Pepe Menéndez, profeta en su tierra (+Video)


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Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero estoy segura de que esto no aplica a Pepe Menéndez. (Debiera decir José Alberto Menéndez Sigarroa, pero entonces es posible que algunos se queden sin saber de quién hablo). Lo cierto es que cualquiera que intente aproximarse a la historia del diseño gráfico cubano encontrará su nombre más temprano que tarde.

Su trabajo ha abarcado la creación de carteles para eventos, películas, revistas, catálogos y libros de arte, y ha sido expuesto y publicado en más de quince países. Dicho así, pareciera lo típico de cualquier diseñador; pero basta con repasar su obra para darse cuenta de que quizás lo único típico en Pepe Menéndez, es su sobrenombre.

Recientemente le fue otorgado el Premio Nacional de Diseño 2021. La noticia desató una auténtica alegría entre sus colegas, e incluso entre aquellos no tan cercanos a su profesión. Ernesto Niebla, gran diseñador cubano, nos comentó al respecto: “Sin proponérselo, su contribución para visibilizar el patrimonio gráfico cubano, le ha convertido en patrimonio. Ver a Pepe premiado, es un motivo para sentirse feliz de que el camino abrazado es cierto. No sólo es un premio al diseñador, sino a la constancia y a la consecuencia; así como también la demostración de que brillantez y humildad conviven en él sin envilecerlo”.

Ya en 2017 había recibido el Premio Nacional de Diseño del Libro. En aquella ocasión, el crítico y curador de arte Nelson Herrera Ysla, en sus palabras de elogio afirmó: “Por espacio de más de veinte años ha estado moviéndose con soltura y rigor en el diseño de colecciones de literatura para la Casa de las Américas, así como de otros libros y revistas, y alguna que otra edición especial, de la prestigiosa institución cubana y latinoamericana. Aceptó con respeto y modestia el reto de continuar el legado de ese grande del diseño gráfico cubano que fue, y es, Umberto Peña, y llevarlo a nuevos planos de imaginación y realización”[1].

Y es que, aunque la obra de Pepe Menéndez hace tiempo trascendió su labor como director de Diseño de la Casa de las Américas, resulta difícil desligarla de tan icónica institución, de las revistas Casa y Conjunto, de la colección Literatura Latinoamericana y Caribeña, de la imagen de eventos como Casa Tomada o Mayo Teatral…

Pensar en la relación de la Casa con el diseño gráfico me lleva a Rostgaard, a la mítica ilustración de la rosa y la espina que inmortalizara el Primer Encuentro de la Canción Protesta, celebrado en 1967. Lo cierto es que Pepe Menéndez heredó una Casa con gran historia también en el ámbito del diseño.

¿Era común en los años sesenta que se privilegiara el diseño gráfico dentro de la política comunicacional de una institución cultural? ¿La Casa de las Américas marcó alguna pauta en este sentido?

-Tengo entendido que hubo, hasta 1999, tres etapas con formas diferentes de hacerse el diseño en la institución: primero con varios diseñadores empleados o contratados; luego Umberto Peña como figura casi única a cargo de casi todo; y, por último, tras la salida de Peña, el regreso a la polifonía. Resultados importantes se alcanzaron en las tres etapas, aunque «el solo de Peña» logró las cotas más elevadas. Al inicio estuvieron, entre otros, Raúl Martínez, Herrera Zapata y Félix Beltrán con creaciones trascendentes. En la tercera etapa permaneció, por ejemplo, César Mazola durante algunos años, Peña tuvo retornos puntuales y debutó Ricardo Villares, que continúa en la editorial hasta hoy. Resumiendo: la primera etapa fue diversa y fundacional, la segunda de madurez y la tercera, con retorno a la diversidad pero ya sin la figura central que había sentado pautas. Por último, está Rostgaard y la rosa que se defiende. Resulta que nunca trabajó directamente en 3ra y G pero nos legó, a la institución y a la cultura cubana, esa imagen extraordinaria, la que más de una vez ha sido colocada en el siempre polémico pedestal de Mejor cartel cubano de su tiempo.

Todo lo que cuento es a la vez único y típico de las primeras décadas tras el triunfo de la Revolución. Instituciones más grandes tuvieron equipos de diseño numerosos (el DOR, el ICAIC, la Industria Alimentaria, el Instituto del Libro, la OSPAAAL, etc.), y las colaboraciones con diseñadores externos tampoco eran excepcionales. No existía la figura del freelancer –era raro que alguien no ocupara una plaza fija– pero la movilidad de creativos y de proyectos existía.

El aporte de Casa no radica tanto en los modos con que se relacionó con los diseñadores sino en el aprovechamiento muy notable que hizo del talento disponible, bajo la modalidad que fuera. La institución construyó una imagen de sí misma a partir de la solidez de su perfil específico y de la constancia de su labor. La Casa ha tenido siempre un mensaje muy claro y coherente, emitido sin grandes altibajos durante seis décadas. En ese empeño el diseño gráfico logró configurar –o Casa supo obtener de sus diseñadores– una visualidad auténtica, de calidad y distinguible en el contexto cubano.

Décadas después, ¿qué lugar ocupa la Casa de las Américas en la historia del diseño gráfico cubano? ¿Y en la de Pepe Menéndez?

– Un lugar de excelencia. Las instituciones más ponderadas por la historiografía son casi siempre las «carteleras», es decir las que fueron prolíficas en la producción de carteles. Ahí están las tres grandes a saber, ICAIC, OSPAAAL y COR – DOR – Editora Política, y varias otras de mucho interés también. Casa no se destacó tanto por esta manifestación, pero supera a todas en la coherencia de su producción gráfica integral. Desde papelería de oficina hasta numerosas colecciones de libros, pasando por catálogos, marcas y varias revistas longevas, la Casa de las Américas es un referente destacadísimo del diseño cubano.

En cuanto a mí, me cuesta no decir algo trillado. Mejor no lo digo. El lector sabrá.

“(…) lo que Pepe Menéndez ha hecho es mucho más que buenos carteles. Se ha preocupado por la buena salud de los mismos. Su pasión lo ha convertido en un activísimo promotor del reingreso del cartel a la expresión pública nacional, para salvaguarda del buen nombre que esta producción visual ostentara en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX”.

Tomado de Génesis Galería de Arte

 


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