¿Qué es el lunfardo?


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Sabemos que se denomina lunfardo, en su significado original, al ‘ladrón’, y al argot hablado por ladrones y delincuentes en el siglo xix, en el Río de la Plata, pero más concretamente en la ciudad de Buenos Aires, también se le denominó lunfardo.

A veces los propios coterráneos son los que más arduamente critican, como lo hizo en su oportunidad Jorge Luis Borges, quien en un trabajo titulado El idioma de los argentinos, incluido en un libro que publicó más adelante, denominado El lenguaje de Buenos Aires (1952), expresó acerca del lunfardo: “[...] es un vocabulario gremial como tantos otros, es la tecnología de la furca (1) y de la ganzúa”. (2)

Por su parte, otro especialista acerca de esta manera de expresarse los porteños (3), y me refiero a Mario Teruggi en su libro Panorama del lunfardo (1974), dijo que había que encarar este asunto con otro criterio, pues “[...] la génesis de un argot no puede ni debe ser el único criterio para juzgarlo, con omisión de su posterior desarrollo”.

Desde el siglo xix existieron los primeros compiladores de voces lunfardas, como Benigno Lugones, Luis M. Drago, Antonio Dellepiane. En el siglo xx han sido muchos más, tanto los que continuaron la labor de los primeros, que catalogaban al lunfardo como producto de la delincuencia —Dellepiane publicó en 1894 su “compilación de voces lunfardas” con el agresivo título de El idioma del delito, que tengo aquí como cosa rara—, como otros que reivindicaron la existencia de un habla coloquial originada en la zona del Río de la Plata, esto es, usada por los porteños.

Sin embargo, José Gobello en su Breve diccionario lunfardo (1959), dice: “[...] ya no llamamos lunfardo al lenguaje frustradamente esotérico (4) de los delincuentes, sino al que habla el porteño cuando comienza a entrar en confianza”. Años más tarde, el propio Gobello —la autoridad mayor en cuestiones del lunfardo y presidente que fue hasta su muerte de la Academia Porteña del Lunfardo— parece que encontró algo imprecisa la anterior definición y la amplió en El lunfardo (1989):

“[...] repertorio léxico, que ha pasado al habla coloquial de Buenos Aires y otras ciudades argentinas y uruguayas, formado con vocablos dialectales o jergales elevados por el teatro, el tango y la literatura popular, en tanto que otros permanecieron en los hogares de los inmigrantes, y a los que deben agregarse voces aborígenes y portuguesas que se encontraban ya en el habla coloquial de Buenos Aires y su campaña (5), algunos términos argóticos (6) llevados por el proxenetismo francés, los del español popular y del caló llevados por el género chico español, y los de creación local”.

Esta nueva definición de Gobello deja en claro el hecho de que el lunfardo es, básicamente, un repertorio de términos que tienen su origen en inmigrantes de distintas regiones de las penínsulas itálica e ibérica, y esto lo hace bien diferente de otras hablas populares de nuestro mundo, como el cant, de Inglaterra; el gergo, de Italia; la giria, de Portugal; el slang de los Estados Unidos; el argot o el narquois, de Francia; el Rotwelsch, de Alemania; o el caló o la germanía de España. Y todos estos son léxicos que han creado los pueblos con términos originales de su propia lengua.

El lunfardo se conformó en un inicio con vocablos traídos por la inmigración, pero no se puede considerar en modo alguno un vocabulario cerrado que se haya completado al finalizar estas inmigraciones. El lunfardo es uno solo, un lenguaje vivo.

Por su parte, en el “Prólogo” que escribe Francisco García Jiménez al libro de Fernando Hugo Casullo Diccionario de voces lunfardas y vulgares, en la primera edición, de 1964 —tuvo otra en 1992—, cuando hablaba de voces vulgares que ya habían entrado —para la fecha— o entrarían en el diccionario académico, dice:

“[...] no puedo opinar lo mismo de los lunfardismos, ni he de ser yo quien venga aquí a propiciar su uso indiscriminado, aun en nombre de lo pintoresco. Lo que sí considero obra útil es que un filólogo reúna esas expresiones en un vocabulario, para que el público se entere de ellas. No le atribuyan luego a ese vocabulario el haber puesto lunfardismos en boca del público. Ya estaban antes, por amor a la tentación o el evento de lo riesgoso o prohibido”.

El propio Fernando Hugo Casullo —quien había publicado ya diferentes diccionarios del habla popular argentina—, en sus “Palabras preliminares”, del citado libro, nos dice:

“[...] llegamos a poseer verdaderas colecciones de voces: voces vernáculas de origen indígena, americanismos, voces ya arcaicas, palabras vulgares y también las que para muchos puristas son como un tabú misterioso del que es menester alejarse so pena de quedar manchado: las palabras del lunfardo. Y fuimos tildando en los libros, anotando, agrupando vocablos, tomando contacto en forma cada vez mayor, con esa infinita gama de palabras que escapan a veces del encasillamiento erudito [...]. Esta vez hemos querido agrupar todas aquellas voces lunfardas y vulgares, más comunes, más generalizadas [...]”.

José Gobello, en la “Nota bene” de su libro Nuevo diccionario lunfardo, de 1998, nos dice:

“¿Qué es el lunfardo? Nada más difícil que acertar con una definición capaz de complacer por igual a los lingüistas, a los estudiosos y a los meros hablantes. Para unos es el lenguaje de los delincuentes, de modo que un vocablo que no chorree sangre o no exprese, al menos, un acto delictivo, no merece tal nombre. Otros, más exquisitos, sostienen que cuando una palabra ha pasado al lenguaje familiar, o al popular, si acaso alguna vez fue lunfarda (tal es el caso de pibe), deja de serlo ipso facto. Y no falta tampoco quien sostenga que los límites que separan al lunfardo del arrabalero son tan imprecisos que las respectivas jurisdicciones han de quedar por siempre indefinidas. Nunca podríamos, pues, saber a ciencia cierta cuándo un vocablo es lunfardo y cuándo no merece ser tenido por tal”.

En el 2006, en el “Prólogo” del libro escrito a cuatro manos por José Gobello y Marcelo Oliveri titulado Diccionario del habla de Buenos Aires, se expresa: “Por supuesto, si del habla de Buenos Aires se trata, no pueden estar ausentes los lunfardismos. ¿Pero es que todavía no se ha agotado el repertorio de esa modalidad léxica —menos hija de la cárcel que de la inmigración—?”.

A José Gobello, quien murió nonagenario, tanto mi hija Adriana como yo tuvimos la suerte de conocerlo.

Y es que ahora mi amigo el académico dominicano Roberto Guzmán me ha regalado otro libro para mi colección de voces lunfardas: el Diccionario etimológico del lunfardo, de Oscar Conde, de 1998, y este autor dice:

“Es así que llamo sin más lunfardo a la expresión del habla coloquial rioplatense, es decir, que se trata de un conjunto de vocablos y expresiones no considerados en el terreno académico, no registrados en los diccionarios del español corriente, que desde ya no constituyen de por sí una lengua o idioma, pues su flexión y su sintaxis se corresponden con los del español”.

Y ahora voy a finalizar con el ofrecimiento de voces lunfardas:

  • Chivateli: ‘Enojado’.
  • Calotear: ‘Estafar, yéndose sin pagar lo gastado’.
  • Arrollarse: ‘Asustarse, acobardarse’.
  • Machete: Entre otras acepciones es: ‘Apunte que los estudiantes llevan oculto para copiarse en los exámenes’, que en español de España se le llama chuleta.
  • Grúa: ‘Individuo que recibe apuestas para el juego clandestino’.
  • Bofi: ‘Bigote’.
  • Chinchudo: ‘Malhumorado, irascible, irritable’.
  • Enyetar: ‘Traer o dar mala suerte’.
  • Esquena: ‘Espalda’.
  • Pasticho: ‘Confusión, enredo, lío’.

 

 

Notas:

(1) Furca: (Del siciliano furca, ‘horca’). ‘Técnica de robo llevada a cabo por dos o más asaltantes, en la cual, mientras uno distrae a su víctima, el otro —o los otros— la atacan por la espalda, pasando un brazo por su cuello para inmovilizarla, y así despojarla del dinero y otros efectos personales’.

(2) Ganzúa: (Del vasco gantzúa). ‘Alambre fuerte y doblado por una punta, a modo de garfio, con que, a falta de llave, pueden correrse los pestillos de las cerraduras’.

(3) Porteño: Entre las variadas acepciones que tiene la palabra, aquí se refiere a: ‘Natural de Buenos Aires, capital de la Argentina’.

(4) Esotérico, esotérica: 1. ‘Oculto, reservado’. 2. ‘Dicho de una cosa: Que es impenetrable o de difícil acceso para la mente’.

(5) Campaña: ‘Campo llano sin montes ni aspereza, de los alrededores de la ciudad de Buenos Aires’.

(6) Argótico, argótica: ‘Perteneciente o relativo al argot’.


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