Compañero Abel Prieto, Ministro de Cultura.
Profesores, estudiantes y trabajadores de las Escuelas Nacionales de Arte,
En primer lugar, quiero agradecer el hecho de que, entre tantos excelentes profesores que ha tenido la Escuela Nacional de Arte, se me haya designado para pronunciar estas palabras.
55 años es un plazo de tiempo considerable; en algunos casos, la vida entera de una persona.
Justamente, un día como hoy, 7 de junio de 1962, con la presencia de Fidel, quedó inaugurado oficialmente el primer curso escolar de la Escuela Nacional de Arte, un centro de estudios de dimensiones y objetivos hasta entonces desconocidos en Cuba.
Unos meses antes, en el verano de 1961, mientras se libraba la Campaña de Alfabetización, Fidel, en su importante discurso ¨Palabras a los intelectuales¨, había anunciado la próxima creación de esta escuela que daría oportunidades a todos los talentos de cualquier parte del país.
Así, en este reparto, donde estuvo el exclusivo “Country Club de La Habana” y que la Revolución denominaría “Cubanacán”, comenzaron las pruebas de aptitud y las primeras clases desde el mes de febrero, cuando comenzó el curso escolar para todo el país.
Éramos muchos menos que hoy, no existían la mayor parte de las edificaciones docentes de nuestros días y todos estábamos en este reparto Cubanacán.
Los albergues se agrupaban en dos zonas: hacía 9na y por 146, hasta donde se encuentra ahora el Palacio de las Convenciones; y el área de los menores, más allá de la calle 21, donde están la Escuela de danza y la Facultad de Arte teatral.
Las pruebas de ingreso y las primeras clases tenían lugar en casas y mansiones del reparto. Algunas fueron rebautizadas por los alumnos y profesores como “El Colonial”, “El sevillano”, “El Cocodrilo”, y la hermosísima réplica de la de la película “Lo que el viento se llevó”, hoy, todas en las áreas de protocolo.
La ENA comenzó con cuatro especialidades: Artes plásticas, Ballet, Música y Teatro. Tres años más tarde iniciaría sus labores la especialidad de Danza.
Aquellos primeros estudiantes, desde niños hasta jóvenes. Tenían varias procedencias: los que se iniciaban en los estudios de arte; los que habían estudiado, de alguna forma, algo en el terreno artístico, y quienes habían sido brigadistas “Conrado Benítez”.
El claustro era verdaderamente de excelencia: me resulta imposible no mencionar entre los primeros maestros a eminencias tan notables como Alicia Alonso, Fernando Alonso, Isaac Nicola, Ramiro Guerra, Enrique Moré, Alicia Perea, Orlando Yánez, Raquel Revuelta, Lordna Burdsall, Elfrida Malerh, Aída Teseiro, Nilo Rodríguez, María Elena Molinet, Roberto Valera, Antonia Eiriz, Graciela Chao, Teresita González, Adigio Benítez, Orestes Urfé, Servando Cabrera Moreno, Vicente Revuelta y mis compañeras del Ballet: Mirtha Plá, Josefina Méndez, Loipa Araujo, Aurora Bosch, Laura Alonso, Elvira Fuentes, María Elena Llorente, Joaquín Vanegas, Adolfo Roval, entre muchos otros.
Un buen grupo de profesores de arte procedentes de Latinoamérica y de la Unión Soviética nos acompañaron en aquellos primeros cursos y al cumplirse este aniversario, no debemos olvidarlos.
No puedo dejar de decir algo. Fueron tiempos muy hermosos. Tiempos de fundación, creación y trabajo.
Luego, tras la fundación del ISA en 1976 y los aumentos lógicos de las matrículas hicieron que la ENA tuviera que desagregarse en las escuelas nacionales que hoy conocemos. La primera escuela en hacerlo fue la de Música, en tanto, por lógica del trabajo, la hicieron las restantes y a ellas se sumó la Escuela Nacional de Circo.
La fragua de generaciones de formidables artistas que ha sido la Escuela Nacional de Arte, la que fuera fundada por Fidel con su larga vista y capacidad de predicción, y que durante todos estos años ha mantenido un elevado espíritu para, en todo tipo de circunstancias, mantener los resultados docentes que la caracterizan.
Esta escuela, a quienes muchos maestros han dedicado sus vidas; la misma cuyos estudiantes marchaban felices a las escuelas en el campo en la Isla de la Juventud; que tuvo el orgullo de ver a jovencitos, todavía matriculados en sus aulas, ganar algunos de los más importantes premios internacionales como lo hicieran el pianista Jorge Luis Prats y el bailarín Carlos Acosta.
No debo olvidar que la Escuela Nacional de Arte fue también la fragua de muchas promociones de maestros y profesionales del arte, que en muchos casos marcharon a provincias apartadas, lejos de sus hogares a satisfacer las necesidades de la enseñanza y apoyar e integrar los grupos artísticos ya formados, y han dedicado sus vidas, por amor, a las artes.
El mérito histórico de esta Escuela fue, que no solo brindó una lección artística, sino también ética, demostró que el arte es elemento de nuestra cultura, y por supuesto, pertenece al pueblo.
Hagamos votos porque siempre viva el espíritu de la Escuela Nacional de Arte, el que nos legara Fidel Castro; el de sus maestros fundadores; el de sus brillantes graduados; el nuestro, que es de esta escuela, una escuela creada por la Revolución cubana.
Muchas gracias.
Deje un comentario