Dentro de la intelectualidad cubana, el periodista, historiador y ensayista doctor Pedro Pablo Rodríguez López, es una de las figuras más prominentes dedicada al estudio e investigación de la vida y la obra de nuestro Héroe Nacional José Martí. Su meritoria labor ha transitado desde hace años por diversas etapas, entre ellas, la de haber sido y continuar siendo profesor y forjador de mentes jóvenes preclaras en el pensamiento martiano. Su trabajo actual, al frente de un equipo dedicado a la confección de la Edición Crítica de las Obras Completas de nuestro Apóstol avalan (entre otras muchas razones), sus cualidades como ser humano en especial, su sencillez, honestidad y persuasión. El doctor Pedro Pablo —como todos le conocen—, concedió una entrevista al periódico digital Cubarte para comentar sobre algunas cuestiones que, según afirmó: “No esperaba”.
Algunos críticos opinan que la biografía escrita por el periodista y profesor Jorge Mañach sobre el Apóstol de nuestra Independencia, continúa siendo considerada como la más completa o elaborada hasta la fecha. ¿Cómo realizaría, o tendría a bien escribir, el doctor Pedro Pablo Rodríguez otra obra superior o de mayor relevancia? ¿Qué espacios faltarían por llenar o remitirse sobre la vida y la obra de tan magnífica figura? ¿Hacia dónde dirigir su prominencia en la actualidad a la hora de ser escrita?
Estimo que Mañach fue un gran escritor y supo siempre utilizar muy bien los recursos narrativos para confeccionar una biografía novelada, como se decía en aquel entonces, sobre José Martí. Mucho mejor, a mi juicio, si se le compara con las que hicieron otros noveladores de biografías de la época como Emil Ludwig y Stefan Zweig, quienes eran bastante acuciosos en su información histórica, mas ninguno alcanza la grandeza literaria de Mañach.
No obstante, hoy no podría decir que la biografía sobre Martí de Jorge Mañach, es la más completa porque han pasado muchos años, y estos demuestran que existen errores que no se les pudo prever en su tiempo por parte de dicho Autor; elementos que tampoco se conocían y que las incontables investigaciones realizadas en los últimos tiempos demuestran lo mucho que se ha avanzado al respecto. Los estudios martianos han avanzado también mucho en Cuba y en el mundo, aportando nuevos conocimientos. Es por ello que, en algunos puntos, resulta desactualizada dicha Biografía.
Pero, reitero, el secreto de su gancho está en la forma novelada en que está escrita que, aunque no enfatiza en lo ficcional, sí utiliza algunos de sus elementos impregnándole un gran sentido de realismo a la narración.
Hace muchos años que tengo un proyecto para la confección de una biografía sobre José Martí —incluso tengo un esquema bastante grande y extenso de cada de sus partes—, de unas cuantas centenares de cuartillas, pero Él no me deja tiempo alguno en estos momentos. Me agradaría muchísimo escribir esa biografía; no enfocarla solamente en lo que ocurrió con el hombre, sino también en la forma o manera en que éste llega a insertarse en su época y llegarla a trascender.
No obstante, considero como mi mejor obra la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí, y esta es mi compromiso con Cuba, con los cubanos y con él, por supuesto.
Martí y la Religión
Este es un tema que se ha estudiado bastante —existen estudios importantes, entre ellos los efectuados por el pastor Rafael Cepeda, con un libro publicado en Costa Rica—, y diría que lo más relevante en él es que Martí trazó una gran división entre religiones e iglesias. Para él el mundo de las religiones forma parte del ser humano y de las sociedades, cuya naturaleza varía, partiendo también de las variaciones que tienen la historia, las culturas de cada sociedad pero que, a su vez, es una forma de expresión de la espiritualidad humana, de la sensibilidad de los seres humanos. Es difícil por no decir imposible, afiliar a Martí en una religión dada, porque él toma de aquí y de allá. Es capaz de decir que Jesús es una de las figuras más importantes en la historia de la humanidad basado en el sacrificio que realiza por su profundo amor y voluntad al prójimo. Jesús es un modelo de alguna manera para Martí, mas esta idea no trata de convertirla como símbolo del sacrificio adscripto a determinada iglesia, no obstante formarse dentro del seno de una familia española de creencia católica y en un mundo eminentemente creyente del catolicismo como es el latinoamericano, y en específico del siglo XIX, donde el catolicismo tenía hegemonía. Todo ello explica su mente abierta, al comunicarse tanto con un libre pensador norteamericano como con un famoso orador pastor protestante.
Esta apertura martiana se aviene también con el conocimiento de las religiones de los pueblos aborígenes de nuestra América, su marcado interés además por conocer las creencias religiosas de la Antigüedad clásica greco-latina y del mundo de los pueblos árabes, orientales, del hinduismo… Tenía un aval de lecturas de muchos orientalistas británicos y franceses quienes contaban ya entonces con innumerables académicos autores de volúmenes relacionados con la segunda mitad del siglo XIX. Martí leyó muchos en los idiomas inglés y francés referidos a Irán —el imperio y religión persa, y tengo la sospecha que se interesó muchísimo también por las religiones africanas producto de las informaciones que tenía sobre el dominio colonial europeo en África. Siguió bastante de cerca las informaciones referidas a los grandes exploradores europeos en distintas regiones africanas de aquella época. Posiblemente tenía más lecturas de las que imaginamos hasta el momento.
Los planteamientos del hombre sobre sus grandes problemas es lo que impregna en su idea y evaluación sobre la religión. Diría que en él existía una religión propia, en la que su sentido de dios no es la del creador, sino una fuerza moral. Hay quienes han hallado desde la teología cristiana y, particularmente la católica, que el dios martiano no se ajusta al católico debido a las cuestiones que escribió desde muy joven. Él no entra dentro del pensamiento teológico cristiano, ni mucho menos en el católico; lo que sí está dispuesto a admitir de cualquier religión todo lo representativo en cuanto a valores, a elementos morales, de ayuda al perfeccionamiento y sacrificio del hombre. Lo que sí en él hallamos más referencias del mundo bíblico pues su entorno histórico-social-familiar está plagado de información, de elementos católicos muy asentado dentro de la cultura greco latina y judía. Algo que hereda y es por ello algunas de las referencias bíblicas a las que hace alusión en algunos de sus trabajos. La Biblia, una lectura que, en todo momento tuvo a su alcance.
Martí y la Masonería
Hace cerca de cuatro o cinco años atrás que un compañero estudioso de la vida y la obra del Apóstol halló entre la papelería de una logia en la provincia de Cienfuegos, el documento referido al traslado de un español masón a Cuba y éste aparece con la firma de Anahuac, pseudónimo o nombre de guerra de Martí, utilizado durante la Guerra Chiquita. Fue entonces que nos dimos a la tarea de estudiar dicha firma. Todo ello evidenció su condición de masón, algo que nunca se pierde en la vida.
Hay varias razones que explican su presencia en ella. Entre ellas, la existencia de una tradición patriótica y revolucionaria de la masonería en la Isla, al igual que en el resto del mundo. Hay que recordar que los masones fueron perseguidos por la iglesia católica de corte medieval al igual que en otras épocas —era como perseguir a los comunistas del siglo XX—. Igualmente la masonería conspiró contra las monarquías, contra los regímenes conservadores, contra la iglesia católica y sus regímenes papales hasta 1870 en que Garibaldi entra en Roma y rodea El Vaticano. Y esto es lo que le queda en estos momentos a la iglesia católica… Así, la masonería siempre tuvo un carácter revolucionario y siempre funcionó como una sociedad secreta en infinidad de situaciones. Casi todos los revolucionarios y patriotas conspiradores de la Guerra del 68 en Cuba fueron masones (Céspedes, Perucho Figueredo…) y en América Latina ocurrió igual: San Martín lo primero que funda es una logia (Lautaro) en Buenos Aires; Bolívar, también, para crear así la república y separarse de España…
Estoy seguro que a Martí lo que le interesaba en lo fundamental era el sentido de fraternidad y hermandad que caracteriza a los miembros de cualquier masonería en momentos sumamente difíciles y de socorro; esa ayuda al prójimo de forma desinteresada y compartimentada.
No obstante, hasta la fecha no tenemos evidencia alguna de que, a su llegada a Estados Unidos, continuase practicando en una logia su vida como masón, pero tampoco me asombraría de que en algún momento nos enterásemos que alguna vez acudiese a alguna masonería. Imagino la posibilidad de que quizás, en algún momento, alquilase algún salón en The Masonic Temple, en Nueva York —que se cobraba mucho más barato—, para realizar reuniones con los emigrados revolucionarios cubanos. No dudo que existiese algún tipo de colaboración con masonerías de esa urbe, de Filadelfia, o de Tampa y Cayo Hueso. No dudamos que el Delegado del Partido Revolucionario Cubano estuviese involucrado en ellas acompañando a otros patriotas conspiradores independentistas. En España sí fue secretario de una logia donde alcanzó el grado treinta o treinta y uno.
Martí y su hermano queridísimo Manuel Mercado
A veces me he preguntado cómo sería la amistad de Mercado hacia Martí. Lamentablemente, no tenemos las cartas de él dirigidas a nuestro Héroe Nacional. Según se dice Martí las dejó en la casa de Carmen Miyares días antes de partir hacia Cuba; y según ella, a principios del siglo XX (1910), se inundó el sótano de su casa donde se hallaban todas aquellas cartas. ¡Todas se perdieron! ¡Una enorme correspondencia que más nunca podremos ver!
Realmente la relación entre Martí y Mercado duró escasamente dos años; el tiempo que Martí estuvo en México.
Lo que sí no cabe la menor duda es que Mercado, político y subsecretario de gobernación, le brindó una sincera amistad a nuestro Apóstol durante su estancia en ese país y sin estar en él: Mercado le abrió el camino para su entrada en el periódico El Partido Liberal; lo conectó para su entrevista con Porfirio Díaz. Sí observo en cada una de las misivas de Martí que él está, desde la emigración, añorando e algún modo a esa familia tranquila y unida que pudo hacer Mercado con mucho rigor. Circunstancias como las de desayunar o almorzar juntos, conversar y brindar afecto a una familia que él nunca, por su parte, pudo tener ni disfrutar ¡Cuánto me gustaría estar con ustedes reunidos toda la familia, en estos momentos…!
Quizás nunca logremos precisar cómo y por qué funcionó esa amistad, al no tener con nosotros la correspondencia de Mercado. Pero de lo que sí no cabe la menor duda es que Martí haya sobrestimado esa amistad, idealizando quizás (reitero) un poco al hombre…y que a la vez Manuel Mercado jugó un papel importantísimo en su vida.
En su penúltima carta le habla con toda claridad a Mercado, como político mexicano, de sus objetivos en la Guerra necesaria. Y cuando leemos la misiva que le escribe a Porfirio Díaz nos percatamos de —hallada hace unos diez o doce años gracias al médico mexicano estudioso de la obra martiana, Herrera Franyutti—, que Martí le da una condición de estadista para que lo apoye, por supuesto, en sus objetivos independentistas. Le explica al Presidente azteca que Cuba independiente sería una seguridad para México independiente, ante la amenaza por el norte de Estados Unidos. Fíjate además en lo que le plantea al respecto a Mercado en su carta inconclusa de mayo de 1895.
Acerca de esa amistad existen opiniones muy divididas entre historiadores cubanos y mexicanos, y en cómo el gobierno de ese país se proyectó ante las aspiraciones independentistas de la Mayor de las Antillas. Ciertamente existía un sector económico comercial hispano en México en aquellos momentos, del cual ese país no aspiraba a enemistarse y, en ocasiones, plantearon ciertos obstáculos a las actividades de los emigrados cubanos. Sin embargo, éstos mientras más alejados estuviesen de la capital azteca, mucho mejor, al no resultar tan visibles a las autoridades. Incluso, han aparecido algunos documentos reveladores sobre los planteamientos anexionistas de algunos políticos mexicanos (1896-1897) para la incorporación de Cuba a ese país. Se han hallado también informes (decenales) escritos por el Cónsul mexicano en La Habana en aquel entonces, persona muy entusiasta por el logro de la independencia en la isla.
Todos estos elementos nos llevan a concluir que la relación de Martí con Mercado era importantísima no sólo por la amistad demostrada en más de una ocasión —este político mexicano fue también el hombre que se encargó de promover la novela Ramona, de Helen Hunt Jackson, traducida al español por Martí--, sino también por su apoyo moral, económico y político en ocasiones.
Los hijos de Mercado entregaron todas las cartas de Martí en la década del cuarenta del pasado siglo.
. Martí-Carmen Zayas Bazán/ Carmen Miyares
Este será uno de los puntos picantes –vamos a decirlo así--, dentro de la vida del Maestro. Mi opinión muy personal es el que amor de su vida fue Carmen Zayas Bazán, fue de quien siempre estuvo muy enamorado y durante muchísimo tiempo. Pienso también que existían por parte de Carmen razones sobradas para las desavenencias, frente a un hombre a quien le era imposible realizar vida hogareña, al igual que ella como madre aspirase también a una seguridad plena para la educación de su hijo… Esto era inevitable y mucho más si recordamos que era una mujer de buena cuna, sin necesidades, hasta que se casó con Martí. Ella siempre estuvo enamorada de su esposo. Cuando él regresa a Cuba y luego nuevamente lo deportan a España, el padre de ella (abogado y otra de cuyas hijas estaba casada con el gobernador español en Camagüey), le ofreció resolver el divorcio a lo cual ella se negó.
Asimismo existen otros elementos, entre ellos, ella nunca crió al hijo bajo la conciencia de rechazo a su padre. En lo poco que se conserva del hijo se observa sobre el respeto y admiración que sentía hacia su padre. Incluso, estuvo con sólo quince años de edad conspirando en Cuba y haciendo prácticas de tiro en las lomas de Najasa, en la provincia de Camagüey —junto a Enrique Loynaz del Castillo—, y cuando la madre lo envía a Estados Unidos para que no involucrase en la guerra, el joven retorna en una expedición a Cuba. Siempre tuvo como premisa seguir y cumplir con el ejemplo de su padre, no obstante la relación tan esporádica existente entre ambos.
Todo ello explica también su relación con María Mantilla. No me interesa si fue su hija desde un punto de vista fisiológico, si una paternidad física o no —si en algún momento se realiza un estudio de ADN quedará resuelto este misterio—; en el fondo, fue su hija, al criarla, ayudarla, darle consejos, la siguió muy de cerca… Se habla siempre de María, pero se olvida a su hermana mayor, Carmita. ¡Cuántas cartas existen de Martí dirigidas a ambas! Ellas fueron las hijas de Martí; las quiso muchísimo a las dos. Asimismo, existió una relación muy estrecha de él hacia el hijo varón (Ernesto) de Carmen Miyares y Manuel Mantilla. Este colabora con Martí y se traslada con él a Fernandina.
Tiendo a pensar que, efectivamente, existió una relación amorosa entre Martí y Carmen Miyares; que pudo ser antes o después del nacimiento de María Mantilla. Carmen era una mujer muy fuerte con un negocio propio (casa de huéspedes ocupada por emigrados), casada con un hombre que murió en 1884 (producto de una cardiopatía), y quien tenía a su haber una pequeña fábrica de tabacos.
Aunque nunca ha existido una correspondencia que corrobore una relación amorosa entre Martí y Carmen Miyares, sí resultaría lícito pensar en ello. ¿Cuándo y en qué circunstancias? Se desconocen.
No obstante y dejando a un lado cualquier tipo de comentarios o hipótesis sobre dicho problema, debo decir que para mí lo más importante es haber conocido que Martí fue el padre emocional, espiritual de María, y quien realmente la formó.
¿Considera la existencia de algunas grietas o debilidades dentro del sector de la intelectualidad literaria y artística cubana actual que pudieran favorecer a la nueva política del gobierno de Estados Unidos que, según ha declarado, consiste en un cambio de métodos, manteniendo igual estrategia respecto a la Revolución cubana? ¿Cómo vincular el Pensamiento martiano ante este nuevo reto que afrontaría el país? ¿Qué recomendaciones le haría a dicho sector?
Si existen grietas o debilidades, también existen fortalezas. Me gustaría empezar por esto último, pues estimo que hoy buena parte de la intelectualidad cubana tiene un fuerte sentido nacional, y mucho más incluso de lo que habitualmente algunos quisieran reconocer —diría algunos políticos, algunas personalidades de la política—; es por ello que estimo que la intelectualidad es uno de los sectores más confiables en la vida política cubana hoy en día.
Lo que pudieran calificarse como grietas o debilidades son las mismas que pudieran aparecer en otros sectores de la sociedad cubana, y ello no es producto o consecuencia de un tipo de labor o de función social, sino de la situación que está atravesando el país desde inicios de 1990 hasta el presente siglo.
Cuba ha atravesado una crisis demasiado larga, y no digo demasiado porque quizás piense que pudo haberse solucionado antes —no me siento capaz de opinar en ese sentido—; pero el hecho real es que ha sido demasiado larga. Históricamente, la Guerra de los Diez Años concluyó con la población agotada. Como dijo Martí: “No nos vencieron, entregamos la espada”. Mas no se le ocurrió decir que aquellos que se acogieron a la paz hubiesen sido traidores; la mayoría de ellos retornaron a pelear por Cuba, o se mantuvieron a favor de la independencia cubana en 1895.
Lo que sucede es que existen momentos de desaliento, de cansancio y, realmente, el nivel de presión sobre el pueblo cubano, luego de los años noventa, ha sido muy grande. Esto, por otra parte, ha generado o ha ido acompañado —y es lógico que así suceda—, de una pérdida de valores morales; y a la vez que esto existe de confianza, de esperanza, pues la gente busca sustitutivos. Y cuando las dificultades materiales son muy grandes, pues la gente busca cómo resolverlas.
Sí estimo que ha habido un gran error en Cuba y no de los intelectuales, sino de los políticos, y es permitir durante mucho tiempo —y sin combatir a fondo—, cierta corrupción.
Aclaro que no es que todo el mundo sea corrupto, sino que se ha generalizado. Y todo ello crea un gran problema como es la pérdida de valores morales. No dudo que muchas personas inescrupulosas se roben una lata de pintura —al igual que dos o tres—; pero si mañana se produce una invasión de los norteamericanos. No tengo dudas en ese sentido, porque se posee un sentido de nacionalidad demasiado fuerte.
Por otra parte, no somos perfectos. El ser humano tiene sus lados oscuro y claro del corazón.
Ciertamente ha habido una cierta recuperación económica a un costo bastante elevado. Por un lado, la emigración ha sido una válvula, y vamos a hablar en términos económicos: por mucho que nos duela cuando se nos marcha alguien de la familia o alguna amistad, estos constituyen una válvula muy importante, pues buena parte de quienes se han marchado durante los últimos quince a veinte años están contribuyendo al mantenimiento de sus familias y a otorgar ingresos al país nada despreciables.
A nadie se le ocurre que ello constituya un problema político, como se valoró durante mucho tiempo en Cuba. Igual situación ocurre en otros países latinoamericanos como es el caso de la República Dominicana, por citarte uno.
Actualmente la sociedad cubana se debate en fuertes contradicciones y problemas, y otra cuestión fundamental: el salario no le alcanza a mucha gente. Por tanto, se buscan formas de búsqueda de recursos para poder sobrevivir y éstas se están dando a través de los marcos legales o bordeando éstos. Todo ello es lo que está provocando tanta pérdida de valores.
¡Cuántos maestros no hubo corruptos en Cuba antes de los años noventa! Quizás hubo alguno, pero era tan excepcional que no nos dimos cuenta. De seguro, eran tan pocos o casos tan pequeños e irrelevantes que quedaban aplastados por la entrega de las grandes mayorías.
Diría que aún continúa la entrega de las grandes mayorías. Recordemos a esa gran cantidad de personas que aún en los peores momentos del Período Especial y, sin medios de transportación, continuaban asistiendo a sus centros de trabajo. Y quienes todavía hoy continúan trabajando aunque el salario no les alcance. Lo que no podemos pensar es que todos se corrompen, es que todos roban, o se dedican a vivir al margen de lo establecido.
Estimo que sí existe un fuerte sentido de nacionalidad que, aunque se deteriore un poco, no está totalmente perdida. Incluso, cuando he realizado algún viaje al exterior, he conocido a algunos cubanos —pertenecientes en muchísimos casos a la emigración de los noventa—, quienes continúan sintiéndose muy cubanos, y quienes además manifiestan una gran preocupación y amor por Cuba. Algunos pueden tener sus ideas equivocadas referidas a lo que ocurre en nuestro país en estos momentos pero sin embargo, nunca adoptan las posturas del enemigo o contrarrevolucionario. Son cubanos quienes, realmente, si mejorasen un poco las condiciones económicas en la isla y tuviesen posibilidades de tener un trabajo seguro aquí, estarían dispuestos a regresar.
Esto es lo que está ocurriendo y afectando a todos los sectores de la sociedad cubana. No existe un sector perfecto como tampoco algún otro afectado por esta situación. Por suerte, la política cultural desde los años noventa tuvo una apertura al mundo intelectual.
Todo esto constituye una válvula, y ello lo vemos cuando un músico (por ejemplo) trabaja contratado en otro país durante seis meses, digamos, y puede retornar y ayudar a proyectos culturales de la Isla. Es el caso, por ejemplo, del famoso bailarín Carlos Acosta, quien tiene el proyecto de crear una pequeña compañía de ballet aquí, en Cuba; en el país donde creció y se formó como artista y no en ningún otro lugar donde ha obtenido tantos lauros durante su carrera internacional. Este es el indicio de la existencia de una nacionalidad muy fuerte y de un espíritu nacional muy fuerte.
Sobre la Edición Crítica: experiencias y retos inmediatos
La Edición Crítica es el gran reto de mi vida desde los años noventa del pasado siglo. Conforma el grupo de trabajo más fuerte en el CEM, lo que nos ha obligado a ampliar el diapasón de nuestros intereses y conocimientos. En nuestra institución siempre hemos luchado porque no existan fronteras profesionales. Esto es la división entre quienes se dedican a la literatura, o a la política, o a la historia, o a la filosofía… Eso no existe aquí, pues siempre se ha tenido en cuenta que Martí es una integralidad desde todo punto de vista.
En el caso de la Edición Crítica necesitamos miradas críticas desde diferentes disciplinas para poder asumir el aparato crítico (¡y valga la redundancia!), que ella exige. En muchas ocasiones, incluso, hemos acudido a colaboradores y especialistas dentro del país y en el extranjero para la realización de consultas sobre diversos temas y sus respectivos enfoques, para luego confeccionar tan sólo una nota de tres o cuatro líneas.
De colaboraciones extranjeras puedo citar a profesores e investigadores de universidades de Puerto Rico, Nueva York, México, España, Francia, Inglaterra, de la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos… de los más disímiles lugares. Puedo citar además a personas que han contribuido o realizado donaciones decisivas, como el profesor mexicano doctor Herrera Franyutti quien compró de su peculio una colección completa de microfilmes de la Revista Universal en la que trabajó Martí durante dos años; el profesor e investigador norteamericano Iván Schulmann, quien nos envió una colección completa del periódico The Hour (diciembre de 1880) donde trabajó nuestro Héroe Nacional, al igual que otra colección de entre 1881 y 1890 del periódico The Sun. Estas, entre otras muchas donaciones.
Hay que decir que esta es una obra eminentemente colectiva; una obra de investigadores en general, de editores dedicados a ella exclusivamente. Este es el principal logro que tiene este colectivo. Al mismo tiempo la Edición Crítica ha permitido investigaciones que han partido de ella y que han enriquecido el conocimiento martiano. Son los ejemplos del Club Crepúsculo y del Caso Cutting, temas tratados en sendos libros por Rodolfo Sarracino, acerca de los cuales se desconocían con anterioridad numerosos aspectos o no se conocían a profundidad.
Tenemos también compañeras como Marlene Vázquez,y Lourdes Ocampo, quienes realizarán sus tesis de doctorado a partir de las investigaciones de temas de la Edición Crítica.
Por otra parte hay que tener muy en cuenta que toda obra es perfectible. Dentro de cuarenta o cincuenta años algunos descubrirán o se percatarán entonces de errores que hemos cometido; se sabrán cosas que hoy desconocemos; habrán otras apreciaciones y quizás sean más acertadas las que se den en un futuro. Pero de lo que no cabrá la menor duda es que la Edición Crítica será valedera durante mucho tiempo, como lo ha sido la edición de los 27 tomos de las Obras Completas de José Martí.
Sin la existencia de personas como Gonzalo de Quesada y Aróstegui y de Gonzalo de Quesada y Miranda, éstos no se hubiesen logrado. Si Quesada y Aróstegui no hubiese dedicado buena parte de su tiempo a la búsqueda e investigación de la vida y la obra de Martí, al igual que si su hijo Quesada y Miranda no hubiera publicado la edición de los 27 Tomos, hoy ninguno de nosotros podríamos llevar a cabo una obra de la magnitud de la Edición Crítica.
Puedo decir con orgullo que, hasta la fecha, hemos compilado más de 300, muchos de ellos notas desconocidas con anterioridad. Y todo esto lo podemos hacer porque ya existen textos entregados por quienes nos antecedieron. Es así cómo todo conocimiento parte de un conocimiento anterior.
A esto habría que agregar la existencia de colaboradores inesperados provenientes de los más diversos sectores, como es el ejemplo de Luis García Pascual, obrero cervecero, quien ha dedicado buena parte de su vida a la investigación martiana durante incontables visitas a la Biblioteca Nacional José Martí.
Sus recuerdos junto a Cintio Vitier
Tuve una afinidad muy grande con Cintio Vitier. Nos conocimos cuando él me pidió permiso para republicar en el Anuario Martiano —Número cuatro, de la Biblioteca Nacional José Martí—, un trabajo de mi autoría, que redacté para el penúltimo número de la revista Pensamiento Crítico No. 49-50. A partir de ese momento se desarrolló una relación que se fue haciendo cada vez más intensa y sistemática. Esta relación se hizo más profunda cuando entro a trabajar en el CEM para ponerme al frente de la preparación de la Edición Crítica.
A Cintio siempre acostumbraba hacerle consultas de todo tipo —hoy, se las hago a su esposa, la escritora Fina García Marruz—; nunca olvidaré que, en una ocasión, Cintio me pregunto la razón por la cual le hacía tantas preguntas, si yo sabía tanto o más que él en muchas facetas de la vida de Martí, puntualizándome “Toma tus decisiones propias, que tanto Fina como yo siempre te vamos a apoyar. Además, no hay mejor persona que tú para concluir lo que nosotros iniciamos”.
Así era Cintio pero también habría que verlo como personalidad moral. Durante mucho tiempo tanto él como Fina siempre se mantuvieron muy firmes y dignos en sus puestos de trabajo no obstante la ocurrencia en aquella época de una serie de situaciones y actitudes negativas, producto en definitiva de envidias, vanidades tontas, complejos…
A ambos los recuerdo a su llegada desde horas muy tempranas a la Biblioteca Nacional (marcando sus respectivas tarjetas de asistencia), sin jamás desplegar amarguras, resentimientos, rencores…Cintio afirmaba que quien sufre de rencores, jamás puede ni podría vivir.
Ese ha sido Cintio para mí: una gran figura moral, un gran faro de valores, de cubanía sostenida en valores, dentro del campo de la intelectualidad cubana, a quien recuerdo y recordaré siempre con muchísimo respeto. Realmente, nunca compartí sus ideas religiosas o puntos de vista filosóficos referidos a ese tema, pero los respetaba y, diría más al respecto: sosteníamos conversaciones o debatíamos sin jamás discutir. Cintio nunca quiso ser el dómine, el hombre o jefe superior a quien hay que rendirle culto. Siempre pensó en Cuba, en su Patria, en su pueblo y sus valores, en entregarle todos sus esfuerzos. A Cintio, siempre lo respetaré y admiraré.
Finalmente quisiera puntualizar que a ratos me siento insatisfecho conmigo mismo, porque creo que podría hacer muchas más cosas de las que hago. Quisiera incluso estirar el tiempo para atender determinadas cuestiones que considero importantes para este trabajo que realizo sobre la Edición Crítica, sobre nuestro Martí; quisiera también tener la oportunidad de leer más novelas o más libros de poesía, al igual que disfrutar de algunas películas que a veces se me escapan.
Asimismo, trabajar en colectivo tiene sus vicisitudes porque cada persona tiene sus singularidades, su individualidad. En el caso de nuestro equipo de trabajo éste lo conforman doce personas: diez mujeres y tan solo dos hombres.
En relación con mi vida personal disfruto mucho caminar por las calles, realizar compras de numerosas frutas, conversar con la gente sobre diversos temas como música, artistas, en deportes, admirar a una saltadora medallista como Yanisley Silva porque son personas jóvenes que se entregan a la vida, sin exigir nada a cambio. Algo que dignifica y te da deseos de continuar viviendo. Me gusta conocer personas así: modestas, honestas, valientes y exentas de vanidad; a las vanidosas las rechazo profundamente.
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