Entrada la noche de un domingo del mes de febrero, recibí una llamada telefónica del historiador Froilán González preguntando si había leído el libro.
Le contesté “–Sí, ya comencé a leerlo, me parece muy interesante (le mentía). – ¿por dónde vas?
No podía comprender por qué me hacía semejante pregunta acerca de un libro de 245 páginas que hacía apenas cuarenta y ocho horas había sido presentado en la sede de la UNEAC.
Casi no podía dormir tranquilo por haber mentido. Se trataba de un libro sobre alguien de quien creía haber leído bastante durante mis años de juventud.
De Julio Antonio Mella había leído que fue el fundador de la Federación Estudiantil Universitaria; de la Universidad Popular José Martí, y, junto a Carlos Baliño, del primer Partido Comunista de Cuba; el hombre de la huelga de hambre, a quien, por sus ideas antiimperialistas y comunistas, el dictador Gerardo Machado ordenó el asesinato en México, el joven amado por la italiana Tina Modotti, con quien estaba acompañado el día del crimen.
Desperté a la cinco de la madrugada, espoleado por mi conciencia e intrigado por el interés de Froilán González y Adys Cupull, autores del libro y comencé la lectura de Julio Antonio y Natacha Mella “Reencuentro al final del camino” y no pude parar hasta casi llegada las 12 de la noche.
El libro me había enganchado de tal manera que al siguiente día temprano en la mañana continué su lectura. No habían trascurrido 72 horas cuando los historiadores volvieron a hacerme la misma pregunta: –¿por dónde vas?
Cuál era el misterio de tanta insistencia. Pronto asumí que el interés era saber si se podría llegar a comprender o no a una mujer llena de incomprensiones, equivocaciones y contradicciones y a la cual ellos estaban interesados en que se comprendiera y entendiera.
Durante mis primeras lecturas lo primero que descubrí fue una gran historia de amor entre, un joven de 21 años y una muchacha de 20, quien se había fugado de su casa ante la negación del padre a aceptar las relaciones de su hija con un mestizo, hijo no reconocido legalmente y comunista, hecho que obligó a la familia a permitir el matrimonio.
Perseguidos por los esbirros de Gerardo Machado, la pareja se vio obligada a exiliarse en México donde tuvieron una hija que murió al nacer. Era tanta la pobreza que la niña fue depositada en una caja de cartón y sepultada en la noche, después que el joven padre saltó, las verjas del cementerio de Dolores.
No transcurrió mucho tiempo y la pareja tuvo una nueva hija a la que le pusieron por nombre: Natasha.
¿Pero quién fue esta niña que con tan solo un año y cinco meses de edad perdió a su padre vilmente asesinado?
He aquí el eje fundamental de esta investigación libro de historia testimonial y documentada que se lee como una novela.
Natasha fue una hija del carácter, del tiempo y de su circunstancia.
No hay por qué encasillarla con los términos de revolucionaria o contrarrevolucionaria. No es una mujer estructurada por una ideología, un gobierno, un sistema. Ella está estructurada por sí misma. Ella es dueña de pensar y de su decir, dueña de su voluntad. Dice lo que piensa y siente.
No tenía por qué ser compañera, fue amiga. Su actitud ante la vida la define con todos los errores, equivocaciones y contradicciones que tenemos todos los seres humanos sin excepción.
Ella fue quien siendo una jovencita fue invitada por un Comité de comunistas a asistir a una actividad y cuando su madre se opuso exigió que la llevaran y hubo que llevarla.
Natasha: la que cuando los tres marineros yanquis completamente borrachos ultrajaron el monumento al apóstol en el parque central empujó la puerta e irrumpió en la oficina de Eduardo Chibas solicitándole leyera un comunicado y convocara al pueblo a una manifestación de protesta contra Estados Unidos por tamaña afrenta.
Natasha, la que el 16 de agosto 1952 acompañó a su madre a la tumba de Chibas y participa en el acto de repudio donde el joven Fidel Castro pronuncia un encendido discurso contra el dictador Fulgencio Batista.
La que después de incorporada a la revolución, decidió tomar el camino errado, según afirmó, y solo pudo reencontrase ella misma al reencontrarse con su padre y con su pueblo al final del camino.
Natasha, la que defiende la causa de las Malvinas frente a la agresión inglesa, y escribe denunciando la complicidad de Estados Unidos.
La defensora de Elian y crítica acérrima del sistema político norteamericano y de la mafia miamense. La que llegó a declarar: “El padre lo reclama desde Cuba y no debe violarse el principio de patria potestad. Por otro lado, nada garantiza que del otro lado de acá vaya a ser salvado del naufragio en esta subcultura o mejor barbarie que es donde se forma hoy aquí la juventud. Que puede acabar siendo un adicto o un criminal, o morir víctima de la violencia en el colegio y de todos modos acabando con una formación que le dará más valor a lo material que a los valores morales y espirituales”
La que trataron de comprar cuando la invasión mercenaria por Playa Girón en abril de1961, y no se vendió.
La que después de intentar justificar su salida del país señala: “Hoy, después de tantos años solo puedo afirmar que esto es una selva darwuiniana, donde la libertad es la del más poderoso para oprimir al más débil, donde la justicia defiende intereses, y donde mi libertad de expresión ha sido mil veces estrangulada.”
En mayo de 2002 Adys y Froilàn reciben una llamada de Natasha pidiendo que alertaran al gobierno que había que tener cuidado durante la visita del expresidente Carter, que no creyeran en todas sus propuestas, que quería para Cuba lo mismo que no habían obtenido sus predecesores por otras vías. Que no debíamos confiar.
Natasha, la que consideraba que, para el juicio histórico de la memoria de su padre, debe dársele prioridad a las ideas que animaron su vida.
¿Qué más podíamos pedirle a Natasha?
Una vez más el matrimonio ejemplar de Adys y Froilan se lanzan al rescate de la memoria histórica sin fatuos alardes, con la humildad de los humildes y con el único interés de honrar a quienes deben ser honrados.
Es un libro de valentía, la misma que desbordan sus protagonistas, llenos de pasión y con las contradicciones que lo acompañan.
Al final de la lectura pude entender la insistencia de Froilàn y Adys porque se conociera y comprendiera El SER que consideraron necesario buscar y encontrar para esclarecer y completar la historia humana del Héroe, comenzada en su libro “Hasta que llegué el tiempo,” publicada en 1999.
Julio Antonio y Natasha Mella “Reencuentro al final del camino” es un libro que todos debían leer y debatir, particularmente los jóvenes y estudiantes. Además de Natasha hay que poner atención a lo que se dice sobre Olivin y la época que les tocó vivir.
Gracias una vez más a los autores y a todos aquellos que de una u otra forma colaboraron en la construcción de una obra veraz y justa, de esas que se escriben para no olvidar, especialmente a los combatientes de la Revolución cubana Marta Fernández Montes de Oca y Héctor García Soto, bisnieto del Mayor General de la Guerra de Independencia Vicente García.
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