Lo acontecido en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, en la noche del pasado 15 de mayo, desborda con creces, las aspiraciones de los más exigentes en lo relativo al intercambio cultural entre los pueblos de Cuba y de Estados Unidos. Mucho más allá de la acogida del evento Cubadisco que en esta ocasión se encuentra dedicado a la música sinfónica y coral, la presencia en Cuba de la Orquesta de Minnesota para compartir la escena con el maestro Frank Fernández y las voces del Coro Nacional de Cuba y Vocal Leo, dirigidos por Digna Guerra y Corina Campos respectivamente, encierra un precepto de alto valor simbólico. En primer lugar porque hace nada menos que 85 años de la última visita de la Orquesta de Minnesota a nuestro país, para entonces ahora regresar en lo que consideramos el momento preciso, en el lugar preciso.
Por otra parte, este reencuentro de los músicos norteamericanos con la cultura cubana, está marcado por un ámbito de excelencias. Nada de lo escuchado en la memorable ocasión, clasifica como arte menor. Todo lo contrario. Si bien el prestigio de semejante agrupación orquestal, viene antecedido por una aureola de leyendas que bajo la dirección del experimentado Osmo Vanska, desplegó ante nosotros todo el esplendor que la distingue, la actuación del maestro Frank Fernández conjuntamente con los mencionados coros, constituyen de hecho, el broche de oro del espectáculo. Si los cubanos nos quedamos fascinados por la intensidad expresiva de la Orquesta de Minnesota durante la brillante ejecución de La Fantasía para piano, coro y orquesta en Do menor, Opus 80 de Beethoven, nuestro Frank, en magistral diálogo con la orquesta, impactó a los norteamericanos y a los cubanos también, por la atmósfera de una suprema emoción proveniente de este “beethoveniano” auténtico quien hace nacer obras de arte de la mano de un maestro totalmente dueño del piano. Por si fuera poco, la sobriedad, amplitud y majestuosidad del trabajo vocal, nos confirmó la estatura artística de la que hemos sido testigos.
Clamar por la continuidad de este provechoso intercambio cultural entre los pueblos cubano y norteamericano, es retrotraernos hasta a finales del siglo XIX, donde ya se habla de la presencia de músicos cubanos en Nueva Orleans en los años formativos del jazz, mientras que entre 1878 y 1895 visitaron La Habana compañías norteamericanas de teatro musical que ejercieron innegable influencia sobre el teatro bufo cubano. (1)
Es que no puede ser de otra forma. Si desde el mismo momento en que el planeta decide la disposición definitiva de las futuras tierras que serán habitables, nos ubica tan cerca uno del otro, que no nos queda otra alternativa que llevarnos como buenos vecinos, incluso por encima de aquellas dificultades que nos puedan hacer diferentes.
Notas
(1) Acosta, Leonardo: Interinfluencias y confluencias en la música popular de Cuba y los Estados Unidos. Culturas encontradas: Cuba y Los Estados Unidos. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana, 2001, p. 33.
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