Como considero importante atender a los aspectos sociológicos de las transformaciones políticas, económicas y sociales en la historia de los pueblos para entender cómo las maneras del habla evolucionan en relación con la lengua, me tomé el trabajo de aplicar una encuesta de siete preguntas que ofreciera información concreta acerca de la percepción de este fenómeno. Para ello, recurrí a un cuestionario que predeterminaba lo vulgar como existente, aunque sin definir previamente qué podría ser vulgar.
Escogí tres sectores:
a) usuarios comunes del habla (estudiantes, trabajadores, sujetos sin vínculo laboral fijo)
b) escritores e intelectuales (residentes en Cuba y fuera de la isla)
c) docentes de español y literatura (vinculados sobre todo al sector universitario, aunque con experiencia en diversos niveles de enseñanza).
Y esto es lo que sucedió con mi encuesta, a la que respondieron cerca de cien sujetos:
1. ¿Contiene la lengua española el léxico suficiente para la comunicación cotidiana?
Sí __ No __ En ocasiones __
El 97% considera que la lengua contiene el léxico suficiente para la comunicación cotidiana. El 3% que responde “en ocasiones” pertenece al sector de usuarios comunes.
2. ¿Cree usted que sea necesario emplear palabras y frases inventadas, o procedentes de otros idiomas, para comunicarse con sus semejantes?
Sí __ No __ En ocasiones __
Solo el 6% de los encuestados considera necesario emplear palabras o frases inventadas o procedentes de otros idiomas. Ninguno de los pertenecientes al sector docente considera que sí.
Mientras el 63% no considera esto necesario, solo el 33% de los escritores comparte este criterio. El más alto porcentaje pertenece al sector de usuarios comunes (86%), en tanto el sector docente se manifiesta en el 70%.
El 31% de los encuestados lo considera necesario “en ocasiones”. Solo el 7% de los usuarios comunes comparte esta respuesta, en tanto el valor más alto lo aportan los escritores, con 59%.
3. ¿Son útiles las expresiones vulgares para la comunicación cotidiana?
Sí __ No __ En ocasiones __
Solo el 14% de los encuestados considera útiles las expresiones vulgares para la comunicación cotidiana. De los usuarios comunes, apenas el 7%. El más alto valor lo aportan los escritores (25%), en tanto los docentes muestran un 10%.
El 48% no considera las expresiones vulgares de utilidad para la comunicación y el 38% las considera útiles “en ocasiones”. Para los usuarios comunes no son necesarias en el 60% en tanto lo son “en ocasiones” para el 33%.
4. ¿Emplea usted expresiones vulgares en sus relaciones íntimas o con amistades muy cercanas?
Sí __ No __ En ocasiones __
El 11% del total de encuestados confirma que sí emplea expresiones vulgares. Ningún docente declara emplearlas, en tanto el 27% de los escritores considera que sí.
El 31% de los encuestados dice que NO emplea estas expresiones. El 50% de los docentes así lo declara, así como el 29% de los usuarios comunes.
El 58% dice emplearlas en ocasiones. El más alto porcentaje de esta subdivisión pertenece al de los usuarios comunes (64%), en tanto el más bajo corresponde al de los docentes: 50%.
5. El uso de expresiones vulgares en el habla cotidiana es producto de:
-La insuficiencia del idioma para poder comunicarse ___
-La influencia que recibe del medio la persona que habla ___
-El bajo nivel cultural de la persona que habla ___
Solo el 3% de mis encuestados consideró que se usan expresiones vulgares por insuficiencia de la lengua. El 89% adjudica este uso a la influencia del medio sobre la persona hablante. Para el sector de los usuarios comunes encuestados, el resultado es del 100%. El 39% lo atribuye al bajo nivel cultural. En los usuarios comunes esta atribución se cumple solo en el 20%, en tanto el 70% de los docentes considera el bajo nivel cultural del hablante como motivo de uso de expresiones vulgares.
6. Relacione tres palabras o frases inventadas o vulgares que considere necesarias:
El 72% de los encuestados relaciona las frases o palabras necesarias con el contexto comunicativo, en tanto el 18% las ubica en el sentido marginal neo-dialectal, aunque con utilidad comunicativa de contexto. Solo el 5% las vincula con el sexo en tanto con el proceso productivo y el contexto sociopolítico la relacionan el 2 y el 3%, respectivamente.
En el usuario común se aprecia un equilibro de relación entre el contexto comunicativo y el sentido marginal neo-dialectal, en tanto en docentes (95%) y escritores (76%) es desproporcionada la relación con el contexto comunicativo. La más alta relación con el sexo se aprecia en los escritores encuestados y es solo del 14%.
7. Relacione tres palabras o frases inventadas o vulgares que considere inadmisibles:
El 48% de los encuestados relaciona las frases inadmisibles con el contexto comunicativo, en tanto el 33% las asocia con el sexo, lo que indica cierto balance. Le sigue el sentido marginal neo-dialectal, que reporta un 19%.
El más alto porcentaje de relación con el contexto comunicativo se ve en los escritores: 61%, en tanto el más bajo se halla en los usuarios comunes: 38%.
En relación con el sexo, el porcentaje más alto se encuentra en los docentes: 40%, en tanto el más bajo se halla en los usuarios comunes: 27%.
Los vocablos que con más frecuencia se reportan, en cualquiera de las categorías, tienen un significado semántico primario relacionado con los genitales, pero se reutilizan en un nuevo contexto de comunicación.
Las condiciones de “necesario” e “inadmisible” son imprecisas y confusas, al punto de que en diferentes usuarios se intercambian. Las frases aportadas en uno y otro acápite no muestran sustanciales diferencias de clasificación.
De modo que, según lo ha estado confirmando este sondeo, subsiste una desproporción entre el concepto del uso de la lengua y el habla, en el proceso de asimilación del conocimiento, y el acto mismo del habla en uso de la lengua en el proceso comunicativo. Esta desproporción se refleja en los resultados de la encuesta, a pesar de las limitaciones que su propia concepción implica, pues el 97% considera que la lengua contiene el léxico necesario para comunicarse y solo el 3% opina que la vulgaridad en el habla es producto de la insuficiencia del idioma para la comunicación (lo que da una correspondencia exacta de fiabilidad en la opinión). Además, el 63% no considera necesarias las palabras procedentes de otros idiomas o inventadas en el uso continuo y el 48% niega usar expresiones vulgares en su proceso de comunicación inmediata e íntima. Asimismo, solo el 44% admite emplear expresiones vulgares en tanto el 38% las considera útiles siquiera en ocasiones.
De aceptar las respuestas como indicador del uso relacionado de la lengua y el habla en los contextos socioculturales, debemos imaginar a un 56% de los encuestados haciendo el amor en completo silencio o, en su defecto, pronunciando frases del tipo de “Qué coito más satisfactorio tenemos, mi vida”, o “Qué idóneo fornicas, amor mío”, o a un 73% solicitando a un empleado un “dispositivo de almacenamiento de información digital para computadores”, en lugar de un “disco duro”, o acaso contarnos que Cepeda conectó una “corrida a casa” en el juego decisivo, en lugar de un “Jonrón” (adaptación de Home run), para no hablar de cómo se las arreglarían evitando emplear el vocablo “video”.
El habla transforma la lengua del mismo modo que la lengua condiciona el habla. Una y otra se validan en el contexto de las relaciones sociales. El necesario entendimiento de esta conceptualización, sobre todo en el sector docente, así como en el familiar, donde se deciden las direcciones educativas de niños, adolescentes y jóvenes, puede prepararnos para contextualizar mejor los usos imprevistos y expresarnos de un modo más arraigado en el contexto sociocultural, sin prejuicios ante las renovaciones necesarias y sin aceptar como normal todo cuanto se pronuncie.
No se corresponde la aceptación de Cervantes como un clásico de la lengua, por ejemplo, con la negación de invenciones lingüísticas, en las que él es un ejemplo de abundancia.
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