Buenas tardes a todos,
Tarde, vale decir, de un día súper capicúo, que solo será superado doscientos años después, el 22 de febrero de 2222,
Estimados todos,
El Premio Nacional de Artes Plásticas, galardón más alto que concede el sistema de instituciones del ministerio de cultura para la actividad creativa en el ámbito de las artes visuales cubanas, es un reconocimiento que goza de mucho prestigio entre los artistas e instituciones del país. Cuando se repasan los nombres de los premiados desde 1994, en que se otorgó el primero a Raúl Martínez, se aprecia que un grupo notable de creadores lo ha recibido, producto de las decisiones de respetables jurados, integrados mayoritariamente por artistas de reconocimiento.
Siempre, en todos los casos, este acto ha constituido un momento de alegría para el gremio, pues uno de sus integrantes recibe de sus pariguales y de la institución dicho reconocimiento a su vida y trabajo. En la tarde de hoy nos hemos reunido en el Museo Nacional de Bellas Artes para celebrar la entrega del Premio Nacional de Artes Plásticas 2021 a Alberto Lescay Merencio, santiaguero nato y neto, cubano raigal, un artista que convirtió, a partes iguales, la creación y la promoción del arte en la divisa central de su existencia.
Un rápido vistazo a su formación y trayectoria vital demuestra lo que acabo de decir. Lescay se graduó en la Escuela Taller provincial de Artes José Joaquín Tejada de su ciudad, poco después terminó su aprendizaje de escultura en la Escuela Nacional de Arte de La Habana y en 1973 obtuvo el título de Maestro en arquitectura, pintura y grabado, en la prestigiosa Academia Repin, de Leningrado, en la antigua Unión Soviética, con lo que acumuló una sólida formación académica y profesional. El talento y la dedicación pondrían el resto.
De regreso a Cuba, Lescay comenzó una vertiginosa actividad en la que la creación artística, la promoción y el activo compromiso social consumieron la mayor parte de su tiempo vital. Veamos: fundó el Taller de Diseño de Santiago de Cuba, seis años más tarde creó el Taller Cultural de esa misma ciudad, entidad que encabezó por casi una década, posteriormente fue designado presidente de CODEMA provincial y, simultáneamente, comenzó a impartir clases de escultura monumental en la misma escuela en la que se había graduado. Todo esto fue realizado a la par de mantener compromisos gremiales y políticos con la UNEAC santiaguera en la que, gracias a su entrega y prestigio personal, llegó a ser vicepresidente.
Se lanzó entonces Lescay a colocar la pica en Flandes y dirigió el equipo multidisciplinario que gestó el proyecto premiado para la ejecución de la Plaza Antonio Maceo en Santiago de Cuba, hecho que, una vez materializado, lo impulsó a alcanzar mayores logros en su vida artística. Ser el autor principal de ese diseño implicaba una notoria visibilidad en el escenario artístico del país. Cinco años más tarde, concluyó Lescay la realización de la monumental estatua ecuestre del General Antonio Maceo, una pieza en bronce de veintidós metros de altura, que preside dicho conjunto escultórico y que representó un feliz y consagratorio momento inicial en su andadura artística. Una cosa llevó a la otra y del taller de fundición de las piezas de ese conjunto escultórico surgió la génesis de la Fundación Caguayo.
A partir de ese momento, sus obras ocuparon importantes espacios en distintas provincias del país, con lo que Lescay fue sembrando esculturas por todo el territorio nacional. De manera notable, sobresale el conjunto escultórico La loma del cimarrón, en las proximidades de El Cobre, zona histórica de severos enfrentamientos decimonónicos entre ex esclavos cimarrones y fuerzas españolas, considerado el foco de rebeldía esclava más importante de la historia colonial, lo que le otorgó al lugar de emplazamiento las connotaciones simbólicas que Lescay supo aprovechar muy bien para reflejarlas en su obra. A propósito de ese monumento, la principal especialista de nuestra escultura, la Dra. Mary Pereyra, expresó, “Lescay es todo un virtuoso de la técnica de fundición en bronce y, al mismo tiempo, domina las inmensas potencialidades sígnicas que adquieren otros materiales, soportes y elementos cuando se les integra armónicamente en la producción escultórica”. Ningún elogio mejor que este.
Mientras tanto, Lescay siguió combinando la creación entre pintura, dibujo, escultura de pequeño y gran formato con la promoción del arte desde la Fundación Caguayo, una entidad de la que fue su alma gestora y dinamo y que, desde sus mismos inicios, en 1995, ayudó a decenas de escultores en las tan difíciles tareas de la fundición de las piezas. Caguayo se erigió como un baluarte de las artes escultóricas en Santiago de Cuba y en todo el país, su pedigree de trabajo por la escultura monumental y de pequeño y mediano formato es realmente impresionante, siempre bajo la dirección de Lescay. Al mismo tiempo, nuestro artista emplazó obras escultóricas propias en diferentes países demostrando una vocación artística ambientalista que no conoce fronteras. Digamos, de pasada, que su nombre está, junto al de Rita Longa, José Villa y Teodoro Ramos Blanco, entre los artistas-escultores con mayor número de emplazamientos de obras en la historia del arte insular.
En consecuencia, Lescay comenzó a recibir los reconocimientos que el Estado confiere a sus creadores más relevantes, así como obtuvo los premios en concursos y salones de arte en los que participó con frecuencia y sistematicidad.
El espacio concedido para este elogio no permite extenderme en otros aspectos y hechos de la fecunda vida artística, política y social de Lescay, sería imposible recoger en un puñado de cuartillas esa existencia pletórica de acciones, entregas y compromiso con el país y su cultura.
No quiero dejar de mencionar su obra pictórica y de dibujo, quizá algo relegada a un segundo plano por la contundencia de lo tridimensional, pero Lescay ha sido un reconocido pintor mayormente abstracto, presente en numerosas exposiciones a lo largo de estos años. En mi mirada particular a esta obra pictórica aprecio su sustancia abstracta en la que se conjugan, visceralmente, una simbología oscura e impresionista, con fuerte presencia del rojo sanguinolento, así como el impulso de bruscos trazos que caotizan las imágenes y revelan las profundas implicaciones de lo étnico, lo religioso y lo cultural que conviven en sus cuadros. En palabras del reconocido crítico de arte, ya desaparecido, Juan Sánchez, “Sus cábalas profundas en pintura y dibujo hallan parentescos estilísticos en surrealistas como Wifredo Lam y en expresionistas como Antonia Eiriz”. Otro juicio de mucho valor.
La recepción que este quehacer infatigable ha tenido en la crítica de arte, la poesía y el periodismo nacional es digno de mencionar en estas palabras, aunque sea sucintamente. Autores de la talla de Pablo Armando Fernández, Nancy Morejón, Lisandro Otero, Joel James, Víctor Rodríguez Núñez, Carlos Martí, Cos Cause, Antonio Desquirón, Marino Wilson Jay, Ricardo Repilado, Ciro Bianchi, Félix Suazo, Oscar y Raúl Ruiz Miyares, Naderaux, entre otros, han ponderado con elevados criterios la obra de Lescay. Obsérvese que han sido principalmente poetas los que han edificado esa arquitectura verbal sobre una obra relevante como la de nuestro artista. Es como si la vieja máxima de los grandes poetas y filósofos clásicos griegos, Ut pictura poesis, es decir acerca del hermanamiento entre la poesía y la pintura, o más bien, sobre la admiración de la poesía escrita por el arte visual, aplicada a la obra de Lescay, tuviese una puntual plasmación en el presente.
En un verso de un poema de Pablo Armando dedicado a nuestro artista se lee:
“Se acoge a un ritual mágico del color
Y hace de lo tribal fuente del universo”.
Considero que ya va siendo hora de que se arme y edite un libro con una selección de estos textos y con imágenes de su obra, una suerte de catálogo con lo mejor de la producción de Lescay. Todo artista de reconocimiento debiera tener un volumen que hable de su trabajo y el que se pudiera publicar con la creación artística de Lescay sería una verdadera joya. Lescay escribió en la pared de una de las galerías en que expuso su pintura, el siguiente grafiti: “El silencio puede hacerse perverso”, y no le falta razón, quizá solo habría que acotar que del silencio también emana la mejor poesía, pero hoy no vinimos a rendirle tributo a las potencialidades del silencio, sino a reconocer a viva voz su obra trascendente.
Sin dudas, son su personalidad serena y reflexiva, solidaria con los demás, emprendedora e impulsora de buenos proyectos, su peso y madurez como artista en general, activo promotor del arte y figura relevante en el escenario cultural y social de Santiago de Cuba y de todo el país, los que hoy reciben el Premio Nacional de Artes Plásticas 2021.
Este santiaguero nieto de mambí del 95, dueño de una obra en la que hierven en aquella olla de hierro utilizada en la pieza La loma del cimarrón, lo antillano y caribeño, la ritualidad de lo africano profundo, el Palo Monte y el Vodú, la fiesta sacrificial, la muerte y la vida, junto a los códigos del mejor arte occidental y el feroz mestizaje surrealista de Wifredo Lam, creció y creció desde mediados de los setenta del pasado siglo, hasta convertirse en una figura descollante de la cultura nacional.
Estamos, pues, celebrando una obra de alto nivel artístico gestada en casi cincuenta años de andadura creativa.
¡Enhorabuena Lescay! Todos aquí y fuera de esta sala nos alegramos sinceramente de tu Premio.
Muchas gracias.
Deje un comentario