Al hablar de políticas culturales, resulta ineludible el legado de Armando Hart Dávalos (1930-2017). Por eso en esta ocasión, al recordar el discurso de Fidel en su sesenta aniversario, nos acercamos a la Dra. en Ciencias Filosófficas María Isabel Landaburo Castrillón, Profesora Principal del Centro Nacional de Superación para la Cultura y gran estudiosa de la vida y obra de quien fuera el primer Ministro de Cultura de este pueblo en Revolución.
¿Cómo se vincula el legado de Palabras a los intelectuales y la obra de Hart?
Cuando comencé a estudiar el pensamiento de Armando Hart, el libro que conseguí con mayor facilidad fue una compilación de sus discursos titulada Del trabajo cultural. El primer texto recoge sus palabras en la reunión con los teatristas en diciembre de 1976, donde asevera que la política cultural de la Revolución ya estaba elaborada y contenida en una serie de documentos programáticos, el primero de ellos Palabras a los intelectuales, pero lo fundamental era buscar las formas y vías para su aplicación.
Desde ese momento su labor, relevante como intelectual y político, fue lograr una interpretación creativa y original para la implementación de esa política cultural, consecuente con los principios que Fidel Castro definió en su trascendental discurso de junio de 1960. El principio de la libertad de creación de los artistas e intelectuales y del pueblo, presidió los análisis de Hart durante toda su vida, unido a la máxima de defender la Revolución ante cualquier circunstancia; la conciliación de ambos signó toda su obra cultural.
¿De qué forma concibió Hart la aplicación de Palabras a los intelectuales como política cultural?
Hart consideró que, para utilizar y defender esa política cultural, se requerían análisis concretos, la estrecha cooperación entre todos y la búsqueda de fórmulas prácticas que estimularan la iniciativa individual y colectiva de los intelectuales y el pueblo en general, por lo que establecía un compromiso del Ministerio de Cultura y su sistema de instituciones con esos métodos y estilos de trabajo; se estudiarían todos los criterios, sus contradicciones, para extraer conclusiones serenas.
Entonces y durante más de veinte años, defendió la necesidad del diálogo, y señaló que cada persona debía tener sus ideas, aportarlas y defenderlas, pero estaba en la obligación, con franqueza intelectual, de comprender también, que los demás tenían ese deber por igual.
Tal aseveración se evidencia en 1988, cuando al referirse a los métodos políticos del trabajo con los jóvenes, establece:
El rechazo dogmático, por su naturaleza misma, es profundamente reaccionario y genera dificultades de todo orden. El problema está en que la negación y la síntesis dialéctica resultan más difíciles de hacer y muchas veces se tiende a la comodidad de no querer pensar. En la continuidad de las ideas en relación con los procesos de cambio han de desempeñar un papel decisivo el debate franco, el diálogo sincero; alentar un análisis inspirado en una gran pasión: promover el desarrollo cultural, ideológico y moral, para lo cual se requiere eficacia política en el tratamiento de los problemas que plantea la creación. Las dificultades que pueda haber en el tratamiento de estos problemas se relacionan con mayor o menor eficacia política. Esta es la única pasión legítima que puede haber en el diálogo. Pero, para ser tal, ha de comprenderse que quienes dialogan parten de criterios diferentes; si no, ¿cómo se entiende el diálogo?[1]
Otra arista de su pensamiento que explicita la fidelidad a Palabras…, es sobre la selección y preparación de los cuadros. Este es uno de los temas esenciales, teniendo en cuenta que, para él, la cultura no se administra, sino que se promueve. Por ello, lo primero que deben tener quienes fungen como directivos es sensibilidad en todos los sentidos, y aunque no sean especialistas en las ramas de la cultura de sus instituciones, sí requieren conocimientos sobre los problemas conceptuales y de las situaciones prácticas más importantes, por lo que se tienen que superar para adquirir esos conocimientos, y una de las fuentes fundamentales en su formación es el diálogo con los creadores.
¿Cuál era la definición de Hart sobre la política cultural socialista?
En total correspondencia con el ideario de Fidel, Hart precisa en múltiples discursos y ensayos su concepción sobre lo que es una política cultural socialista. En 1982, en la Conferencia Mundial de Políticas Culturales de la UNESCO, expresa:
En Cuba, cuando hablamos de política cultural no nos referimos exclusivamente al tratamiento de los creadores individuales –artistas y escritores‒ aunque, por supuesto, también los incluimos a ellos, sino esencialmente a la promoción y difusión en la población; es decir, subrayamos la participación activa y creadora del pueblo, tanto en la elaboración de la política cultural como en el desarrollo de la creatividad artística. Y es esto lo que define, en última instancia, el carácter democrático y popular de una política cultural.[2]
De esa concepción se deriva, en la práctica, la creación de determinados espacios de participación en los debates sobre la diversidad de formas de desarrollo de la cultura y las políticas necesarias para ello. Así surgieron los Consejos Asesores de las instituciones para dar participación a los creadores artísticos, y los Consejos Populares de la Cultura, ‒más tarde Consejos Culturales de la Comunidad‒, que propiciaron la participación popular en cada proceso, a través de las organizaciones de masas o de forma directa.
La garantía de la continuidad del desarrollo artístico cultural y estético de nuestro pueblo, ‒presente en la reunión con Fidel en junio del 60‒, fue esencial en la labor de Hart. La ampliación de un sistema de enseñanza artística, su diversificación y extensión a todo el país, su alcance universitario; todo unido a la formación de instructores de arte y promotores culturales que estimulan la formación artística, estética y ética de la población como aficionados o públicos, estuvo entre las prioridades de su accionar.
Sobre la salvaguarda del patrimonio cultural, ¿cuáles fueron las ideas de Hart?
La prioridad en cuanto al rescate, revitalización y protección de la memoria y el patrimonio cultural cubano, en sentido amplio, se manifestó siempre sobre la base del desarrollo de investigaciones y acciones con resultados concretos. Hart insistió en el estudio de la obra de todos los pensadores cubanos de cualquier tendencia o compromiso político, ‒muestra de su pensamiento electivo, seguidor de José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero. José Martí y tantos otros pensadores cubanos‒, porque si desde nuestras posiciones no se asumía y valoraba en su justa medida, la derecha lo tergiversaría en su beneficio.
Y sobre sus funciones específicas como Ministro de Cultura…
Su honestidad política e intelectual, su sentido ético, le permitió reconocer los errores y las tendencias negativas que afectaron el desarrollo cultural. Cuando asumió la dirección del Ministerio de Cultura en 1976, expresó que se sentía responsable de las limitaciones, dificultades y errores que se habían cometido con anterioridad, como única manera de aplicar una política cultural justa y darle continuidad al trabajo. De igual forma, su estilo de trabajo permanente fue consecuente con estos principios.
Desde principio de los años 80, la profundidad de su pensamiento le permitió argumentar cómo la explosión creativa de los artistas y el enriquecimiento cultural de la población, en las dimensiones creativa, ideológica, educativa, estética, recreativa y política, había generado una crisis de crecimiento, de ampliación y de desarrollo, porque el trabajo realizado engendraba estas contradicciones en el proceso de construcción del socialismo. Para él, ello se manifestaba en la existencia de
(…) una diversidad más amplia de gustos y de aspiraciones culturales y, en la medida en que avanzamos hacia la construcción del socialismo, las opciones tienen que ser más variadas y diversas. Aquí vale el principio de la expansión, a que se refería el pensamiento aludido de José Martí, y las opciones más amplias, la población más culta, la demanda más exigente son los síntomas principales que hemos dado en llamar crisis en el desarrollo del movimiento cultural. (…) Porque hay una vida cultural y científica muy intensa en el país, en los centros universitarios, y ese es otro síntoma de la crisis que estamos viviendo en el desarrollo del movimiento cultural. Crisis, repito, de crecimiento, de ampliación, y hemos trabajado para que esta crisis se produzca[3].”
Entre las causas fundamentales, Armando Hart señalaba que la calidad de nuestros artistas y el potencial cultural del país estaba más desarrollada que las instituciones culturales y que el trabajo organizativo y administrativo. Al analizar la procedencia de las dificultades, planteaba que estas surgen de problemas históricos heredados, de deficiencias subjetivas y errores de los dirigentes, y también por las propias transformaciones, de manera que, algo que se desarrolla crea un nuevo problema, una nueva dificultad. Ello exigió la reestructuración del Ministerio y el perfeccionamiento de los métodos de trabajo. Como puede apreciarse, estos criterios sobre la crisis de desarrollo mantienen plena vigencia.
Su pensamiento dinámico, creativo, renovador, le permitió estar siempre estrechamente vinculado a los jóvenes, incluso cuando dejó de ser Ministro de Cultura y asumió la presidencia de la Oficina del Programa Martiano y la Sociedad Cultural José Martí.
¿Alguna observación final?
Pienso que debemos estudiar y profundizar en la obra de Hart, para valorar sus aportes teóricos y prácticos a la política cultural para Cuba y el mundo, aquilatar hasta qué punto logró hacer realidad las ideas de Martí y Fidel y de cumplir sus compromisos con el pueblo. Adentrarnos en su vida y su obra, nos permite asegurar que Armando Hart Dávalos fue un verdadero ejemplo de lealtad a Fidel y sus Palabras los intelectuales.
[1]Armando Hart. Adelante el arte. La Habana. Cuba. Editorial Ciencias Sociales. 1988, pp. 63-64
[2] Armando Hart. Segunda Conferencia Mundial de Políticas Culturales (MUNDIACULT), México. Noviembre de 1982. En, Nuyri Sánchez, N y G. Fernández Mayo. (1986). Pensamiento y política cultural cubanos. Antología. t. III. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, p. 148.
[3] Armando Hart Dávalos. Intervención en la clausura del Primer Encuentro de las 10 Instituciones Culturales Básicas en Ciudad de La Habana, efectuado en la casa central del MININT “Cristino Naranjo”, el de 24 de diciembre de 1982 (Material mecanografiado), pp. 9-10.
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