Notas sobre la muerte gloriosa de dos generales negros: Guillermón Moncada y Flor Crombet (1895)


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No temáis una muerte gloriosa

Que morir por la Patria

Es vivir

(Última estrofa del Himno Nacional de Cuba)

 

Todavía hoy, los cubanos y cubanas tenemos que luchar día a día por nuestra Patria, por consolidar su independencia y soberanía total, contra los poderosos enemigos externos que nos desprecian y calumnian, que desearían recolonizarnos y, así,  borrar la historia verdadera de más de cien años de sacrificios y muertes gloriosas de cubanos y cubanas, a quienes por obligación de gratitud eterna nunca podremos olvidar, por su ejemplo heroico: persistir en dar la vida entera por conquistar el sueño de ¡Cuba libre! Sin pedir a cambio nada  más que el recuerdo y respeto a su memoria.

La muerte gloriosa a que nos exhorta nuestro Himno Nacional,  fue el incentivo más romántico que disfrutaron los cubanos y cubanas del mambisado en el siglo XIX y quienes continuaron sus luchas libertarias.  Hay,  además de gloria, una belleza conmovedora en cada uno o una de los que se arriesgan a todo y mueren batallando sin tregua. Renuncian, llenos de satisfacción y orgullo,  a existir de otro modo que no sea  por el bien de la Patria. 

José Guillermo Moncada (Veranés), “Guillermón”, es ejemplo de sacrificio y muerte gloriosa. Fue combatiente de las tres Guerras, ascendido al grado de general de Brigada del Ejército Libertador desde 1878; mientras que,  el de Mayor General, que ya poseía al morir, se lo otorgó Calixto García Íñiguez en 1889.  

Nació el 25 de junio de 1841 en Santiago de Cuba, su padre Narciso Veranés fue un ex esclavo, negro liberto, que no quiso reconocer a sus hijos,  por lo que llevó en vida el único apellido de su madre negra Dominga Moncada.  Realizó estudios elementales, leer y escribir, además, se hizo carpintero para sobrevivir con pobreza, pero honradamente, en la colonia hispana Isla de Cuba.

Había cumplido 27 años cuando estalló la Guerra de los Diez Años (1868-1878), el 10 de octubre de 1868, en el ingenio La Demajagua,  Manzanillo, relativamente cerca de Santiago de Cuba. Se cuenta que debido a su alta estatura y gran valentía en el combate, sus compañeros de armas le dieron el sobrenombre de “Guillermón”.  Combatió sucesivamente bajo las órdenes de grandes generales: Máximo Gómez Báez, Antonio Maceo Grajales y Calixto García Íñiguez.  Participó en la Protesta de Baraguá, junto al general Antonio Maceo.

El generalísimo Máximo Gómez opinaba de él: «tiene dotes de mando y gran habilidad estratégica». Era reconocido como muy diestro en el manejo del machete frente a expertos espadachines enemigos. Sus ascensos de grado, ganados en numerosas acciones de guerra,  lo elevaron de soldado raso a General de Brigada del Ejército Libertador al final de esa misma guerra. 

 

Su salud se deterioró progresivamente en las prisiones españolas que sufrió con gran estoicismo: en 1880,  al final de la Guerra Chiquita, después de capitular por el Acuerdo de Cifuentes junto al general de Brigada José Maceo, embarcó hacia Jamaica, pero en alta mar, los españoles lo apresaron traicioneramente y fue conducido a Puerto Rico, de donde lo remitieron a España y a las Islas Baleares. En 1886 obtuvo una amnistía y regresó a Santiago de Cuba.

Participó en los preparativos del plan Gómez-Maceo (1884-1886), en sus postrimerías. En 1890 se unió a la fracasada Conspiración Paz del Manganeso (1890).  Estuvo bajo permanente vigilancia de las autoridades españolas debido a sus actividades subversivas; fue preso,  nuevamente,  el 1º de diciembre de 1893. Esta vez lo internaron en el Cuartel Reina Mercedes, en Santiago de Cuba, de donde egresó liberado el 1º de junio de 1893.

Conoce la orden de alzamiento librada por José Martí Pérez para el inicio de la Guerra de Independencia el 24 de febrero de 1895, le da curso a esta para la región oriental y se marcha a la manigua el 22 de febrero, evadiendo su segura detención.  Se mantuvo combatiendo hasta su muerte, a causa de la tuberculosis, ocurrida el 5 de abril de ese año, cuatro días después del arribo de Antonio Maceo Grajales a la desembocadura del río Duaba en Baracoa, a bordo de la goleta Honor.  Con anterioridad, ya había transferido el mando de sus tropas al mayor general Bartolomé Masó.

De este modo, Guillermón fue útil a la liberación de Cuba hasta el último instante de su vida, sacrificada con honor y orgullo ante el ara de la Patria.

Coincidentemente en ese mismo mes y año, el primero de la Guerra de Independencia, cayó en combate el general de Brigada Francisco Adolfo, “Flor”, Crombet Tejeda, el 10 de abril, pocos días después de su arribo a Baracoa a bordo de la goleta “Honor”, comandada por él. La misma que transportó hasta tierra cubana a Antonio y José Maceo y Grajales.

Este heroico mambí, combatiente de las tres guerras independentistas,  había nacido el 17 de septiembre de 1851 en El Cobre, Santiago de Cuba, donde, también, pocos años después,  vio su primera luz el general Agustín Cebreco Sánchez.  Fue mestizo, hijo de un propietario blanco y una esclava negra.  Se crió con sus tíos paternos, y tuvo una buena educación.

Era todavía un adolescente, contaba solamente 17 años, cuando se alistó en el Ejército Libertador al inicio de la Guerra de los Diez Años,  el 20 de noviembre de 1968, bajo las órdenes del coronel Ángel Bárzaga.  Se destacó por su bravura en el combate, a la vez que su buena disciplina y cumplimiento del deber; era estudioso de las ordenanzas y leyes del ejército cubano. 

     Fue ascendido a cabo de segunda por el ataque a “Nueva Málaga”; a cabo de Primera por la toma de “La Dorotea”; a sargento de segunda por el ataque a “La Matilde”; a sargento de primera (22 de julio de1869) por el ataque a “La Aurora”; a alférez por la defensa del campamento de “Gurjiay”; a teniente. por la toma de “Tío Juan”; a capitán, (13 de septiembre de 1869) por la toma de “El Cristal”; a comandante (12 de agosto de 1871) por el combate de “Cafetal de La Indiana” y a teniente coronel (24 de julio de 1872) por el ataque a “Samá”.  (https://www.ecured.cu/Flor_Crombet)

Por sus convicciones patrióticas acompañó a Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá, a pesar de expresar su desacuerdo con la reunión de Maceo y el general español Arsenio Martìnez Campos, pues, estaba prohibido legalmente el contacto con el enemigo.  Después de capitular en 1878, emigró a Nueva York. 

Regresó a Santiago de Cuba en breve,  para colaborar con la organización de la Guerra Chiquita. Fue apresado por las autoridades españolas en marzo de 1879 y desterrado a España. Durante 23 meses estuvo en prisión: logró evadirse y se trasladó a Centroamérica.

Se estableció en Honduras, donde sus conocimientos y prestigio militar le permitieron ocupar dignamente los cargos de comandante general del departamento de “La Paz”, inspector general de cuarteles y secretario del tribunal supremo de guerra y justicia, sucesivamente. A todo ello renunció en 1884,  para dedicarse a los preparativos de una nueva guerra de independencia en Cuba

En 1890 conspiró en el fallido plan de la Paz de Manganeso; fue descubierto y tuvo que emigrar a Costa Rica, donde radicaban, entre otros cubanos, los hermanos Maceo Grajales. Desde allá, apoyó los proyectos de José Martí para traer la guerra necesaria a Cuba. Fue encargado por Martí, en 1895, tras el fracaso del Plan de Fernandina, del traslado de un grupo de importantes revolucionarios cubanos, y llegó en la goleta “Honor” a la costa más oriental de Cuba.

Los insurrectos fueron perseguidos por una guerrilla integrada por indios o naturales de Yateras, y la vida de Flor terminó en pleno combate, en Alto de Palmarito, Baracoa. Todavía no había cumplido 44 años de edad.  Una frase de Martí recuerda a este patriota, en aquel lugar,  donde hoy se alza un obelisco a su memoria:

     ...Flor tiene un noble corazón, un juicio sano y piensa como pienso yo sobre los futuros destinos de Cuba


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