El próximo 27 de octubre, Fayad Jamís, cantor de la libertad, cumpliría 85 años. Mucho podría decirse de este poeta y artista plástico revolucionario, que encontró en el trabajo incansable y fecundo su principal motivación existencial.
Por esa esencia, Fayad también fue maestro, hombre de letras que escribió mucho para las más diversas publicaciones desde que, en 1948, se iniciara como jefe de redacción en diversas publicaciones del municipio Guayos, antigua provincia de Las Villas.
Al graduarse en 1952 en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, trabajó como dibujante operario en talla de cerámica y vidrio y restaurador de mosaicos en el Museo Nacional y ya en la década del 60 ejerció como profesor de pintura en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán.
Pero a Fayad nunca lo abandonó el poeta. Siendo responsable del suplemento dominical del periódico HOY, la también poeta Ana Núñez Machín, por entonces reportera en el HOY, fue testigo de excepción de aquel poema que diera nombre al libro con el cual obtuvo el Premio Casa de las Américas, en 1962.
Ana, a pesar de los 53 años transcurridos, no ha olvidado lo vivido por ellos durante aquella madrugada en que Fayad escribió el poema.
Deseosa de romper la complicidad con el silencio, enrumba hacia la luz lo acontecido en aquellas horas memorables para engrandecer más aún, si ello es posible, la memoria, las virtudes y la entrega de su compañero Fayad, en tiempos durante los cuales, por el compañerismo, la solidaridad, la colaboración y la ayuda desinteresada, también se daba todo.
Cuenta Ana que durante la madrugada en que a ambos les correspondió hacer la guardia obrera en el periódico, era también el último día para entregar los textos al Premio Casa, era la primera vez que se convocaba a ese premio.
La guardia por entonces se hacía de en dos turnos, de 12 a 3 y de 3 a 6 a.m. Cuando ella llegó a la redacción con su uniforme de miliciana, entre las 9 y las 10 de la noche, el lugar estaba desolado, pero el cubículo donde trabajaba Fayad estaba encendido y el tecleo de la máquina era constante.
Cuenta que se acercó a saludarlo y le dijo: “Fayad, ahora a las 12 me toca la guardia y a ti a las 3”. Su respuesta fue la siguiente: “Sí, sí, yo lo sé, pero tengo un trabajo tremendo que tengo que entregar mañana por la mañana”. Lo dejé trabajar y le dije: “bueno, a las 12, yo empiezo”, y le preguntó qué estás haciendo. Su respuesta fue: “estoy trabajando en un libro que quiero entregar a al concurso Casa de las Américas, mañana cierra el plazo y debo de trabajar toda la noche”. Ante aquella urgencia, Ana le dijo que no lo distraía más y que a las tres le avisaría para que bajara a la guardia. Él le respondió: “sí, está bien”. Relata Ana que a las 3 de la mañana subió a avisarle. Fayad seguía tecleando y se le veía muy ojeroso y cansado. Entonces Ana le dijo: “Fayad, terminé la guardia”, y le preguntó si ya había terminado. Le respondió que no Ana, y que necesitaba terminarlo esa noche porque a las 8 de la mañana tenía una reunión importante y debía entregarlo antes de esa hora en la Casa, después ya no podría.
Ana, con la valiosa camaradería propia de aquellos años, le respondió: “bueno, vamos a hacer una cosa, yo te hago la guardia, y cuando termine, a las 6, las 7 o las 8, vengo a avisarte”. Él le preguntó si podría ella hacer ese esfuerzo. Dada la respuesta afirmativa de Ana, él le dijo: “Ah, está bien. “
A las 6 de la mañana, recuerda Ana que aún era de noche, subió a avisarle. En ese momento el tecleo de la máquina había disminuido su intensidad. Ella le preguntó si ya había terminado y Fayad le respondió: “me falta este poema que estoy sacando de la máquina. Ay qué bueno, le dijo Ana, entonces ya terminaste”. Su expresión fue la siguiente: “si, y ahora me da tiempo a revisar para entregarlo antes de las 8 en la Casa de las Américas.”
De inmediato le dio las gracias a Ana por haberle hecho la guardia, le prodigó varios elogios a todo lo cual ella le dijo que no tenía importancia, que lo fundamental era que pudo terminar su texto.
El diálogo continuó, y es lo más valioso que recuerda Ana, cuando él le pidió: “Espérate, no te vayas, que tú eres poeta, yo estoy haciendo un libro de poemas para ese concurso, y quiero tu opinión sobre este poema que terminé, es el que da nombre al libro”. Ana accedió gustosa a escucharlo, significándole el honor que ese gesto significaba para ella y Fayad comenzó: Por esta libertad…
Cuenta Ana que Fayad era muy trabajador, muy revolucionario y muy sacarificado, que lleno de responsabilidades que sabía cumplir, hacía sus poemas con un enorme esfuerzo.
Y concluye Ana: “Fayad ganó el premio Casa de poesía y yo tuve el privilegio de haber sido la primera persona que escuchó Por esta libertad, acabado de salir de la máquina de escribir, y de su mente, por supuesto, pero sobre todo, de su sensibilidad extraordinaria y su condición de revolucionario, y concluye que la amistad entre ambos se fortaleció aún más aquella noche de guardia en el periódico HOY, debido a lo ocurrido, y que desea mucho hacer público este testimonio, como otra forma de homenaje a ese valioso poeta y a la Revolución que nos inspira a todos.”
Con Ana, con Fayad, todos los cubanos dignos y patriotas, en ocasión de la histórica fecha del 26 d julio, reafirmamos la convicción de que Por esta libertad habrá que darlo todo… y nunca será suficiente.
Por esta libertad.
Por esta libertad de canción bajo la lluvia
habrá que darlo todo.
Por esta libertad de estar estrechamente atados
a la firme y dulce entraña del pueblo,
habrá que darlo todo.
Por esta libertad de girasol abierto en el alba de fábricas
encendidas y escuelas iluminadas,
y de esta tierra que cruje y niño que despierta,
habrá que darlo todo.
No hay alternativa sino la libertad.
No hay más camino que la libertad.
No hay otra patria que la libertad.
No habrá más poema sin la violenta música de la libertad.
[…]
Por esta libertad,
bella como la vida,
habrá que darlo todo;
si fuere necesario
hasta la sombra,
y nunca será suficiente.
Deje un comentario