La Bienal de La Habana, desde esa contemporaneidad que la ubica en la novedad del arte en el ámbito internacional, dialoga en estos días de manera directa con el patrimonio cultural cifrado en los espacios urbanos y los inmuebles que lo definen; algunos de ellos o buena parte de los mismos, en esa indiscutible validez que otorga la UNESCO bajo la inscripción de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Desde 1982, La Habana y su sistema de fortificaciones goza de esta condición.
Así, La Habana Vieja ofrece en el sistema de comunicaciones un texto cultural tan diverso que habría que estar muy lejos de la sensibilidad para no sentir en su piel una tesauro sedimentado aproximadamente durante cinco siglos. Medio milenio de encrucijadas culturales que solo podríamos entender desde la antropología, considerando la misma como la ciencia cuyas herramientas nos permitirían, sin asombrarnos en demasía, comprender el modo en que personas de otros tiempos y espacios organizaron sus vidas. Desde estas perspectivas no es nada casual entonces que múltiples sean los creadores de diversas partes del mundo que centren en este patrimonio su atención y, en diálogo con él, terminen por proponer una obra en el que pasado y presente se entrelazan de manera ineludible. A partir de algunos ejemplos entremos al diálogo patrimonio urbano arquitectónico y la bienal.
Si bien la tarde del pasado domingo devino himno de contemporaneidad artística en el malecón habanero; lo cierto es que buena parte del latir de tanta modernidad se apoya por contraste con la antigüedad de cuantos inmuebles limitan tan importante senda y he aquí que el término antiguo nada tendría que ver con el conceptos de aquellos creadores que procedentes desde culturas occidentales u orientales colocan entre sus requisitos un tiempo milenario. El proceso de recepción que de la cultura se hace en la isla, nos ubica entre los receptores capaces de ver el paso del tiempo desde concepciones particulares, tal si el fundamento sicológico superara el tiempo real; nótese cuán ricas y cercanas son nuestra leyendas. A uno y otro lado de la calle, en la acera inmediata al litoral o en la rehabilitación de espacios o muros en ruina, tradición y modernidad establecieron una diáfana conversación en cuyo centro, a modo de divertimento, estaban sin límite alguno, los visitantes a la cita.
Quizás sobre esta base podamos explicar la obra “Harmonious Aurora”, gigantesco telón en el edificio sede de la Editorial Abril colocado por Han Sungpil, de Corea del Sur en el que se ha representado uno de los monumentos de aquella nación, ante el capitolio habanero, ahora en pleno proceso de restauración. En el Paseo del Prado, dos monumentos no solo llaman la atención del transeúnte, sino que desde sus referentes culturales imagen y realidad conversan entre sí.
Sin embrago, quiero detenerme en algunas de las propuestas emplazadas más al corazón del área patrimonial; en la cercanía de la Plaza de la Catedral y la Plaza de Armas. La primera de ellas me sorprendió en la intercepción de las calles O'Reilly y Aguacate, en uno de los vértices de conocido Edificio Metropolitano, inmueble en proyecto de rehabilitación que no pocos habaneros recuerdan como la sede de Cuba Tabaco con “La Despalilladora”, una Cía. Telefónica, una inmobiliaria, el Edificio Frank País o la actual sede del Municipio de Educación en Habana Vieja, entre otros muchos usos. “Confort 14”, obra de Lang&Baumann, binomio que integran Sabine Lang, de Suiza, y Daniel Baumann, de Estados Unidos, consistía en colocar entre el 5to y el 7mo piso del patrimonial edificio una especie de cámaras de aire, tal si la relación de vacío —del inmueble y en el interior de las recamaras— marcaran la revitalización del mismo; idea que apoya la blancura de dichas cámaras. De los valores estéticos del antiguo edificio de oficinas La Metropolitana 1926 darían muestras sus ricas portadas y el lenguaje de cada uno de sus niveles.
En similar dirección, pero en un sentido más sociológico aparece la propuesta de la argentina Dolores Cáceres, un lumínico en el anuncia “No vendo nada”, obra que en el verano de 2012 fue colocada en Uruguay y el pasado año como documentación en Buenos Aires. Su colocación en la calle O'Reilly, entre Aguiar y Cuba; en las proximidades del Hotel Marqués de Prado, la hace llamar la atención, particularmente en horas nocturnas, unificando de este modo realidades comunes entre varios países latinoamericanos.
Por último quiero llamar la atención sobre dos proyectos que aunque en un lenguaje efímero hacen del espacio urbano y arquitectónico de La Habana Vieja, verdaderos protagonistas. Bajo el sello de GALLERIACONTINUA, “La perla negra” y “Tercer Paraíso”.
Entre las 10 de mañana del viernes 22 de mayo y las 10 pm del domingo 24, el creador Nikhil Chopra, de la India, protagoniza “La perla negra” en una de las calles que limitan la Plaza de Armas, donde Nikhil hace colocar una especie de jaula en la que, con las providencias necesarias, se encerrará durante dicho tiempo en un travestismo sin par. Hombre-mujer, blanco-negro, silencio-grito, estabilidad-desequilibrio y confianza- imperturbabilidad, podrían ser solo algunos de los pares que emanan del proceder del artista en una asfixiante cotidianeidad. Ante sus cuatro visuales, cuatro textos culturales cifrados en obras que desde sus tiempos históricos tiene mucho que comunicar al hombre actual; obras patrimoniales que el protagonista reproducirá a modo de monocromía en rojo en diferentes instantes: El castillo de la Real Fuerza, El Templete y el Monumento a Carlos Manuel de Céspedes, ahora reproducidos desde lo pictórico y colgados en los interiores, reproducen un nuevo límite espacial y, por tanto, nuevas controversias. Llama la atención en esta obra la composición de los detalles, la creatividad para fijar en medio del caos un orden a una estética que desde el neoclásico apuesta a lo más actual. Las imágenes de algunos de ellos podrían ser consideradas verdaderos cuadros de los grandes maestros de las naturalezas muertas.
“Tercer paraíso”, del italiano Michelangelo Pistoletto, por su lado, jugaba con varios sitios de La Habana Vieja, particularmente sus plazas y ejes principales para culminar en la Plaza de la Catedral. Una pieza en la que contó el autor con 67 músicos de la Escuela Nacional de Arte y 33 de la Escuela Elemental; 100 personas que tocarían un único instrumento, el platillo. Lo singular de esta muestra, a más de utilizar como escenario el área patrimonial, se encontraba en la connotación de diversidad cultural que emanaba de cada uno de dichos platillos. Acompañaban a auténticos instrumentos las más insospechadas soluciones, todas en base a solo un referente, las tapas de las ollas y cazuelas que desde una total heterogeneidad revelaban una polifonía sociocultural que desbordaba toda posible barrera. Dirigir tan complejo grupo sería el reto de la propuesta de Michelangelo; la del auditorio, afinar sus oídos para el disfrute de la pieza.
En una y otra propuesta, en apoyo a una contante relación entre modernidad y tradición, está el patrimonio urbano arquitectónico. Estos han sido solo los primeros clamores por su connotación como textos culturales de vital importancia en la identidad de los cubanos. Un referente documental que desde la otredad reutilizan nuestros invitados y que desde sus obras se torna más nuestro. Como en ediciones anteriores, el patrimonio urbano arquitectónico es mucho más que un escenario para la Bienal; es, además; uno de sus más vivos personajes.
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