I
La especie humana es única, no existieron varios hominis originarios sino uno solo: el australopitecus aforensis, surgido en el nordeste del continente africano que emigró hacia los distintos territorios por todos los puntos cardinales y tras millones de años de evolución, sufriendo transformaciones climáticas, movimientos telúricos, fenómenos geológicos de todo tipo se fue cambiando su morfología externa y su composición interna, diversificándose fenotípica y genotípicamente como animal racional; se convirtió en un ser cultural, social, medio ambiental y como parte de ese proceso de evolución, surgió entonces la tercera diferenciación entre los hombres: la étnica, entendiéndola como la comunidad de costumbres, tradiciones, hábitos y habilidades culturales que diferencian los grupos humanos entre sí. Ese hombre en su cultura, conceptualizó la raza como los agrupamientos de individuos dentro de una misma especie que se identifican entre ellos y se diferencian de otros por sus cualidades y capacidades. Entendida la lección, entonces, definitivamente, los seres humanos se diferencian entre sí por sus genes, fenotipo y grupos étnicos, pero no racialmente, pues no es aplicable esa concepción a la especie humana.
Pero todo ese proceso se originó en un sitio geográfico: África y fue en ese continente donde surgió la primera civilización avanzada: Egipto a orillas del río Nilo y fue África la que aportó al desarrollo de la cultura humana otras civilizaciones posteriores: Axum, en la actual Abisinia o Etiopía, muy antigua, justamente en el nordeste del continente donde las evidencias ubican el surgimiento de nuestra especie pero al sur del desierto del Sahara, en la costa atlántica, el golfo de Guinea y el centro del continente aparecerían ciudades, reinos e imperios que impactaron al hombre euroccidental: Tumbuctú, Ghana, Benin, Mali, Bornú…
El África que conoció la cultura grecolatina fue la del norte del gran desierto, Europa demoró siglos en conocer las riquezas de todo tipo, no solo las naturales sino también las culturales del África Subsahariana y cuando eso ocurrió, ya estaba Eurasia en su Edad Media.
II
Los árabes, adelantándose a esa Europa medieval, unificadas sus tribus en la península arábiga bajo la doctrina del Corán y la religión mahometana, no sólo pobló el África del Norte, sino que atravesó el desierto y llegó a las culturas el centro y sur continental, llevando su religión pero también iniciando la primera actividad de comercio de africanos hacia Europa, teniendo como destino, hombres y mujeres africanos esclavizados o en calidad de sirvientes, el imperio Carolingio, primero, y después, el emirato de Córdoba -es decir, la península ibérica.
Es, por tanto, anterior a la conquista de América, la práctica de comerciar africanos en calidad de esclavizados pero esa esclavización en la plena Edad Media europea era patriarcal y no se distinguía en mucho, de la servidumbre feudal imperante, los llamados siervos de la gleba.
Portugal, ya independizado como reino del dominio árabe, dedicó hombres, conocimiento y dinero a las expediciones marítimas de exploración con fines comerciales. Se esforzó por abrir una ruta mercantil hacia el Asia Oriental tratando de encontrar un paso por el extremo sur africano y en ese empeño exploró toda la costa occidental del gran continente y descubrió lo lucrativo de extender la ya conocida experiencia árabe de comerciar africanos en condiciones de esclavización. Para inicios del siglo XVI, los portugueses encontraron el tan deseado paso por el extremo meridional africano al tiempo que Juan Cabral llegaba a la costa oriental sudamericana en un territorio donde encontró un madero que llamaron palo Brasil.
Fueron los portugueses los primeros europeos en iniciar el comercio triangular entre Europa, África y América.
España y Portugal, recibieron el apadrinamiento de la alta jerarquía católica para el dominio de lo que llamaron Nuevo Mundo, a través de una bula papal y el tratado de Tordesillas, que dividía entre los dos reinos, las tierras que decían descubrir, en franco desconocimiento de los pueblos originarios que aquí habitaban y fueron, por tanto, los colonizadores de ambos países los primeros en recibir a los africanos esclavizados.
Fray Bartolomé de las Casas, queriendo abolir el régimen servil de las encomiendas que subyugaban a los aborígenes americanos, estuvo entre los que recomendó al rey Fernando I de Aragón el católico, la sustitución de los nativos por africanos esclavizados. En Cuba, por ejemplo, el proceso de la conquista y ocupación colonial del espacio ocurrió durante cinco años, entre 1510 y 1515, y se tiene evidencia documental de hombres negros esclavizados entre los conquistadores ya en 1513, latinos y no africanos, pero definitivamente, descendientes de africanos.
La resistencia indígena a la conquista y colonización en la mayor de las Antillas, comenzó con el cacique Guayucayex en la región de Canímar -actual Matanzas- desde el bojeo de Sebastián de Ocampo (1508-1509) antes de la propia conquista y se extendió hasta 1576, con el cacique macurije Yatologo, también en la región matancera, después de haberse abolido las encomiendas en la isla en 1553. Sin embargo, la primera rebelión colectiva de africanos esclavizados conocida es la de las Caobillas, en Bayamo en 1533 pero antes, en la guerra de guerrillas librada por el cacique Guamá entre 1522 y su muerte el 7 de junio de 1533, en la región oriental, se registra la combinación de rebeldes nativos y africanos en las partidas de Guamá. Lo anterior supone que, prácticamente con los primeros africanos esclavizados en Cuba aparecieron también los primeros africanos rebeldes en esta isla y, en otra consideración, no se debe separar la resistencia aborigen del cimarronaje africano pues fueron parte del mismo proceso a lo largo de las décadas iniciales y medias del siglo XVI.
III
La entrada de Gran Bretaña, Francia y Holanda, en la colonización de América, introdujo cambios sustantivos y conceptuales en este proceso. La ocupación de Jamaica por los ingleses, arrebatada en 1656 a España quien la poseía desde 1509, propició un cambio radical en la concepción patriarcal de la esclavitud practicada hasta entonces por los ibéricos.
El modo de producción capitalista que los Países Bajos y las Islas Británicas exhibían tempranamente con sus exitosas revoluciones burguesas tuvo su expresión en una nueva forma de explotación colonial: la economía de plantación esclavista-capitalista consistente en el escaso poblamiento de colonizadores pero una abundante población esclavizada que permitiera la explotación intensiva de un espacio con monocultivo, cuya producción tuviera los fines de constituir la materia prima para la producción industrial de las metrópolis.
Jamaica, la primera experiencia. Los españoles y sus primeros descendientes criollos que la poblaron por más de un siglo y medio (1509-1656) la abandonaron y casi de manera absoluta se establecieron la región de Santiago de Cuba, cediendo el paso a los anglosajones pero éstos no la poblaron masivamente, sino que la superpoblaron de africanos esclavizados principalmente para emplearlos en la agroindustria azucarera mientras no era significativo el número de hacendados plantacionistas, por lo que siempre estuvo pensado, de antemano, que el panorama demográfico de la isla suponía una exagerada mayoría numérica de africanos esclavizados en tanto una exigua minoría de anglosajones esclavistas.
La ocupación de Barbados marcó la extensión de esta forma de producción. Esta isla que había visitado Cristóbal Colón en su segundo viaje, que los españoles deshabitaron arrancando a sus pobladores originarios y trasladándolos a La Española como encomendados, estaba abandonada y se convirtió en otro espacio para el sistema de plantación esclavista-capitalista, extendido posteriormente a otras islas de las Antillas Menores.
Esta forma de producción encontró un espacio mayor y potencialmente muy apropiado en las cuatro colonias sureñas de las llamadas trece colonias de la costa atlántica de la América del Norte que propició una oligarquía poderosa y extremadamente explotadora.
Holanda, por su parte, compartió el sistema y lo hizo realidad en las islas de las Antillas Menores que conquistó: Curazao, Aruba, Bonaire y las minúsculas San Eustaquio, Saba y San Martín que compartió con Francia.
La colonización anglo-holandesa en América se caracterizó en el orden cultural por la concepción filosófica del racionalismo burgués, la teoría y práctica religiosa del protestantismo cristiano y por la concepción étnica del puritanismo y la separación de culturas. En ese panorama se estableció la evangelización forzosa de los africanos esclavizados, la prohibición terminante de sus prácticas religiosas, musicales, danzarías y culturales en general, así como la criminalización de estas para los esclavizados que las practicaran y para los esclavistas que las permitiesen; igualmente, no constituyó una práctica usual el mestizaje.
Francia, si bien desarrollaría tardíamente su revolución burguesa (1789-1793), sí tenía muy desarrolladas las relaciones capitalistas de producción y asumió con interés el sistema de la economía de plantación como una manera de competir con Inglaterra a quien se enfrentaba en conflictos militares por la extensión de sus dominios en el Caribe y la América del Norte. Sus ejemplos icónicos de este sistema lo fueron la Luisiana, desde inicios del siglo XVII y el Santo Domingo francés o Saint Domingue, desde el tratado de Riswyk de 1693.
Pero ingleses y franceses extendieron sus influencias más allá de sus propios dominios americanos, propiciaron la plantación esclavista en la colonia española de Cuba y en el gigante colonial portugués del Brasil. En este último, el capital inglés logró influir lo suficiente en los fazendeiros, los hacendados portugueses y sus descendientes para producir café en grandes proporciones mediante este sistema plantacionista.
En el caso cubano, los ingleses logran su objetivo en los once meses de ocupación de la región occidental de la isla (agosto de 1762 – julio de 1763), incentivando al poderoso grupo habanero de hacendados a establecer el sistema plantacionista azucarero-cafetalero en la llanura Habana-Matanzas. La producción azucarera cubana se había iniciado desde 1590 y la cafetalera desde 1750, pero el sistema plantacionista era otra cosa, más intenso, más productivo pero también mucho más explotador. Los franceses contribuyen a la extensión de la economía de plantación en Cuba, con los hacendados procedentes de Saint Domingue que se establecen en el extremo oriental de la isla y los que provienen de la Luisiana e instalan sus haciendas en la Sierra del Rosario, en occidente y fundan Fernandina de Jagua, después Cienfuegos.
La colonización latina se diferenció en mucho, de la anglo-holandesa y a su vez, dentro de ella, la colonización francesa difirió en algunos aspectos, de la hispano-portuguesa, debido a la diferencia en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas entre ellas y de sus sociedades en general.
La colonización latina fue católica, pero con una evangelización tolerante que permitió las prácticas religiosas originarias africanas y para su permanencia, se produjo un sincretismo, estratégico tanto para la iglesia como para los esclavizados africanos y sus descendientes. Por otra parte, el mestizaje se convirtió en una práctica cotidiana propio de la tradicional inclusividad latina.
El hecho es que, en algunas regiones la esclavitud fue patriarcal y en otras, se desarrolló el sistema plantacionista también influyó en el nivel y características de las formas de resistencia y rebeldía de los esclavizados.
IV
En el siglo XVIII dos grandes rebeliones de esclavizados hicieron temblar Cuba: la del ingenio Quiebra Hacha en la región habanera en 1727 y en la segunda mitad de la centuria, la de los pobladores del Cobre, re-esclavizados después de ser personas libres.
En el Caribe fueron significativas las sublevaciones de los caribes negros, de conjunto con los aborígenes caribes en las islas de Dominica, Granada, San Vicente y las Granadinas, en 1795 y 96, que le costó mucho a Inglaterra su represión y que culminó con la deportación de los sublevados a las colonias inglesas centroamericanas de Honduras Británica, actual Belice y el protectorado del reino de la Mosquitia, actual región autónoma de la Costa Atlántica de Nicaragua, personas que se desplazaron posteriormente también a otras zonas del istmo que constituía la capitanía general de Guatemala, posesión de España, como Honduras y Guatemala. Esos caribes negros y caribes, mezclados en su nuevo emplazamiento con los pueblos originarios centroamericanos y otros africanos, dieron origen a un nuevo pueblo criollo y mestizo: los garífunas, con su propia lengua homónima, una de las tres nuevas lenguas mestizas americanas, mezclas de lenguas europeas, americanas y africanas, las otras dos son el papiamento, de las Antillas Holandesas y el creole o criollo, de las Antillas francesas.
Esos años de 1795 y 1796 fueron convulsos en otras regiones del continente. En 1795 el pardo Nicolás Morales organizaba una conspiración en la ciudad cubana de Bayamo que fracasó y el 10 de mayo del propio año, José Leonardo Chirino, un zambo, o sea, mestizo afroindígena, iniciaba una sublevación en la capitanía general de Venezuela con el objetivo de abolir la esclavitud y establecer una república libre, fue ahorcado y descuartizado. En su memoria, el gobierno venezolano del presidente Hugo Chávez, declaró el 10 de mayo como Día de la afrovenezolanidad.
Para esa fecha ya ardía en llamas la colonia del Santo Domingo francés, desde la noche del 22 y la madrugada del 23 de agosto de 1791, en que estalló la gran rebelión de esclavizados en todo su territorio que dio inicio a la guerra de independencia de esa porción de la isla. A los cuatro años de duro batallar, los franceses, que supuestamente dirigían la revolución más liberadora hasta entonces en la historia de la modernidad, no daban la independencia a su colonia antillana ni abolían la esclavitud en ella, ese año de 1795, España e Inglaterra acudían en ayuda de Francia para evitar que triunfaran los esclavizados sublevados. Se suponía que la España monárquica era enemiga de la Francia revolucionaria e Inglaterra era la tradicional rival de los galos en sus conflictos coloniales, sin embargo, las tres potencias se aliaron para combatir a los esclavizados rebeldes. Nombres como Toussaint Louvertoure, Jean Jacques Dessallines, Alexandre Pétion, Henry Christopher y otros, se hicieron leyenda.
Entre 1796 y 1801, los rebeldes del Santo Domingo francés lograron no sólo derrotar a las tres potencias europeas, sino también abolir la esclavitud y el reconocimiento de Toussaint Louvertoure, como gobernador general de la isla. Pero Napoleón Bonaparte, en 1802, restablece la esclavitud, destituye y apresa a Louvertoure quien muere en Francia en la Citadelle. Pero el 18 de mayo de 1803, unidos los patriotas en el que denominaron “Ejército Indígena”, hacen ondear por primera vez una bandera que sería a la larga su bandera nacional con la consigna: “En la unión está la fuerza” y en Vertieres, Dessallines destroza a la legión napoleónica del general Leclerc, 60 mil hombres bien armados y entrenados que mordieron el polvo de la derrota. Se habla de Waterloo, pero pocos reconocen la derrota napoleónica de Vertieres, en Santo Domingo.
Dessallines declara su controversial decreto de “muerte a los blancos” que justificaba legalmente la muerte hasta el exterminio de todas las personas blancas fueran francesas o criollas, de cualquier sexo y edad, de cualquier capa o clase social, fueran esclavistas o no, que provocó una despavorida huida hacia Cuba de las familias francesas o en su lugar, la muerte. El primer día de 1804 en la plaza de Gonaïves, se proclamaba la primera república latinoamericana, la primera caribeña y la única fundada por los africanos esclavizados, que decidieron poner a su país el nombre autóctono de Haití.
Algunos analistas políticos e historiadores colonialistas y racistas, tratan de explicar la suerte posterior de Haití que devino, para el siglo XX en uno de los países más empobrecidos e inestables políticamente del mundo a partir de sus contradicciones internas y ello no es cierto. Las contradicciones internas existieron y existen, pero no es la causa.
De hecho, la unidad lograda para alcanzar la independencia no se sostuvo después. La Constitución de 1805 convirtió la república en un imperio y Dessallines se proclamó emperador Jacques I, siendo asesinado en 1806 y dividiéndose el país en dos estados: se mantuvo el imperio al norte, con Cap Haitien (Cabo Haitiano) de capital y Henry Christopher coronado como emperador Enrique I, y la república al sur, con el mulato Alexandre Pétion de presidente en Port-au-Prince (Puerto Príncipe) como capital.
Pétion recibió a Simón Bolívar, alijó su expedición y le dio toda clase de ayuda como contribución a la independencia sudamericana. El Libertador se comprometió con Pétion a declarar la abolición de la esclavitud en todos los territorios que liberase.
Haití era un país próspero y productivo. En 1820 se logró la unión de la nación al abdicar el imperio y quedar la república para todo el territorio. Un nuevo presidente, Jean Pierre Boyer asumiría la presidencia y en 1822, invadiría la parte oriental de la isla, que había proclamado su independencia de España en 1821 y su anexión a la República de Colombia (la Gran Colombia) de Simón Bolívar. La fusión de ambas partes de la isla no fue un acto voluntario sino una invasión y ocupación haitiana que no fue asimilada por los dominicanos quienes en 1838 inician una guerra contra los haitianos por su independencia la cual alcanzan en 1844, proclamando la República Dominicana.
Las desgracias de Haití tienen dos causas principales, como denominador común el neocolonialismo y el racismo. Una es, el alto costo económico del reconocimiento de su independencia por Francia el 11 de julio de 1825 que le impuso a cambio una deuda que triplicaba el producto interno bruto de la nación, algo inédito e impagable lo cual puso a un país a trabajar para pagar una deuda que sabía no podía lograr y el otro hecho fue la invasión y ocupación estadounidense entre 1905 y 1924, durante 19 años, apropiándose por la fuerza de las armas de toda la riqueza del país e incluso de sus aduanas.
V
No puede tratarse de explicar los movimientos abolicionistas e independentistas del siglo XVIII en el Caribe, liderados por negros, mulatos o pardos y zambos, sin tener una lectura íntegra del panorama continental y mucho menos separarlo de las rebeliones de otros componentes étnicos de la región. En este análisis entonces, no puede quedar fuera la sublevación en el Perú, en 1780-81, del cholo -mestizo quechua-hispano- José Gabriel Condorcanqui, autodenominado Túpac Amaru II, descendiente directo del último inca en el siglo XVI Túpac Amaru y en su vecino Alto Perú, del aymara Túpaj Katari, en 1781-82, ambas rebeliones también cruelmente reprimidas, como se hacía con todas las rebeliones de actores no blancos y con los descuartizamientos de sus líderes.
Entre el 15 de enero y el 9 de abril de 1812, ocho años después de proclamada la independencia haitiana, el criollo habanero negro José Antonio Aponte Ulabarra, dirigía una sublevación nacional en varias regiones de Cuba: Puerto Príncipe, Holguín, Bayamo, Remedios y La Habana, entre otros lugares, igualmente en busca de la abolición de la esclavitud y la independencia. Ahorcados y decapitados sus principales dirigentes, pero nunca sofocado su ejemplo.
Tres décadas más tarde, el 5 de noviembre de 1843, varias mujeres con hombres subordinados, dirigían una rebelión en cinco ingenios azucareros y varios cafetales y haciendas ganaderas de la región cubana de Matanzas, siendo Carlota, una mujer de la etnia lucumí, su principal líder, en el ingenio Triunvirato. Como las anteriores, reprimidas, con ahorcamientos y descuartizamientos, incluyendo el de la propia Carlota.
El 80 % de los combatientes del Ejército libertador Cubano en tres guerras de treinta años (1868-1898) eran negros y mulatos, el 30 % de su oficialidad y 17 de ellos alcanzaron grados de general incluyendo el segundo cargo del ejército: Lugarteniente General, ocupado por Antonio Maceo Grajales.
Ejemplos y paradigmas de rebeldía son muchos como diversos son los nuevos pueblos que resultaron de los nacientes estados nacionales americanos entre los siglos del XVIII al XX, sobre ellos se requieren nuevas visiones y narrativas.
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