Cómo explicar el resurgimiento de la EGREM justo a fines de la misma década que parecía marcar su desplazamiento del indiscutible liderazgo a convertirse en un reservorio de la memoria sonora de la nación.
No era un secreto que la EGREM no estuvo a la altura de la realidad económica que definió a la música cubana a partir de la segunda mitad de los años noventa. Económicamente la EGREM quedó rezagada en relación a sus pares extranjeras; solo le quedaba como potencial ventaja la propiedad sobre los estudios de grabación de la calle San Miguel.
Sin embargo; en un cambio de mentalidad institucional se dio vía libre a sus ejecutivos para que con sus finanzas pudieran involucrarse en inversiones que redundaran en que la empresa recuperara su liderazgo o al menos reflotara en todo aquello que le fuera posible. Y ellos supieron aprovechar esta clara y rara oportunidad de independencia.
El primer paso fue invertir en un espacio donde pudieran presentarse las orquestas de moda. Debía ser un espacio multifuncional. Así surgió la Casa de la Música de Playa; y a ese fin se trasformó una vieja edificación que había albergado en los años cincuenta una institución educativa y religiosa.
La siguiente dirección fue ampliar las capacidades de grabación y a ese fin se destinaron fondos para construir, en las cercanías de la casa matriz de la empresa un segundo estudio de grabación con los mejores adelantos técnicos del momento –no se olvide que estamos en pleno auge de la tecnología digital—y se decide extender esa inversión tecnológica a los estudios de la calle San Miguel, también llamados Areito.
Y ante el excelente resultado del primer sitio destinado a las presentaciones en vivo de las orquestas bailables se decide abrir un segundo espacio. Esta vez en pleno centro de la ciudad y se reacondiciona el antiguo cine Jigüe como espacio bailable.
A esa voluntad inversionista se debe sumar un hecho fortuito pero que pondrá nuevamente en la órbita internacional de la industria musical a los estudios Areitos: la grabación en ellos del disco Buenavista Social Club y la consiguiente película del director alemán Wind Wender que relata todo el proceso de creación e historia de sus involucrados.
El disco y la película despertaron en algunos músicos y determinadas empresas multinacionales cierta avidez por “la magia de los años cincuenta” en el ambiente mítico que rodeaba a los estudios cubanos donde “parecía no haber pasado el tiempo”.
Y no era para menos. Una vez que se cruzaba la puerta de entrada se podía respirar en los mismos cierta nostalgia y un cruce de corrientes “espirituales” que sublimaba la música que allí se grababa o se podía escuchar.
Esa moda de poder grabar en los estudios Areito/Panart y hacer un viaje a los años cincuenta propició la llegada a Cuba de importantes músicos norteamericanos –incluidos canadienses—europeos de distintas corrientes que iban desde el pop al jazz e incluso a la música country. Hubo empresas, grandes y pequeñas, decidieron que algunos de sus nuevos talentos grabaran en La Habana. Uno de los ejemplos más notables fue la presencia durante años de la empresa inglesa Word Circuit y la serie de discos que grabó por separado a algunos de los integrantes del Buenavista Social Club.
Ese impulso económico influyó en que los ejecutivos de la EGREM pudieran dedicar energías a soñar y a pensar en cómo regresar a su lugar dentro de la discografía cubana y enriquecer su catálogo musical.
Y esa función de “cazar talentos”, de apostar por nuevas figuras y, de ser posible, hacer regresar a los que se habían marchado tuvo en la dupla Julio Ballester/José Manuel García sus figuras centrales.
Ballester era el presidente de la EGREM y José Manuel García –conocido desde sus años de estudiante en conservatorio como “No pilla”—su director de producción; alrededor de ellos un equipo de trabajo que respondía a esos intereses. Y algo muy importante: económicamente se podían acerca a los “presupuestos económicos que se habían establecido para producir un disco en esos años”.
Solo que, como política empresarial, antes de sumarse al carrusel de la música bailable como principal propuesta, optaron por ampliar el espectro musical y priorizar otras corrientes sonoras cubanas que hasta ese entonces habían estado marginadas.
Potencial musical había, y llegado este momento la EGREM disponía de la infraestructura suficiente para cerrar el ciclo musical; es decir grababa, imprimía los discos en el extranjero y disponía de los espacios para presentar sus nuevos talentos.
Las campanas del regreso estaban por sonar y en ese renacer en un principio los neo marginales estaban presentes.
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