Omar Felipe Mauri Sierra: Vivir lo que se ha escrito junto a ellos


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Maestro devenido escritor o, desde siempre, escritor-poeta capaz de abogar por una vida nueva desde el magisterio de sus letras. Creador inquieto y al tanto de los sentimientos más profundos y menos visibles para el ojo profano. Omar Felipe Mauri Sierra (1) se proyecta desde su patio al mundo con libros que siempre nos hablan de realidades intuidas o soñadas, pero realidades que a todos tocan muy adentro. Su estilo ha ido variando desde un realismo ingenuo en los primeros libros hasta obras de profundo significado ético, humano y espiritual; intertextualidades y alegorías de toda índole. Quizás este diálogo que hoy reproduzco nunca sea capaz de captar el casi diario intercambio epistolar que durante los años 80-90 ambos sostuvimos desde Bejucal a Santa Fe y viceversa, cuando soñábamos con un mundo ideal de obras, autores, ediciones y niños lectores, por supuesto, y pretendíamos escribir a cuatro manos El Ateruto Deconadico, un libro reformador y valiente que todavía debe descansar en esos empolvados y a veces ignotos anaqueles de la memoria, del olvido. Del Mauri que un día conocí todavía queda mucho pese al paso de los años, el roce con el mundo de la cultura o la agitada vida que a todos hoy consume: un sentido proverbial de la justicia, un deseo vehemente de acercarse (y conectar) con el mundo de la infancia, una búsqueda en el desierto de esos valores que sabemos perdidos, pero a los cuales nunca se debe renunciar.

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?

El tono de las historias para niños lo aporta, en muy buena medida, la identidad y la idiosincrasia, y de ello no puede escapar ningún autor. Por eso es visible en nuestra LIJ una línea de humor, gracia, rebeldía y desenfado consustancial con la cubanía. Así esto que aquí denominamos “tono”, significa mucho más: significa rasgo identitario, sentido de pertenencia, escuela de cubanidad. Y si el autor, de modo consciente aprehende y obra en ese “tono” sus historias para niños —como hoy realizan muchos—, la dimensión futura y la profundidad de su creación serán trascendentes a su tiempo y su espacio.

¿Coincides con la idea de que en cada libro hay mucho de su autor? ¿Sucede contigo?

Coincido con el postulado de que cada autor escribe su obra con jirones de su vida aunque no sean exacta y literalmente tal y como los recibimos en el texto. He construido algunos personajes a partir de ciertas vivencias, costumbres o errores que viví o cometí en algún momento. Si en algún personaje se perciben estos jirones autobiográficos es en el narrador de Lunar, una noveleta sobre la vida rural y la amistad de un niño con un caballo; así, es todo un pretexto para hacer transcurrir las transformaciones económicas, productivas y sociales del campo cubano en los años 70 y 80 del pasado siglo. Ese narrador-personaje se me parece mucho, y Lunar existió: era el caballo que la Empresa Cañera le asignó a mi padre para trabajar. Así también la mayoría de los personajes que aparecen también son reales, incluso, hasta con sus propios nombres, lo cual agradecieron en su momento esos amigos que sintieron el privilegio de acompañarme en un libro que contara todo su universo de preocupaciones y anhelos.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niños?

Un paradigma de autor para niños es el José Martí maestro y patriota, padre y laborioso; o el Juan Ramón Jiménez del Platero y yo bajo el brazo subiendo las escalerillas de un barco anclado en medio de la bahía de La Habana y repleto de niños exiliados de la Guerra Civil Española; o un Félix Pita Rodríguez tratándose de entender con los niños vietnamitas para escribir un libro de paz bajo una lluvia de bombas yanquis... Por estos ejemplos —y otros que obvio— comienza mi ideal de autor para niños. No basta con escribir, de alguna manera se debe vivir lo que se ha escrito junto a ellos.

¿Reconoces influencias de autores clásicos o contemporáneos?

Reconozco un numeroso conjunto de influencias que podrían comenzar por Martí y continuar con Carpentier (para mí, Viaje a la semilla, con un lenguaje apropiado a la edad sería un formidable cuento para niños, nacido no de una complicada técnica narrativa sino de un juego infantil); los poetas de la Generación del 98 y el 27 (Machado, Miguel, Juan Ramón, Lorca...), los clásicos del Siglo de Oro español, Cervantes, especialmente, y los maestros cubanos Onelio Jorge Cardoso, Feijóo, Dora Alonso, Luis Felipe Rodríguez; además de muchos poetas como Neruda o Vallejo.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?

Mis lecturas infantiles rondaron a Verne, Martí, Antoine de Saint-Exupèry, Dora Alonso, Martí, Juan Ramón Jiménez, algo de Dumas, y curiosamente, aquella edición primera de Don Quijote que publicó la Imprenta Nacional de Cuba –de la cual no entendí casi nada y que deshecha como un harapo me acompaña todavía. Una casa humilde como la mía, no podía contar más que con un radio de madera, algunas Bohemias viejas y un abuelo tabaquero que conocía al dedillo a Balzac, Zolá, Galdós, Blasco Ibáñez y Cervantes; pero libros, lo que eran libros, en casa no podía haberlos hasta que crecimos juntos la Revolución y yo. Quizá por eso esta indeclinable manía de atesorarlos aún.

En el trance de salvar diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno tuyo?

Si tuviera que salvar diez libros de un naufragio... La pregunta me recuerda algunos momentos de aeropuertos y sobrepeso. Es decir, cuando a punto de coger un avión para regresar a Cuba, me he visto en la necesidad de convencer a la empleada de que llevo sólo libros y nada de pacotilla; libros, libros de mis amigos, libros que me regalan… Y al final la logro convencer, paso con el sobrepeso y llego a casa. Ahora en suelo firme, y ante la misma situación del sobrepeso, te convencería de pasar con Cervantes y Los sueños y la poesía de Quevedo, con todo Martí y Carpentier y Shakespeare del teatro y los sonetos (es decir, todo), con Neruda y Cien años de soledad, Rayuela y cronopios, con unos kilos de más en poetas españoles (Góngora, Santa Teresa, León Felipe, Juan Ramón, Lorca, Machado y Miguel…), El Principito y Ulises de Joyce, algo de Baudelaire, Proust y Maupassant. Y si la empleada se entretiene me acompañarían tantos poetas y prosistas cubanos, de ayer y de hoy, que estoy seguro que llegaría a casa. Con esa compañía no hay nada que temer.

¿Cómo insertas tu obra dentro de la LIJ cubana?

Mi obra es un acto de discreción dentro del panorama de la actual LIJ cubana. Considero que será el futuro quien nos coloque en el lugar que nos corresponde. Simplemente, escribo lo que he considerado oportuno a la infancia de esta hora que navega las mismas contingencias (y a veces peores) que todo nuestro pueblo; atento a nuestras aspiraciones hacia ellos que vienen desde un pasado prenatal y observando las posibilidades de difusión que ofrece el mundo editorial cubano, donde los niños deben ser la prioridad. El resto, el Eclesiastés lo repite como una pedrada a lo largo de su extensa relación, una y otra vez: “Vanidad de vanidades y solamente vanidades”.

¿Qué atributos morales debe portar consigo un buen libro infantil?

A lo largo de la historia los atributos morales de los libros para niños han cambiado de una a otra época. Hoy no podemos desear para nuestros niños cualidades como las del niño-sufrimiento del realismo crítico: resignación, espera, virtud, acatamiento ciego; ni las virtudes robinsonianas sintiendo que cada prójimo es un Viernes buen salvaje. Nuestro mundo exige sabiduría y optimismo terrenal, humanismo y la inconformidad frente a la injusticia, la desigualdad y el dolor. 

¿Qué opinión te merece la palabra mercado?

La relación oferta-demanda que significa el mercado, es en el mundo de hoy, un embuste colosal. Es harto sabido que quienes ofertan (la industria, el mercado) cuentan con mecanismos muy sutiles para crear (y hacer creer) la demanda, de modo que esta surja inequívocamente donde nunca la hubo ni la habrá. Esto sucede también con el libro infantil a escala internacional —y quienes hemos tenido alguna experiencia al respecto lo sabemos muy bien. Cuba vive una situación muy diferente, pero no por ello, satisfactoria. La LIJ no se estimula suficientemente, ni nuestra industria poligráfica es capaz de colmar las expectativas y necesidades que con relación al libro poseen el público infantil, tampoco las estrategias de reedición se encaminan a un beneficiar o remunerar al autor; sin embrago, el libro infantil cubano posee una desconcertante demanda. En materia de mercado cubano del libro infantil se debe meditar, debatir y trabajar mucho aún.

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

He tenido una suerte extraordinaria en la relación con los editores de mis libros. Jamás podría contar vivencias tremebundas de esas que han sufrido algunos colegas. He contado con excelentes y muy sabios editores/as que han hecho que mis textos valgan más y comuniquen mejor. A ellos, desde aquí, mi agradecimiento infinito.

¿Por qué escribir un libro sobre islas?

¿Acaso el hombre actual no vive confinado en islas? Islas de todo tipo: económicas, sociales, culturales, religiosas, sexuales, políticas… No se trata, sin embargo, de un libro de soledades y confinamientos aislados por la mar. Todo lo contrario: en los relatos, viñetas, cuentos y poemas en prosa y verso, se exalta la voluntad de encontrarse y unirse, de integrarse y tender puentes que burlen las distancias y las diferencias. Es un libro de amor y solidaridad centrado en tradiciones del Caribe y “estas islas nuestras” cuya historia demuestra que aquí vino a fundirse el mundo. Son por tanto, islas de integración y no de soledad.

Nota

(1) Nacio en La Habana, en 1959. Algunas obras: Un patio así (1983), Amigos del patio (1984) Lunar (1986), Abuelo de barrio cuenta… (1989), Las monedas del pirata (1990), En el lugar de los cuentos y Vacaciones en Romerillo (1991), La noche del jíbaro (1993), Alguien borra las estrellas, Escaleras al peligro y Operación verano (1994), Las horas perdidas y La bicicleta perdida (1997), Cuentos para no creer (1998) El enigma de los corales y De la mágica cubanía: Charangas de Bejucal (2000), Perfil de la literatura infantil cubana en vísperas de un nuevo siglo, Operación verano y Una botella de sol (2001), Lunar, Cuentos para no dormir, La primera de Cuba; estación de ferrocarril de Bejucal, La isla de los niños (2002), Mi abuelo el pirata (2003) y Un niño en lo real maravilloso: Alejo Carpentier en La Habana (2004).

 


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