Por: Manuel Hidalgo, Cinemateca de Cuba
Transcurrieron 47 años desde la madrugada del 2 de noviembre de 1975, cuando el cuerpo sin vida de Pier Paolo Pasolini fue encontrado por una mujer en un descampado junto a la playa de Ostia, a pocos kilómetros de Roma. Ensangrentado, amoratado, hinchado y deformado, el cadáver presentaba numerosas heridas y fracturas, además de las marcas de neumáticos de un coche que le había pasado por encima. El coche de Pasolini.
Esa noche fue detenido un joven de 17 años, Giuseppe Pelosi, quien confesó ser el autor del crimen. El chico dijo que el cineasta le había propuesto mantener relaciones sexuales y que, al negarse él, reaccionó con violencia, lo que le condujo a una respuesta agresiva que desembocó en el asesinato. Fue juzgado y condenado a prisión. Treinta años después, ya en libertad, Pelosi negó aquella versión y aseguró que los asesinos habían sido otras personas. El caso no ha sido aclarado.
En Italia se pensó que cualquiera podía haber organizado y perpetrado la muerte de Pasolini. Se habló de complot. El cineasta tenía enemigos en todas partes por su actitud crítica, heterodoxa y transgresora. Su última película, de ese mismo año, Saló o los 120 días de Sodoma, fusión de la novela del Marqués de Sade con una recreación de la república fascista de Saló (1943-1945), había irritado a izquierda y a derecha por su extremo contenido violento, sexual y escatológico. Horas antes de morir, Pier Paolo Pasolini había declarado en una entrevista que siempre se había sentido por encima de todo escritor y que esa era la profesión que figuraba en su pasaporte.
Nacido en Bolonia en 1922, Pasolini comenzó a publicar poesía a los 20 años, escribiendo, antes de pasar al italiano, en el dialecto friulano de su madre. Mucho antes de dedicarse al cine era un poeta muy reconocido en Italia, con libros como Las cenizas de Gramsci (1957) y La religión de mi tiempo (1961). La infancia y juventud de Pasolini fueron un constante calvario. Frecuentes cambios de ciudad por la profesión de su padre, un militar fascista, alcohólico y violento que maltrataba a diario a su madre, una mujer dulce y buena, maestra de profesión, a la que Pasolini estuvo muy unido hasta el fin de sus días.
Movilizado durante la Segunda Guerra Mundial, Pasolini desertó del ejército italiano y huyó. Su único hermano varón, Guido, se sumó a la Resistencia, pero fue asesinado en 1945 por una facción rival de tendencia comunista. El trauma personal y familiar fue enorme, incurable, y se incrementó cuando Pasolini, después de haber leído a Marx y a Gramsci, ingresó en 1947 en el Partido Comunista Italiano, el partido en el que militaban los asesinos de su hermano. Pasolini fue expulsado del PCI sólo dos años después, cuando fue detenido y enjuiciado por un episodio de corrupción de menores mientras enseñaba en un instituto. Tocó fondo.
Desorientado y aniquilado, optó entonces por rescatar a su madre de las garras de su padre y huir, literalmente, ambos a Roma en 1950. La decisiva etapa de los años romanos comenzó con grandes penalidades, sin empleo o con empleos irrisorios, moviéndose por suburbios y periferias, donde, en ambientes rudos y proletarios, Pasolini desarrolló tanto su homosexualidad como su combativa conciencia social y política. Fruto de esa experiencia son dos novelas que lo consagran definitivamente como escritor: Muchachos del arroyo (1955) y Una vida violenta (1959), novelas que anticipan el crudo contenido neorrealista de sus dos primeras y excepcionales películas como director, Accattone (1961) y Mamma Roma (1962).
Poeta, novelista, ensayista, dibujante, articulista y dramaturgo —seis piezas—, el interés por el teatro de Pasolini se haría también patente especialmente en dos películas realizadas tras la inclasificable y deliciosa Pajaritos y pajarracos (1966), así como en Edipo Rey (1967) y Medea (1969), sendas adaptaciones muy personales de las tragedias de Sófocles y Eurípides, entre las que media su explosiva Teorema (1968), película-clave de una carrera cinematográfica iniciada en los años 50 como guionista de importantes directores, que figura en varias selecciones de los mejores filmes de todos los tiempos.
Pasolini se entusiasma con la figura de Jesucristo, lo que le lleva a dirigir en 1964 El Evangelio según Mateo, película que concita tanto escándalo como adhesiones. En tal momento, Pasolini redondea una polémica y conflictiva personalidad pública como intelectual que no se casa con nadie, comunista sin partido, cristiano sin iglesia y homosexual sin sosiego, interviniendo en toda clase de debates a contracorriente de las opiniones hegemónicas, de las que se esperan de él e, incluso, de sus propias opiniones, que llega a modificar y a rechazar con el tiempo, desconcertando, descolocando y molestando a todo el mundo al volverse imprevisible e inetiquetable.
Así fue, visto en una perspectiva global, su propio cine, culto y experimental, variado y mutante, a veces burgués y a veces popular, localista y universal, realista y fabulador. Uno de los actos más sonados de Pasolini consistió en abjurar de su llamada «Trilogía de la vida», el conjunto de tres películas de su última etapa con muy alto contenido sexual y basadas en textos clásicos: El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974).
Cuando fue asesinado a los 53 años, Pier Paolo Pasolini preparaba nuevos libros y nuevas películas, y nadie duda de que las dos o tres décadas de vida y creación que podía tener por delante iban a deparar continuas sorpresas.
Este muy abarcador ciclo de la Cinemateca de Cuba, realizado con la colaboración de la Embajada de Italia en nuestro país, incluye todos sus largometrajes, varios documentales realizados por Pasolini o sobre él y los guiones escritos por el cineasta para otros directores.
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