La Feria Internacional del Libro de La Habana se ha convertido en una especie de vivienda capitalina donde Olguita Portuondo Zúñiga recibe, cada año, a sus amigos y colegas que acuden para saludarla, conversar sobre el nuevo libro que presenta u otro en preparación, intercambiar conocimientos, o sencillamente para hablar de mil cosas siempre interesantes.

En el año 2010, en ocasión de que recibiera el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, escribí, entre otras cosas, lo siguiente:

“Todos los que conocemos a Olga Portuondo Zúñiga, especialmente los historiadores, profesores de historia y alumnos que alguna vez lo fueron y sus continuadores, nos alegramos y enorgullecemos de que los valores acumulados por Olguita a través de una vida de trabajo y de entrega incondicional a la ciencia histórica y a la noble profesión del magisterio, le fueran confirmados esta vez, mediante el otorgamiento del Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2010 que acaba de recibir en el ámbito de la Feria Internacional del Libro de La Habana”.

Cinco años después, para especial satisfacción de la comunidad cubana de historiadores, acudimos otra vez a la Sala Nicolás Guillén del recinto ferial en La Cabaña, para acompañarla en el homenaje mayor, cuando la Feria toda, constituida en expresión sublimada del pueblo, le dedica su homenaje.

Y es que merecimientos y gratitudes son expresiones ineludibles ante una historiadora que, asumiendo en la práctica  el concepto de historia adelantado por Fernando Ortiz, en cuanto a que ésta no es una interiorización, sino una energía, consigue, desde una construcción muy bien fundamentada, a la vez que amena y convincente, uno de los objeticos más  difíciles y trascendentes para un historiador: el de conocernos mejor, mediante lo cual  incorporamos un visión y una convicción hacia el futuro, como ella misma ha definido, y se evidencia en sus aproximadamente 30 libros y centenares de artículos, conferencias, clases, oponencias, intervenciones diversas, encuentros informales y otros muchos medios expresivos.

Para Olga Portuondo la historia debe conducir a la formación ética y patriótica de los ciudadanos, en cuya consecución destaca un elemento prioritario que no siempre se tiene en cuenta: ser expresión de los distintos sectores de la sociedad, que refleje y represente a todos, es decir, una historia incluyente, que identifique, tipifique, caracterice y sea demostrativa de una realidad en constante transformación por el accionar de sus habitantes.

Asumir la historia de ese modo, señala Olga, deja atrás la insuficiente manera de verla como una sucesión de hechos, fórmulas, fechas y otros datos que solo provocan la indiferencia y el rechazo, haciendo de ella, cuando menos, un medio para el fortalecimiento de la identidad del cubano, y en ese orden, ponerlo en mejores condiciones de conocer,  preservar , enriquecer y defender esa autoctonía sobre la que se yergue la patria cubana,  nacida de un concepto y una práctica unitarios populares que no han podido ser quebrados a través de  varios  siglos.

La historia es una obra humana y en tanto tal, necesita tener alma, necesita latir en sus matices desde el corazón de todos sus protagonistas. Olguita, al construir la historia desde el alma cubana, regala conocimientos, regala cultura pero, por sobre todo, hace patria.

Olga Portuondo Zúñiga, mujer de aguda inteligencia que a fuerza de mucho trabajo y mucha entrega hace de cada texto un aporte historiográfico, es simultáneamente una persona muy honesta, de una sencillez proverbial, respetuosa de sus colegas, pulcra en sus relaciones humanas, una patriota incondicional, y desde esas perspectivas, afirma su convicción de que no debe temerse a la verdad, porque esta, reconoce, es siempre revolucionaria.

Olguita, gracias por tu vida y por tu obra, por tu consagración, por tu ética revolucionaria, gracias por el enorme privilegio de estar entre tus contemporáneas.