El espectro musical cubano se estaba abriendo a otras propuestas musicales, tan interesantes como la popular bailable que en estos años noventa lideraba el mercado de consumo y distribución de forma casi monopólica; coincidentemente estas propuestas provenían de Europa e involucraban a músicos que representaban “esa minoría musical” que no era tomada en cuenta en estos años noventa pero que estaba ahí.
La crisis económica que vivió Cuba en la primera mitad de la década de los noventa; conocida eufemísticamente como “periodo especial”; generó y provocó un fuerte y diverso proceso migratorio que tuvo diversos matices y al que no fue ajeno ningún sector profesional; y se puede llegar a afirmar que en el caso de los músicos tuvo un fuerte impacto social; sobre todo si se trataba de figuras conocidas o prominentes. Y esta migración se dirigió a dos destinos: Estados unidos, fundamentalmente la ciudad de Miami; y a España que sería la puerta de entrada el viejo continente de decenas de profesionales del gremio.
España vive prácticamente el final de la “llamada movida madrileña”; que es su versión de la bella época francesa del siglo XIX; y en ese espacio se comienzan a insertar los músicos cubanos que de alguna manera serán parte importante de ese proceso conocido como “la moda cuba” que ha de cautivar a ese país.
Innegablemente la ciudad de Barcelona será el foco en el mismo instante en que Ángel Labarrera, o simplemente Angelito el cubano, funda a fines de los años ochenta el bar Sabor latino, que será el primer refugio de nuestros compatriotas en aquel país y será fundamental en la cubanofília posterior que se establecerá en Madrid, y en la que habrá de destacar el trovador Pavel Urquiza.
Pavel logra articular un proyecto discográfico en el que involucra a casi todos los integrantes de un proyecto conocido inicialmente como Lucha Almada que lidera Vanito Brown y que había grabado en la isla un disco que pasó sin penas ni glorias ante la fuerza arrolladora de lo bailable. Nacía así el fenómeno Habana Abierta; que mostraba otra cara de la música cubana y su capacidad para imbricarse con cualquier género musical, triunfar más allá de sones y rumbas como siempre se quiso encasillar a la música cubana.
El proyecto Habana Abierta resumió los intereses musicales, estéticos y sociales de una generación de músicos y jóvenes que cubanos, aunque le interesaba el hecho bailable, necesitaban propuestas que reflejaran sus inquietudes. Se puede afirmar que aquel proyecto, en su conjunto, fue la cara contemporánea de eso que se conoció como Nueva Trova y que ahora demostraba sus matices creativos al final de su camino.
La emisora francesa Radio Latina desde su fundación se había especializado en la difusión y promoción de la música hecha por las minorías de emigrantes, que a partir de los años sesenta se fueron asentando con mayor fuerza en Francia, pero fundamentalmente en la ciudad de París. En su programación encontraron espacios con mayor o menor fortuna todos los géneros de la música cubana y la salsa. Llegados los años noventa y a partir del fenómeno Buena Vista Social Club parte de su programación se centra en acercarse a los diversos acontecimientos musicales que están corriendo en Cuba, y que como parte de su estrategia promueve algunos proyectos del movimiento del hip hop cubano al considerarlos interesantes. Cercano a esa emisora desde que se estableció en Europa – primero en Francia y después en Barcelona—era el percusionista cubano Miguel Ángel Díaz, o simplemente Angá; que había sido integrante primero del grupo Opus 13 y posteriormente ingresó a Irakere tras la muerte de Jorge “el Niño” Alfonso; y cuyo disco Pasaporte figuraba entre los grandes éxitos de la programación de esa emisora.
Angá, a su vez, se había convertido en el puente entre diversos productores musicales y algunos músicos cubanos que se habían ido estableciendo en aquel país una vez terminados sus contratos de trabajo. Parte de esa labor le había convertido en una suerte de asesor de importantes empresarios musicales, entre ellos el dominicano naturalizado estadounidense Ralph Mercado, propietario del sello RMM a quien propone entre otros potenciales integrantes de su catálogo al cantante lírico y trovador Raúl Paz.
Sin embargo; su mayor apuesta será reunir a los integrantes del grupo de rap cubano Amenaza y a un cantante sonero que estaba dando tumbos en París junto al productor y DJ Maykro Nico para experimentar con el hip hop cubano y sus vínculos con el son; algo que hasta ese instante no se había concretado al menos fuera de Cuba; aunque existían algunos intentos interesantes como los de NG la banda con el tema La muerta; y el solo de rap de Adalberto Álvarez con el tema Y que tú quieres que den.
Grosso modo esa es la historia del proyecto Orishas que concluyó con la grabación del disco 537, que identifica el código telefónico asignado a Cuba y a la ciudad de La Habana fundamentalmente. Si Habana Abierta explora desde rock, el pop y diversas fusiones, las corrientes más contemporáneas de la música cubana desde la trova y la canción de autor; Orishas se adentra en los entresijos emocionales del emigrado y su relación con el lugar en que se establece y esa constante nostalgia que lo embarga, pero desde una combinación de ritmos que aparentemente pueden ser antagónicos (el son y el hip hop o rap) y que bien tratados pueden ser complementarios y abrir un amplio espectro creativo. Curiosamente estas dos formas musicales, en su momento, fueron excluidas y marginadas por criterios equivocados e incomprensiones culturales hijas de prejuicios, algunos raciales.
Ambos discos son una declaración de principios. Tres movimientos y propuestas musicales que habían surgido y se proyectaban al complejo mundo de la industria musical, que representaban el amplio abanico de la música cubana; de lo tradicional a lo contemporáneo; sin que en ellos se sintiera la mano y el modo de actuar de los neo marginales cubanos. Ellos, aguardaban agazapados el momento de poder llegar y hacerse un espacio. Todo era cuestión de tiempo.
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