Dentro de los retos que presenta la museología contemporánea está sin dudas la defensa del patrimonio inmaterial existente en el territorio que se encuentra bajo la custodia y responsabilidad de los museos, instituciones encargadas de su registro, estudio, conservación y difusión, tema al que el Museo Municipal de Playa convocó en el XIX Coloquio Función Social del Museo celebrado el pasado jueves 19 de noviembre, que tuvo por sede la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre. Por el ambiente que acompañó la cita, por los temas abordados, así como algunas de las reflexiones despertadas, el Coloquio merece un espacio en La ciudad como texto cultural.

La Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre está ubicada en la Avenida 5ta B no. 6611 entre las calles 66 y 70 del reparto Miramar, en el capitalino Municipio Playa. Establecida el 16 de mayo de 1994  y según su presidente fundador, el Dr. Núñez Jiménez, dicha fundación fue creada no solo para mejorar la salud del planeta sino también “para combatir la contaminación del Hombre y las plagas políticas que en muchas partes pretenden convertirlo en un paria de un mundo de tercera categoría”.

¿Bastaría solo el hecho del principio de la territorialidad para que el Museo Municipal de Playa eligiera a la Fundación como espacio para el XIX Coloquio? Bastaría, sin embargo recordemos que en esta Fundación, por poseer una colección evaluada de única e irrepetible, por la diversidad que dada su naturaleza excepcionalmente la caracteriza y por el hecho de tener como hilo conductor que integra su notable patrimonio a la personalidad del Dr. Núñez Jiménez y su labor enciclopédica en numerosos campos de la ciencia y la cultura; el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, en cumplimiento de la ley número 106 del Sistema Nacional de Museos de la República de Cuba en el capítulo IV, artículo 18, inciso d), aprobó la creación del Museo Antonio Núñez Jiménez el 12 de agosto de 2015; institución que en la red de museos de Cuba responde a la tipología de museo específico, administrativamente bajo la dirección de la Fundación subordinado a la dirección normativa y metodológica del Consejo Nacional de Patrimonio.

Aunque en calidad de anfitriones, no escapa el Museo Antonio Núñez Jiménez a la defensa del Patrimonio Inmaterial; solo que por el accionar de la Fundación sus colecciones lo harán en un ámbito regional que desborda el archipiélago de Cuba. En medio de una rica pinacoteca en la que predominan obras de Oswaldo Guayasamín, Mariano Rodríguez, Wifredo Lam, Roberto Fabelo y Orlando Yanes; de una biblioteca con más de 30 000 ejemplares; bajo la égida de la canoa en que Núñez Jiménez realizara la expedición del Amazonas al Caribe entre 1987 y 1988; rodeados de fotos, piezas indígenas y una importante muestra de cerámica precolombina sesionó un encuentro en defensa del patrimonio inmaterial del Municipio Playa.

Como intervención inaugural del coloquio, marcando las pautas teóricas del encuentro, Luis Benito Cintado Tortoló, especialista en la materia, ofreció la conferencia “Educación patrimonial y patrimonio inmaterial”, quien de forma amena y precisa evaluó la misión educativa de los museos a la luz de corrientes teóricas contemporáneas internacionales; arista de la museología en la que Cuba tiene aún mucho que aportar desde una trayectoria que, como ha demostrado María de las Mercedes García Santana, encuentra sólidos resultados en los museos del siglo xix y primera mitad del xx.

El reconocimiento del patrimonio inmaterial y el establecimiento de una estrategia para su conservación y puesta en valor por parte de la UNESCO a partir de la Convención del 2003, colocó a los participantes del coloquio en las coordenadas de su fragilidad y la necesidad de establecer una estrecha colaboración con los protagonistas y participantes locales de todas las edades desde una excelente oportunidad para fomentar el diálogo no solo entre generaciones, sino también entre culturas; áreas en las que museólogos y promotores culturales juegan un rol vital.     

Con centro en el territorio se presentaron al coloquio cinco ponencias, trabajos que además de mostrar la diversidad del patrimonio inmaterial, colocaron sobre la mesa la conformación de una espiritualidad en el Municipio de Playa y los vínculos que pasado y presente establecen con su patrimonio como expresión identitaria. Tres de los trabajos estaban relacionados con las artes plásticas, uno con la literatura y el otro, dedicado al estudio de la incidencia de las emigraciones en la identidad del barrio de Santa Fe.

Para abrir las sesiones de trabajo el especialista Yosvanni Abreu Córdova presentó “El rescate de un muralista”, un análisis de la significación del artista de la plástica Reynaldo López, matancero llegado al territorio en la década del 60 que bajo las orientaciones de Celia Sánchez se incorporara al proyecto de ambientación del Parque Lenin, donde dejara su impronta en el restaurant Los Galápagos. Para complementar su exposición, haciendo uso de las herramientas que establece el patrimonio inmaterial, acudió a la cita David López, hijo del pintor, quien trasmitió sus vivencias al lado de uno de los protagonistas de la vanguardia plástica cubana de los primeros años de la Revolución, al tiempo que invitaba a constatar el quehacer de su padre en la obra Canto a las Antillas, emplazada en el Hotel Tritón. ¿Sería factible atesorar en el Museo Municipal de Playa un conjunto de piezas de Reynaldo López como punto de partida para abordar un modo de hacer fomentado en el territorio bajo la incidencia de las coordenadas nacionales? ¿Una muestra personal de Reynaldo López podría servir de punto de partida para divulgar un eslabón del patrimonio local?  

En similar manifestación siguieron las ponencias “En busca de Boris, lo intangible de su obra”, de las promotoras Caridad Pomares Esteban y Betsy Edy Fernández Toirás y “Rostros de leyendas”, del artista Máisel López Valdés. Destaca el primero de ellos la incorporación de la obra de Boris Luis Núñez Fernández (Granma 1977) al disfrute de la comunidad en el barrio de Romerillo, una especie de saldo colateral del Museo Orgánico organizado por Alexis Leyva (Kcho) en el marco de la pasada Bienal de La Habana. Del intercambio entre Boris y el artista puertorriqueño Maikel Díaz, ganó Romerillo un mural que conceptualmente promueve el derecho a la creación de todos los seres humanos y, al mismo tiempo, como apuntan las autoras, la necesidad de potenciar la inserción de Boris en el quehacer del barrio.

Máisel López, por su parte, se erigió en representación de la potencialidad del arte en el enriquecimiento del imaginario popular, a partir de la iniciativa de recrear en desteñidos muros del territorio imágenes de niños cuyas expresiones invitan a repensar la relación entre generaciones y, de algún modo, la vida y costumbres de quienes moran en él. “Colosos”, nombre que da Máisel a su proyecto encuentra su génesis en su participación en la operación Corazón Adentro en la hermana Venezuela. Recorrer Playa sin tropezar con algunas de estas obras no es posible, como tampoco lo es tejer en torno a ellas historias y leyendas que terminan por animar la cotidianeidad local. Otra dimensión adquiere “Colosos” cuando con sistematicidad su autor ofrece mantenimiento a cada mural, develando una postura de perpetuidad en la calidad de la imagen en contraste con su entorno inmediato.  

Singularidad cultural reveló “Los juegos florales. Patrimonio intangible del reparto Siboney”,  de María Elena Martínez García y Fausto Pompa Abreu, al subvertir el proyecto literario que a imitación de países europeos inundó las tertulias de sociedades y liceos cubanos en el siglo xix, ahora desde una perspectiva comunitaria que ofrecería desde los diferentes géneros una especie de memoria documental en la que se imbrican los diferentes grupos y sectores de la sociedad cubana. Los textos Quimera vespertina, de poesía y narrativa, y Diamantes en miniaturas, de poesía y cuentos infantiles, publicados por la Editorial Caminos con el patrocinio de Silvio Rodríguez, socializan la manera en que los autores, laureados en dichos juegos a partir del 2009, asumen sus recuerdos y la realidad que les rodea.  

Como cierre, provocando un ambiente de polémica reflexión, fue presentado desde una perspectiva histórica la formación y consolidación de la población del barrio de Santa Fe, una comunidad que desbordó el latir de los pescadores para asumir festejos como el Baile de la Payama y el Baile de las Guingas entre 1955 y 1970. Sus autoras, Yanet González Acosta, Gladys Jorrín Macías y Esther Orvera Herrera, demuestran la presencia de una población que por su heterogeneidad y ausencia de lazos afectivos con el poblado y sus tradiciones, demanda hoy un sistema de acciones que bajo el principio de democratización valide aquellos rasgos que matizan el día a día en Santa Fe; “Influencia de las migraciones en el patrimonio intangible de Santa Fe” invita a considerar la necesidad de contar con profundas investigaciones en el ámbito sociocultural si de registrar y salvaguardar el patrimonio cultural cubano, máxime si se trata del vulnerable patrimonio inmaterial.

Concluye este coloquio con la convicción de que salvaguardar el patrimonio inmaterial solo será posible mediante el respeto al patrimonio de las comunidades, grupos e individuos interesados y la sensibilización a un reconocimiento de su importancia en el plano local, nacional e internacional. Sin el reconocimiento de los “usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que le son inherentes—” por parte de la comunidad no tiene sentido proyecto aluno en ese sentido.   

Clausura la cita el anuncio del recorrido que el 15 de enero hará el Proyecto Huellas de La Habana por el Barrio de Santa Fe, una oportunidad para entender el patrimonio cultural atesorado en la localidad. Hasta entonces.