Desde su precoz adolescencia, José Martí evidenció un marcado interés por expresarse mediante la escritura: escribió poemas y se acercó al periodismo, dos formas literarias y de comunicación que solían ser compartidas por muchos intelectuales de la época, y en lo que se destacaron los cubanos, tanto en La Habana como en otras localidades del país. El elevado número de publicaciones insulares a lo largo del siglo XIX así lo indica, sobre todo cuando ya hacia sus decenios finales semanarios y diarios se fomentaron con rapidez y abrieron el paso al periodismo, forma comunicativa donde la información y el análisis de la realidad social fueron estableciendo una diferencia con las publicaciones seriadas estrictamente literarias.
Los que comenzaron a llamarse periódicos alcanzaron en Cuba notable desarrollo en el uso del espacio impreso y sostenida calidad en su escritura, y, aunque de algún modo hicieron su aprendizaje en sus similares españoles y franceses, ya para finales de la centuria la prensa estadounidense sentó cátedra en tales sentidos y abrió camino a lo que suele llamarse el periodismo moderno.
Se ha afirmado por algunos de sus contemporáneos que, mientras estudiaba bachillerato, Martí escribió un periódico manuscrito y sí se conserva el ejemplar único de El Diablo Cojuelo, del que solo apareció un número durante la breve libertad de imprenta decretada en 1869. Seguramente que allí le nació al jovencito la pasión por la escritura de prisa acerca de lo inmediato del día y el contacto con los cajistas, las prensas y el olor de la tinta que después expresó en su poema “De noche en la imprenta” escrito y publicado en México en 1875.
Aunque publicó algo en periódicos españoles durante su primera deportación a la metrópoli fue en el hermano país latinoamericano donde la práctica cotidiana en su redacción fue su escuela práctica del periodismo diario. La maduración de esa experiencia ocurrió tras su arribo a Nueva York y colaborar sistemáticamente con La Opinión Nacional de Caracas primero, y después con La Nación de Buenos Aires y El Partido Liberal de México. Aquellos textos en que Martí entregó a sus lectores hispanohablantes del continente las por él llamadas Escenas Norteamericanas, le otorgaron amplio y merecido reconocimiento por amplios sectores de la clase ilustrada de la región y mostraron un poderoso y original estilo de lo que empezó a llamarse el modernismo, a la vez que el brillante estudio y sagaz denuncia del naciente imperialismo de Estados Unidos, en agresiva marcha expansionista hacia el sur. Así, el periodismo, junto a su poesía, selló su altura literaria y le preparó para convertirse en el líder político de su pueblo y en el previsor impulsor de la que llamó nuestra América.
Desde mucho antes, Martí intentó caminar por sus propios pies en el campo de las publicaciones. Durante su estancia en Guatemala anunció una Revista Guatemalteca que nunca llegó a la imprenta, y en Caracas logró imprimir dos números de la Revista Venezolana, cuya singular escritura y sus novedosas ideas sacudieron el ya anticuado tradicionalismo clasicista de las letras hispánicas y levantaron el entusiasmo de una nueva generación de escritores.
En 1883 inició su colaboración en el mensuario La América, de Nueva York, cuya dirección asumió al inicio del año siguiente y al que impulsó hasta mediados de ese año por su camino latinoamericanista. Otro nuevo intento por establecer la política editorial de una publicación fue con el mensuario neoyorquino titulado El Economista Americano en fecha imprecisa hacia 1887 y 1888.
Su antiguo deseo de tener su propia publicación tuvo que esperar hasta el 10 de abril de 1892 con el periódico Patria, bajo su responsabilidad directa hasta su muerte en mayo de 1895. Este fue, pues, el momento cumbre, la plenitud del periodismo y del ejercicio comunicativo por parte del Maestro.
La vida, el pensamiento y la expresión escrita de Martí sufrieron un cambio sustantivo a finales de 1891 con su primer viaje a Tampa y Cayo Hueso: se iniciaba entonces la organización de los patriotas cubanos a fin de buscar la independencia mediante la guerra que él calificó de necesaria.
No se trata, desde luego, que el Maestro se haya alejado o sometido a crítica, a partir de entonces, los fundamentos de su ideario y de su acción. Por el contrario: él fue un caso singular de fidelidad a las bases por las cuales discurrió su rica existencia en todos los planos, bases que fue precisando y ajustando durante su corta vida, y que entre diciembre de 1891 y mayo de 1895 alcanzaron su cenit cuando decidió llegada la hora de separar a Cuba y a Puerto Rico del colonialismo español. Mas para él se trataba ya no solo de salvar a ambas naciones no constituidas como estados, sino, y sobre todo, de evitar el desastre mayor, que sería.la absorción de ambas islas y del resto del continente por Estados Unidos, el nuevo poder que crecía velozmente impulsado por los nacientes monopolios y el capital financiero con las miras puestas en esos territorios, en franca competencia con las potencias europeas en expansión por los continentes africano y asiático y el Océano Pacífico.
No se pueden pasar por alto la conducción y el propio ejercicio periodístico martiano en Patria. Respecto a lo primero, es de admirar la perspicacia con que el director estableció la presencia de textos de diverso tipo que mantenían el interés de su lectura por una variada gama de lectores, desde los que también eran escritores e intelectuales como el propio Martí, hasta aquellos que no disponían de iguales caudales de conocimientos ni de una amplia cultura general, sin excluir a los analfabetos que escuchaban la lectura de otro.
Patria incluía, de hecho, editoriales aunque no los presentara bajo ese nombre, artículos de fondo de Martí y de diferentes colaboradores, notas de diversa índole, cartas de lectores de las emigraciones y también de Cuba y Puerto Rico en forma anónima, con lo cual se demostraba que estaba abierto tanto para los que se hallaban fuera del control del colonialismo español y de su censura de prensa, como de los residentes bajo su dominio e imposibilitados de exponer sus criterios acerca de una patria libre en los periódicos insulares. También la vida del Partido Revolucionario Cubano, sus actividades públicas, lo mismo del Delegado como de los clubes y de los Cuerpos de Consejo de cada localidad.
De su revisión es evidente que Martí buscaba, sobre todo, divulgar entre los patriotas el programa y los propósitos del PRC establecidos por él, o sea, su amplio programa revolucionario para Cuba, las otras Antillas y la totalidad del continente, y con ello evitar la dominación estadounidense y trabajar para el equilibrio de América del mundo.
Las Bases del Partido se reproducían en lugar destacado, en la primera plana de todas las ediciones para que cada nuevo lector las tuviese siempre a su alcance. Patria era un periódico político y de formación ideológica, mas sus páginas no excluían todo aquello que afirmara el orgullo patriótico y la identidad nacionales de sus lectores. La cultura artística y literaria, los antillanos que alcanzaban relieve y reconocimientos en cualquier campo, los héroes y las heroínas conocidos y desconocidos de las luchas independentistas, la cotidianidad de las emigraciones en Estados Unidos con la sección “En casa” que evidentemente, por su estilo, el mismo Martí redactaba, al igual que otros muchos escritos de distintas naturalezas. Hasta en los anuncios, cuyo pago contribuía a subvencionar los gastos de impresión y distribución, estaban presentes mayoritariamente los pequeños negocios y las profesiones de los antillanos residentes en el vecino país, fundamentalmente en la ciudad de Nueva York. El periódico, pues, no solo trasmitía ideas sino que además relacionaba a los patriotas entre sí y contribuía de esa manera a solidificar el espíritu nacional y el afán por alcanzar la independencia.
En consecuencia, Martí, divulgó en repetidas ocasiones su proyecto transformador, su alerta ante el camino hegemónico que tomaba Estados Unidos. Era, como él dijo, una “guerra de pensamiento”, que procuraba el arribo a una república independiente del colonialismo español, sin fisuras ante Estados Unidos, sobre la base de la más amplia unidad patriótica y el amor a su tierra y a su gente. Para Martí, pues, era Patria un órgano de unidad política e ideológica. Por eso los temas allí más tratados fueron la labor del Partido; la “guerra necesaria”; la “república nueva”, tanto por sus objetivos internos de paz y justicia social como por su significación para abrir la unidad de acción latinoamericana frente a Estados Unidos, evitar la anexión de Cuba y otras Antillas a esa potencia emergente y contribuir de ese modo al equilibrio del mundo entre las grandes potencias que ya se lo repartían. Mas también refirió el periódico todo aquello que contribuía al sentimiento patriótico como conocer la letra y la partitura musical del Himno de Bayamo que devendría nuestro Himno Nacional; apreciar los valores de la cultura artística y literaria nacional y de sus diversas expresiones culturales; advertir acerca de las diferencias materiales y espirituales de Cuba y de nuestra América respecto a Estados Unidos; entregar los principios de su ética de servicio humanista, de la igualdad para todos y de contribuir para crear una humanidad mejor.
La escritura martiana en Patria se mostró con sus mejores galas, no cedió en calidad ni en las peculiaridades del personal estilo de su director y escritor principal. El uso de la imagen, ya como recurso estilístico, ya como elemento explicativo o probatorio de una idea o de una tesis, y también para estructurar un análisis, fue muy frecuente en esos textos del periódico. Continuaba así Martí una forma expresiva empleada desde joven y que perfeccionó en la Escenas Norteamericanas.
Otros recursos presentes en los textos martianos en Patria son el adjetivo con una función más analítica que calificadora, el ritmo interno que le había enseñado la poesía, la riqueza de lenguaje que no vaciló en crear numerosos y osados neologismos o en la ampliación del significado de algunas palabras, la sintaxis atrevida en su composición y la libertad en el manejo de los signos de puntuación con positivos resultados notables. Ello, desde luego, ha ayudado siempre a los estudiosos de la escritura martiana a identificar sus producciones, las que muy pocas veces salían con su firma.
Ha de destacarse además, la habilidad martiana para reunir a un selecto grupo de patriotas como colaboradores con su pluma en el periódico, entre los cuales destacan Gonzalo de Quesada Aróstegui (47 textos); el puertorriqueño Sotero Figueroa (41), dueño de la imprenta donde se tiraba el periódico; Fernando Figueredo Socarrás (34), combatiente e historiador del 68 y prominente entre los emigrados de la Florida; Fermín Valdés-Domínguez (19), su amigo de siempre; Juan Fraga (19), presidente del Cuerpo del PRC en Nueva York; Serafín Sánchez (18), oficial mambí y líder en Cayo Hueso; Enrique Loynaz del Castillo (15), joven huido de Cuba al ser descubierto como conspirador; Martín Rodríguez (14), el puertorriqueño Francisco González Marín (14); y otros más como Gualterio García, de Cayo Hueso; Benjamín Guerra, el tesorero del PRC; Rafael Serra, brillante escritor siempre leal a Martí; y Esteban Candau, ambos residentes en Nueva York; y Tomás Estrada Palma, hombre del 68 que fuera presidente de la República en Armas, quien ocultaba su postura anexionista.
Los elementos tratados, que no cubren todo el universo en cuanto a la constante de la pluma martiana en Patria, pretenden advertir acerca de este extenso asunto por dilucidar plenamente, requerido de años de examen desde varias perspectivas disciplinarias. Ni por asomo, Martí en Patria es algo agotado desde la intención cognoscitiva. Las dimensiones de su obra escrita, su riqueza en todos los planos, su originalidad y aportaciones para sustentar la entrega de un pensamiento que hoy aún resulta válido y enaltecedor para el mejoramiento humano, cada vez en mayor peligro de un desastre planetario para las formas de vida actuales, nos obligan a continuar el análisis de su ideario, particularmente los escritos en Patria, junto a su eterno significado como guía tutelar de la nación cubana.
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