Pensar en marginales punto CU: y se rompió la magia… de este lado del Caribe (II)


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El paso de los Muñequitos de Matanzas por los Estados Unidos, en específico su arrollador éxito en la ciudad de New York, y la popularidad que alcanzaron a nivel de discotecas dos temas del grupo de rap cubano SBS fueron dos de los tantos acontecimientos notables que vivió la música cubana en la segunda mitad de los años noventa del pasado siglo.

El viaje de Los Muñequitos a los Estados Unidos contó con la total colaboración del profesor y estudioso de la música cubana Net Sublet, que involucró a un importante grupo de instituciones y organizaciones de aquel país. Pero fue también una señal de que los tiempos estaban cambiando en materia de acercamiento cultural –en un comienzo en lo musical—entre las dos naciones y tras este movimiento se podía percibir que se entraba en una “segunda luna de miel”; solo que esta vez era impulsada por el abrazo del oso.

Los rumberos matanceros coparon todos los espacios posibles de presentación en la Gran Manzana. Universidades, escuelas de música y antes del Carnegie Hall, se sumaron a las rumbas que comenzaban a organizarse cada domingo en una sección del Parque Central de aquella ciudad, espacio que servía de puente de unión entre muchos músicos cubanos radicados en esa ciudad y muy especialmente los percusionistas.

 Fue tal impacto de esta visita que por vez primera en muchos años el periódico The New York Times dedicó toda una página y un editorial a la presencia de músicos cubanos en esa ciudad, un honor que antes había correspondido al grupo Irakere.

Meses después el mismo periódico volvería sobre los pasos de la música cubana cuando se presenta en esa urbe el Buenavista Social Club.

No se habían apagado los ecos del viaje de “Muñecos” cuando en aquel país desembarca el grupo Yoruba Andabo acompañando a Merceditas Valdés. Solo que a diferencia de los matanceros la tropa rumbera habanera comienza su periplo norteño por la ciudad de Miami, asciende a Los Ángeles y cierra su ruta de presentaciones en la ciudad de New York, solo que no en el Carnegie Hall; esta vez toca el turno al Lincoln Center, aunque se repite la “rumba dominical” en el Parque Central.

La visita y las correspondientes presentaciones en cuanto espacio fuera posible en aquel país y en muchas ciudades y universidades fueron determinantes en el proceso de reinserción y reevaluación de muchos percusionistas cubanos residentes allí desde mediados del siglo, incluso mucho antes. Sobre todo, en el mundo del jazz norteamericano y su relación con lo afrocubano, lo afrocaribeño y lo afroamericano. Aunque también se extendió a otras importantes corrientes de la música norteamericana.

Algunos de estos músicos tuvieron por vez primera la oportunidad de generar y concretar sus propios proyectos discográficos, un sueño que muchos habían acariciado por décadas. No es que no se reconocieran sus aportes o su creatividad, es que simplemente habían quedado como leyendas musicales o  expertos en las sesiones de grabación de importantes producciones musicales.

Como cierre a este primer momento de reconexión musical entre USA y Cuba ocurren tres hechos de notable importancia. Primero, el percusionista José Luis Quintana, “Changuito” graba su primer disco en solitario que es nominado a un premio GRAMMY y es invitado a impartir clases magistrales de su estilo de ejecutar tanto la batería como el resto de los instrumentos de percusión, en diversas universidades y conservatorios de aquella nación.

La banda de soul y de R&B The Temptation invita a la naciente orquesta Bamboleo a ser parte del disco que graba en el año 1994, que a la postre resultó ganador de un premio GRAMMY en su categoría. Mientras que el flautista Orlando “Maraca” Valle con su grupo Otra Visión desembarca en los festivales de jazz que se organizan tanto en la costa este como oeste y hace un largo tour –cerca de treinta presentaciones—por clubes, salas de fiestas y teatros, mientras que uno de sus temas es incorporado a la banda sonora de un filme producido por los estudios Warner Bros.

A nivel interno ocurrían cosas interesantes.

Los noventa fueron la década de esplendor de la música popular bailable pero una vez terminado el concierto o el baile en  que participaba la orquesta de moda las cosas comenzaron a suceder de manera distinta: llegaba el tiempo de la escucha y el disfrute de la música electrónica y ese cambio en el consumo de la música, en el momento que antecede al cierre de los locales contribuyó fuertemente al arribo masivo de turistas, españoles fundamentalmente.

Fue en ese momento que el conocido “musicalizador” cubano, que antes de este momento era un ente pasivo en materia musical, se convirtió en DJ. Primero promoviendo las canciones y mezclas musicales a las que tenía acceso –uno de los primeros momentos de este proceso fue la llegada de las grabaciones del proyecto “salsa mix”—o que le eran sugeridas por las personas que visitaban su lugar de trabajo; y posteriormente creando y promoviendo sus propias creaciones.

Se pasó del simple uso de reproductores de música a la incorporación de la parafernalia tecnológica que implicaba crear música en vivo. Tal vez el lugar pionero del nacimiento del “movimiento de DJ cubano” fue la discoteca del hotel Comodoro; después se sumaron, la discoteca que se estableció en los jardines de la casa de modas La Maison o en las afueras de la ciudad en el centro recreativo Río Cristal, entre otras que fueron surgiendo.

Es esta demanda de música la que lleva a los integrantes del grupo de Hi Hop cubano SBS a arriesgar su creatividad  y dar el salto a una propuesta más acorde con lo que estaba sucediendo musicalmente en el continente: la consolidación de un “latín pop” con fuertes ribetes electrónicos que comenzaba a transitar al fenómeno reguetón,  impulsado fuertemente por músicos y actores de probada espontaneidad fundamentalmente de Puerto Rico y República Dominicana, donde destacan grupos y figuras como Tego Calderón, Vico C y Los Ilegales.

Con esas referencias es que SBS propone dos temas que trascenderán las fronteras cubanas: chupa pirulí y Follow the Líder. Dos temas eminentemente diseñados para ser escuchados y reiterados en las discotecas.

Coincidencias o no, en un breve espacio de tiempo dos formas de acercarse al naciente fenómeno de la música urbana; uno más centrado en los ritmos y géneros cubanos (Orishas) y el otro más en la cuerda latina (SBS); se comienzan a imponer en determinados segmentos sociales. Solo uno de ellos saldrá triunfador y trascenderá más allá de un hecho o fenómeno momentáneo.

Mientras tanto a nivel institucional y musical se preparaban las condiciones para un reencuentro de altos quilates entre músicos cubanos y norteamericanos. Habían pasado veinte años del primer acontecimiento similar y por esas coincidencias de la historia y de la política, Cuba y Estados Unidos estaban en una suerte de distensión. Y como fondo existía, en los dos momentos, un gobierno demócrata en aquel país.

El Music Bridget estaba a las puertas de la historia musical cubana de los años noventa. 


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