El documental Never Ever Neverland, de la realizadora Marina Ochoa y colaboradores, producido por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y La Villa del Cine, fue estrenado en la sala Caracol de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Dicho audiovisual recoge valiosos testimonios ofrecidos por niños que, en la primera década de los años sesenta de la pasada centuria, fueron llevados fuera de nuestro archipiélago, así como las valoraciones realizadas por relevantes personalidades cubanas, quienes —desde una óptica eminentemente objetivo-subjetiva— expusieron sus respectivos puntos de vista acerca de la tristemente célebre Operación Peter Pan.
Con apoyo en imágenes, caracterizadas por su elocuencia, en los irrefutables elementos de juicio aportados por los testimoniantes, y en una impecable factura estético-artística, Marina Ochoa y los integrantes de su equipo de trabajo rasgan los siete velos que cubrieran esa criminal declaración de guerra sicológica contra Cuba.
Agresión deshumanizada que dejara sin familia, sin nacionalidad, sin identidad cultural, sin asidero ético, sin vida espiritual, a 14 000 niños y adolescentes cubanos, que fueron enviados a Estados Unidos y a otros países del orbe, para “salvarlos” de los efectos negativos de una supuesta ley que el Gobierno Revolucionario jamás concibió y mucho menos dictó: la tenebrosa Ley de la Patria Potestad.
La misma ley que, por esas crueles ironías de la Señora Historia, violaron flagrantemente quienes, en contra de las más elementales razones jurídicas y humanas, mantuvieron secuestrado en el paraíso virtual de la libertad, la democracia y los derechos humanos al niño náufrago cubano Elián González, un nuevo Peter Pan de finales del siglo XX.
Por último, no me asiste la más mínima duda de que esa joya de la documentalística insular contemporánea debe ser vista y analizada, en sus más mínimos detalles, por los cubanos de buena sangre y buen corazón, para que conozcan a los victimarios y a las víctimas inocentes de esa cruenta guerra psicológica desatada contra nuestro pueblo en los primeros años del triunfo revolucionario, así como a los defensores de ese crimen de lesa humanidad para que se avergüencen de lo que —sin escrúpulo alguno— llevaran a cabo en nombre de la democracia, la (falsa) religión y los derechos humanos.
Marina Ochoa (Holguín, 1945) es licenciada en Periodismo y en Sociología por la Universidad de La Habana, y además, directora, guionista y dramaturga.
Cursó estudios de Arquitectura en la capitalina Universidad de Ciencias Técnicas (CUJAE), así como posgrados y diálogos de altos estudios sobre dramaturgia del telediario, dramaturgia del guión cinematográfico, actuación, dirección de actores, sociología de la comunicación, entre otros.
Dirige el grupo de vídeo independiente ARO y forma parte del grupo de vídeo independiente TRIVISIÓN. Es miembro de la Asociación de Documentalistas de Latinoamérica, Norteamérica y el Caribe (ADLAI), de la Asociación de Medios Audiovisuales y Radio de la UNEAC y de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
Desde 1974, trabaja en el ICAIC, donde comenzó como asistente de dirección. Ha participado en varios festivales en calidad de jurado y es la autora de la obra teatral Nunca dejes de soñar.
Ha realizado investigaciones para guiones, dirección artística y dirección cinematográfica.
Desde hace más de tres décadas, ha participado como asistente de dirección, codirectora, directora, coguionista y guionista, en la realización de disímiles audiovisuales.
Por sus notables aportes al desarrollo de la cinematografía cubana ha recibido varios premios y reconocimientos, tanto nacionales como foráneos.
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