Pablo Pérez Cisneros y sus vínculos con la cultura cubana


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A pesar de que estamos en la era de la inmediatez comunicacional, sucede a veces que, alguna noticia que nos concierne, se pierde en el alud diario de informaciones. Acabo de recibir (y no por los medios) la noticia del fallecimiento, el 5 de febrero pasado, de Pablo Pérez Cisneros Barreto, un buen amigo de la cultura cubana y amigo personal, que dedicó buena parte de la recta final de su vida a promover la figura y obra de su padre, Guy Pérez Cisneros Bonnel, en Cuba.

Guy fue el más sobresaliente crítico de arte que tuvo el país antes de 1959 y hasta el presente se le reconoce como uno de los más rigurosos estudiosos de nuestra producción simbólica, promotor también de grandes exposiciones junto a su entrañable Domingo Ravenet y, además, diplomático por años y con representación ante Naciones Unidas (fue uno de los relatores de la primera Declaración de los Derechos del Hombre, documento que defendió en París, en 1948, cuando la III Asamblea General de la ONU). Publicó decenas de textos analíticos sobre artistas y arte cubano en general en diferentes revistas y periódicos de la época. Su nombre, como atestiguaron José Lezama Lima, Enrique Labrador Ruiz y Gastón Baquero, entre otros relevantes intelectuales de entonces, está indisolublemente ligado al desarrollo de las artes visuales del país.

A Pablo lo conocí en noviembre de 1998, vino cargado con la memorabilia de su padre, un acto de responsabilidad ante ese legado. Fue su primer viaje después de décadas de no volver a su patria (se había exiliado en Estados Unidos en 1960). Lo recibí en mi oficina del Consejo Nacional de Artes Plásticas (CNAP), pues acababa de ser nombrado presidente de esa entidad y él, muy ceremonioso, dio lectura a un texto mediante el que oficializaba la donación, a la vez que improvisó algunas ideas. Recuerdo una frase fundamental, “Dono estos documentos para bien de la cultura cubana”. La Dra. Graziella Pogolotti, amiga en la niñez de Pablo, seguidamente expresó palabras de elogio para Guy y agradeció el gesto de Pablo. Hice lo mismo como anfitrión y me comprometí a ayudar a la realización de una edición cubana de Características de la evolución de la pintura en Cuba, la tesis universitaria de Guy, defendida en 1946 y publicada póstumamente en 1959.

La memorabilia la entregaba Pablo para que la revisara y organizara el Museo Nacional de Bellas Artes, primero, y luego se depositara en la Biblioteca Nacional José Martí, a disposición del público interesado. Así se hizo, después de vencer algún que otro contratiempo. Surgió entonces entre nosotros una amistad sincera.

La edición cubana de Características….se publicó finalmente por la Editorial Pueblo y Educación, en el año 2000 (con prólogo del profesor del ISA Ramón Cabrera Salort), con lo que cumplí con la palabra dada. En el ejemplar que me dedicó, escribió Pablo: “Para mi amigo Rafael Acosta, que me ha dado motivos para que se conozca la labor de mi padre”, fechado 6 de abril de 2001. También conseguimos por el CNAP la publicación del libro Las estrategias de un crítico, una antología de textos de Guy Pérez Cisneros, publicado por Letras Cubanas en ese mismo año y que estuvo al cuidado de la profesora Luz Merino Acosta. Realmente en el CNAP asumimos con entusiasmo las acciones para dar relevancia a la vida y obra de Guy Pérez Cisneros y en consecuencia actuamos. Pablo nos invitaba a ello y en la institución nos pareció que era un deber hacerlo.

Pablo volvió, tres años después, en 2002, esta vez acompañando al padre y poeta Ángel Gaztelu. El Consejo Nacional de las Artes Plásticas entregó públicamente a Guy Pérez Cisneros un reconocimiento, de manera honorífica y post mortem, por su obra extraordinaria como crítico y promotor del arte nacional, entrega que se hizo a su hijo Pablo. En esa ocasión, fue muy emotivo para mí (cuando digo muy me quedo corto en la expresión), ser testigo del reencuentro de los viejos amigos sobrevivientes del grupo Orígenes, Gaztelu, Fina García Marruz y Cintio Vitier.

Gaztelu se había marchado de Cuba en la década de los ochenta del siglo pasado y no había regresado más, de manera que hacía casi dos décadas que no se encontraban. Hubo mucha alegría recíproca entre los tres ex origenistas. Pablo estuvo todo el tiempo en esos encuentros, como se aprecia en la foto (aparecen sentados Ángel Gaztelu, de frente a la cámara, igual que el autor de este texto a su izquierda, Cintio Vitier y Fina García Marruz de espaldas, y de pie Pablo Pérez Cisneros). En el Hotel Nacional se produjo la escena fotografiada.

Pocos días después, tuvo lugar el acto de entrega del Premio Guy Pérez Cisneros (a la obra de la vida), que se llevó a cabo en la terraza de la Fundación Ludwig de Cuba, allí asistió la Dra. Graziella Pogolotti y otros críticos y artistas visuales. El decano de la crítica de arte en el país, Juan Sánchez, habló extensamente sobre Guy, su vida y obra (se aprecia en la foto a Juan hablando). Fue un acto de justicia de la cultura cubana. Pablo estaba realmente feliz. El Premio Nacional de Crítica con el nombre de Guy Pérez Cisneros se mantiene activo hasta hoy y ha sido obtenido por destacados críticos de arte cubanos.

Su último viaje a Cuba fue en febrero de 2015, en ocasión del centenario de su padre y se presentó el libro G.P.C. Evolución de la Vanguardia en la crítica de Guy Pérez Cisneros, publicado por la Fundación Arte Cubano, con textos de Alejandro Rodríguez y Beatriz Gago, en el Museo Nacional de Bellas Artes, un bello volumen en formato de libro de arte con numerosas ilustraciones. De sus palabras esa tarde en el Museo cito: “Por ello, hoy me siento orgulloso de estar aquí y de reunirme con ustedes, para aprovechar esta oportunidad y rendirle en su centenario un más que merecido homenaje a Guy Pérez-Cisneros Bonnel, un CUBANO como nosotros, que fue producto de esa cubanía de la que todos nos sentimos portadores, y, al mismo tiempo, fue un significativo contribuyente a su enriquecimiento intelectual; un CUBANO de gran talento, que yo tengo la inmensa fortuna de poder llamar MI PADRE”. El centenario de Guy fue celebrado, además, con la exposición La Ola del Tiempo, también en el Museo Nacional de Bellas Artes, curada por Roberto Cobas y un evento teórico dedicado al gran crítico y promotor. Mis palabras de clausura del mismo evocaron la presencia de Guy en el panorama cultural cubano y reconocieron el gesto de Pablo por darle visibilidad y utilidad al gran legado paterno.

Días después, Pablo entregó al director de la Biblioteca Nacional de Cuba la memorabilia de Guy debidamente procesada por los especialistas del Museo. El director de entonces, Dr. Eduardo Torres Cuevas, recibió personalmente el valioso donativo.

Pablo vivió los años finales de su vida empeñado en activar el nombre de Guy y de ayudar a que su legado se conociese en Cuba, con lo que hizo un sensible aporte a la cultura cubana. Lo hizo muy bien y puesto de acuerdo con las instituciones culturales cubanas. Nuestro agradecimiento por siempre.


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