunior, la suerte está echada! Como buenos danzantes apostemos por la perdurabilidad del paso y, como Odiseo, tengamos “...siempre a Ítaca en la memoria. / Llegar allí es tu meta. / Mas no apresures el viaje. / Mejor que se extienda largos años; / y en tu vejez arribes a la isla / con cuanto hayas ganado en el camino ...Green Shoots supo hablar de la Isla y su peso y, también, del peso de una isla que no dejará de regresar sobre las claves que distinguen su manía de fundar y refundar, pues somos un nosotros total, tal vez como fuga de lo híbrido.

 

 

 

 


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