Plaza Mayor


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El recorrido por Trinidad y el Valle de los Ingenios comienza en la Plaza Mayor. En este lugar crecieron hacia uno y otro lado los sueños de quienes a través de los siglos edificaron un valioso conjunto arquitectónico.

En las intercepciones de las calles Cristo, Desengaño, Real del Jigüe y Ripalda está una de las imágenes más bellas de Trinidad.  Desde cualquier lugar se dibuja un paisaje único. Cuenta la historia que antes de ser la Plaza Mayor fue la Plaza de la Parroquial Mayor. La iglesia consagrada como templo en 1892 es una de sus edificaciones representativas del área.

El conjunto de la Plaza Mayor es valioso por los elementos que componen el espacio público. En un plano fechado en 1842 estaba señalizada el área ubicada frente a la Iglesia Parroquial, que entonces estaba en proceso de construcción.

En la medida que el comercio del azúcar en el Valle de los Ingenios fue próspero los hacendados buscaron a cualquier precio un lugar para construir sus palacios. Así fue como llegaron Don José Rafael Ortiz, los Sánchez Iznaga y el matrimonio de doña Ángela Borrel y Lemus y el conde Brunet.

No fue hasta el siglo XIX que la Plaza adquirió el calificativo de Mayor con el significado que alude a principal. Para que el conjunto tomara su imagen actual pasaron unos 300 años contados a partir de la fundación de la villa. 

Al centro de la plaza y sobre un pedestal está la escultura de mármol de Terpsícore. En fotos antiguas que resguardan la memoria trinitaria están los sucesos del 28 de enero de 1925, fecha en la que se colocó un busto de José Martí sobre el pedestal de Terpsícore. Luego en 1980 y por consenso de muchos trinitarios la estatua del apóstol se trasladó a la Plaza Carrillo y nuevamente la musa de la danza ocupó su espacio en la Plaza Mayor.

Les cuento que los cuatro jardines están bordeados por una verja que fue traída desde Filadelfia en los Estados Unidos. El conjunto de la Plaza Mayor lo completan las copas de barro vidriado colocadas sobre pilares, los bancos, las esculturas de los perros, entre otras piezas con función decorativa. 

Salvo la pérdida del Palacio Bécquer nada ha cambiado en la Plaza Mayor desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días. La Iglesia SantísimaTrinidad se erige imponente desde su fachada neoclásica. Está el Palacio de los Sánchez Iznaga, antigua casona que es ahora el Museo de Arquitectura Colonial. Muy cerca encontramos lo que fue el Palacio del Conde Brunet y que en el presente resguarda una de las colecciones de artes decorativas más importantes de la nación.

Con la añoranza por la Trinidad de ayer ponemos punto final, la próxima parada será para conocer las historias del Palacio del Conde Brunet.

En las puertas del Museo Romántico culminamos nuestro recorrido...

 Llega la noche en la ciudad que hace siglos se detuvo en el tiempo. Trinidad seduce por los sonidos de la nostalgia, los toques de los tambores que recuerdan la herencia africana de nuestros pueblos y por los inevitables aires de la contemporaneidad.

 Mañana otra vez estaremos de vuelta. Cuando se anuncien las primeras luces caminaremos  por la Trinidad de ayer y de hoy


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