La más célebre “Peña literaria” del primer tercio del siglo XX en Cuba, fue la que se efectuaba en la terraza del Teatro Martí.
Para Ángel Augier, aquel espacio, “reunía en polémica convivencia, a cultivadores de un modernismo ya superado, jóvenes que mantenían una actitud crítica frente a la generación anterior y donde la pasión literaria sobrepasaba a la política”.
Ahora que La Habana celebra el 496 Aniversario de su fundación, se hace imprescindible acercarse a estas recordaciones y mucho más, cuando recientemente el emblemático Teatro, fue hermosamente restaurado y su escenario iluminado y colorido, volvió a renacer.
El Teatro Martí, que tuvo por nombre a sus inicios, el de “Irijoa” aludiendo al vasco que lo construyó, fue inaugurado en el siglo XIX, en el año de 1884.
Los seres humanos hemos sentido siempre la necesidad de reunirnos. Como dirían nuestros abuelos “es importante vivir en sociedad” y como señalara Enrique José Varona, “el hombre es moral porque es sociable”.
Los cubanos por idiosincrasia, somos afables y conversadores. Necesitamos intercambiar ideas, expresar inquietudes, refutar, criticar y apoyar o proponer grandes y extraordinarias ideas, que puedan servir para soñar o para crecer.
Muchos ejemplos aparecen en nuestra historia que demuestran lo que acabamos de expresar.
En torno a personalidades destacadas de nuestra cultura, se agrupaban amigos y seguidores. Así, en los propios hogares, en cafés, terrazas, redacciones de periódicos y revistas, bares, barberías, aceras, se establecían estos encuentros, que enriquecieron y aún enriquecen nuestra cultura y contribuyen, al desarrollo no solo personal, sino de toda nuestra Sociedad.
La peña más célebre de La Habana, les decía, de carácter literario, dicen que fue la desarrollada en la terraza del Teatro Martí, allá por los años de 20 al 21, del pasado siglo.
Según las investigaciones, que son muchas, en los encuentros de aquella terraza, se podían observar dos grupos bien definidos. Uno de ellos, la de los “líricos rebeldes” y otro, las de los llamados “líricos románticos”.
Las mesas soportaban el crujir de sus asientos, cuando los apasionados subían el tono y Rubén Martínez Villena, que fungía de leader, solía tranquilizarlos con su conocida cordialidad. En aquel grupo estaba Rafael Esténger, José Z. Tallet, Enrique Serpa y André Núñez Olano, entre otros.
Para que se tenga una idea, Rubén Martínez Villena, contaba alrededor de 21 años de edad y ya era un poeta reconocido que comenzaba a publicar en revistas de La Habana y que consideraba, que esa Peña era “heterogénea y rebelde”.
Pienso que lo más probable es que Villena no olvidara la famosa “Acera del Louvre”, fundada en 1862, el gran antecedente, para muchos, de los que en la terraza del teatro, se reunían.
Gustavo Robreño, en su novela histórica llamada La Acera del Louvre (1925), escribía la siguiente dedicatoria: “A los muchachos que son y a los que fueron”.
En el otro grupo que se reunía en la Peña del Martí, la de “los románticos”, figuraban Gustavo Sánchez Galarraga, el dibujante Dalmau y algunos menos conocidos.
Una nota interesante es que Galarraga, años después, tuvo su propia Peña en Belascoaín y Lagunas, en la misma fecha en que escribiera El Cafetal, María La O y Rosa la China, musicadas todas por Ernesto Lecuona, por los años 1929 y 1930.
La Peña del Teatro Martí, a que hacemos referencia, no duró mucho tiempo, pero dejó una huella indeleble en nuestra cultura y en la historia creativa de la capital.
Más tarde, estos jóvenes que se habían encontrado en la terraza del Martí, siguieron reuniéndose en el comedor del Hotel Lafayette y en las redacciones de El Fígaro y de La Revista Social.
De esos encuentros, salieron cubanos muy valientes, muchos de los cuales, integraron el “Grupo Minorista” de trascendente historia revolucionaria, allá por los años 25 al 28.
Emilio Roig de Leuchsenring, en 1929, en La Revista Social, relataba que muchos de esos jóvenes sufrieron persecuciones, guardaron prisión y recibieron malos tratos por defender la libertad y la democracia en el país. En aquella lista, bastante larga de Roig, se encuentran nombres prestigiosos, como la del propio Villena, Marinello, Mañach, Brull, Tallet, Serpa, Núñez Olano, Baralt y Mari Blanca Sabas Alomá, una mujer de su tiempo, distinguida periodista, que siempre vio a la Peña del Martí “como un grupo constituido por gente joven, que había entrado en un modernismo literario bañado de todas las corrientes”.
Llegó el momento, que la pasión política de estos revolucionarios, sobrepasaba su pasión literaria. Siempre se dijo, que sus guías morales habían sido Enrique José Varona y Don Fernando Ortiz.
Como algo muy curioso, es interesante destacar, que allí en la instalación teatral, se desarrollaba también, una Peña farandulera que reunía a artistas y amigos y que duró más tiempo. Muchos recuerdan, cuando una noche, Sindo Garay interpretó algunas canciones y un tenor español, que actuó en Cuba, el barítono Ordóñez, al escucharlo dijo que las melodías de Sindo, tenían el olor y el sabor de Cuba.
Una Peña que merece mención, descrita hábilmente por el historiador Manuel I. Mesa Rodríguez y que se realizó durante los años 1930 y 1931, fue la Tertulia del Círculo de Bellas Artes. Estos encuentros llamados “sabatinos”, eran conducidas por el profesor Salvador Salazar. Comenzaron estas Tertulias en la Plaza de la Catedral, se trasladaron posteriormente para el Paseo del Prado y más adelante, para la calle San Lázaro entre Galiano y San Nicolás, en lo que era la Asociación de Prensa.
El pintor Antonio Rodríguez Morey, el ensayista y filósofo Medardo Vitier y Agustín Acosta, el poeta, fueron grandes promotores del espacio.
Otros artistas e intelectuales cubanos, no se la perdían, entre ellos, el músico Eliseo Grenet y el pintor Valderrama.
Se habla también de la Peña “La Esquina del Pecado”, punto de convergencia de mujeres bellas de La Habana.
Esta Peña que resultó “caminante y peregrina”, estuvo en los portales de La Isla (lo que fue después Flogar), en los de la Casa Grande (el conocido Ten Cent), llegando a los portales de la peletería El Paraíso (en la Época). Buen recorrido expectante y muy colorido.
Por otra parte, es interesante conocer que un grupo de destacados intelectuales cubanos de la época, habían establecido como costumbre reunirse, para conversar con respeto e intercambiar opiniones diversas. Habían escogido un restaurant belga de la vieja ciudad. Allí con frecuencia almorzaban, y algunos, como Ángel Augier y Carlos Rafael Rodríguez aprovechaban para organizar tareas del Partido.
Emilio Roig, que asistía a estos almuerzos, propuso trasladarse para otro lugar, que resultó ser el Hotel Ambos Mundos.
En 1931, esta Peña la presidió Don Fernando Ortiz. De ella, surgieron los Congresos Nacionales de Historia y la creación de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales, de la cual fue figura principal, el propio Emilio Roig, el Historiador de la Habana.
Esta Peña, según el investigador José Antonio Pascual, fue la última gran Peña literaria de La Habana. Duró hasta el año de 1935.
Quisiera, que este breve repaso de cubanísimos encuentros, que marcaron la intensa vida cultural de nuestra hermosa capital, sirva de homenaje a nuestra Habana, en su nuevo aniversario.
Volviendo al Teatro Martí, hoy hermoso y restaurado, al transitar frente a él, nos parece sentir la cálida presencia de aquellos jóvenes cubanos, muchos de ellos patriotas y revolucionaros, que disfrutaron de esos encuentros en la emblemática terraza.
Es probable, decía Augier, que Nicolás Guillén, se encontrara con el poeta de “La pupila insomne”, en aquellas apasionadas reuniones.
¡No podemos evitar imaginamos, cuántos hermosos textos saldrían de esta Peña del Martí, llena de contadas historias y recogida en nuestros anales, sin discusión, como la más célebre de La Habana!
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