Este 24 de febrero Rafaela cumpliría 89 años. No podemos dejar de recordarla. De ella hemos hablado muchas veces, sobre todo de su exquisita condición de poetisa, digna figura de nuestra lírica de habla hispana.
Ahora justamente, en estos momentos en que realizamos la Feria Internacional del Libro La Habana 2015, queremos evocarla como la gran educadora, la maestra inolvidable, la incansable pedagoga, entregada a perfeccionar el sistema educacional de nuestro país.
La sede principal de esta Feria, es la emblemática fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Para Rafaela, la vieja ciudad con sus calles, sus gentes y castillos, era sitio representativo de gran atracción.
Fue en 1998, en la Casa de la Obra Pía cuando nos encontramos una tarde, con gran alegría. Conversamos después de un tiempo sin vernos. Amaba tanto los Museos que se sentía muy orgullosa que la Revolución Cubana hubiera dado un impulso sustancial a la creación de estas instalaciones, no solo a nivel nacional, sino también a niveles provinciales y municipales.
Decía con énfasis, que el Museo moderno requería un espacio mayor al sentir la obligación de salir cada vez más de sus recintos.
Fue en 1956, cuando la UNESCO realizó una Campaña Internacional a favor de los Museos. Había en aquella época abundante bibliografía sobre la organización y el funcionamiento de estas instituciones, pero eran muy pocos los estudios que se habían publicado sobre lo que Rafaela llamaba “el empleo concreto” de los mismos en los programas educacionales.
En esa misma fecha, la UNESCO dedicó un número completo de su Revista a la función de los museos y la educación. En aquella publicación, aparecía un ensayo que firmaba Molly Harrison del Geffrye Museum de Londres, seguido de una lista de 47 obras importantes en las que podía encontrar un educador, fundamentales orientaciones para la mejor utilización de los tesoros que conservan esas instalaciones patrimoniales.
“La idea que los museos tiene una función educativa es de fecha reciente. Cuando se crearon las primeras colecciones museográficas, no tenían finalidad educativa, muchas de ellas comenzaron en Europa como colecciones de viajeros, cuya fortuna les permitía cultivar esa afición, de forma que el único principio de selección era el gusto del coleccionador y su principal finalidad la de suscitar el asombro del visitante. Cuando esas colecciones privadas pasaron paulatinamente a manos de instituciones públicas y fueron adquiriendo ese carácter, perdiendo su finalidad original, aunque no inmediatamente, pues en muchas de ellas siguió predominando el principio del acopio y la conservación”.
Por otra parte, la ensayista argumentaba, que en aquellos tiempos, en ningún país la educación significaba gran cosa para la población. Fue en el siglo XIX, cuando se intentaron dar los primeros pasos para la educación popular.
Desde principios del siglo XX, se fue comprendiendo progresivamente la importancia de la función educativa de los museos y para todas las edades.
La palabra “educar”, fue ampliando su significado. Educar comenzó a ser sinónimo de guiar, alentar, estimular y cultivar.
Todo esto tenía tan motivada a Rafaela, que se dio a la tarea de organizar un Curso de Verano en la Universidad de La Habana bajo la denominación de “Arte y Educación” y durante el cual, la gran pedagoga organizaba visitas dirigidas de sus alumnos a los museos.
Insistía mucho Rafaela, que los museos, no podían verse solamente como una mera colección de objetos valiosos, bienes culturales e históricos, ajenos a la influencia que debían ejercer en la educación de la comunidad.
Cuando después del triunfo revolucionario del Primero de Enero, se da un impulso a este trabajo museológico, se empiezan a concretar algunos criterios argumentados por Rafaela cuando explicaba, “que los museos constituían un excelente instrumento de educación popular, un centro vital de colectividad al que la población debía acudir hasta de una manera espontánea en sus momentos de ocio”. La educadora iba más allá. “El Museo, decía, debe convertirse en muchos momentos en un sitio de reunión de profesores, estudiantes y hasta de autodidactas, que pueden hallar en sus salas, una mejor manera de comprobar o ampliar las nociones adquiridas de manera teórica en las instituciones docentes o de forma individual”.
Por todo ello, la educadora como buena poetisa, argumentaba sus criterios de belleza y espiritualidad en la estructura de los Museos, porque una colección bien organizada y diseñada con buenas concepciones estéticas, facilita la mejor comprensión de todos los visitantes y atrae y facilita el conocimiento.
No es posible olvidar, la abnegada labor realizada, con estos mismos criterios, por Martha Arjona y todo su equipo de especialistas, al frente del Consejo Nacional de Patrimonio.
Pienso muchas veces, cuando me vienen estos recuerdos, en la necesidad que tenemos de seguir impulsando con dinamismo y el mismo sentido educativo, el trabajo entre la Educación y estas instalaciones museológicas que atesoramos.
Perfeccionar a directores y especialistas, guías, conservadores; desarrollar múltiples visitas dirigidas, conferencias, cursos breves, proyecciones, conciertos, recitales, exposiciones, estableciéndolos en franca colaboración con nuestro sistema educacional, es una tarea que siempre tendrá vigencia y creatividad.
Para Rafaela, y así lo explicaba en el Curso de Verano, resultaba importante que los maestros se nutrieran plenamente de los Museos, y hasta eligieran, decía, de entre todas sus salas, aquella que conviniera mejor a su Unidad de trabajo. A esta Sala escogida, llevarían a sus alumnos en visita especial, para promover diversas actividades de información, de adiestramiento, de expresión y de observación.
Esta visita convocada por el profesor, fue experimentada en muchas ocasiones por la autora del poemario Viaje al sueño. Para ella, practicar esta relación aula-museo, daba lugar en la escuela, a la realización de acciones posteriores que permitían ampliar los conocimientos adquiridos en esos paseos culturales.
Ella no dejaba de señalar, “que solo cuando el Museo se convierta en una agencia viva del aprendizaje, resultará ser una grata extensión de la escuela en sus distintos niveles de enseñanza, todo lo cual, redundaría de manera muy efectiva en la educación nacional.”
Como poetisa, nos dejó un alma llena de emociones en versos inolvidables.
Como educadora, nos entregó su sabiduría hasta los últimos momentos de su fructífera vida.
Figura imprescindible del magisterio cubano, fue Rafaela Chacón Nardi; profesora de grandes méritos, dedicaba cada día a hurgar y descubrir todo lo que pudiera ser más aconsejable para alcanzar en nuestro país, una verdadera formación de los educandos, y con el objetivo final, de garantizar un futuro sólido para las nuevas generaciones.
Aquí, junto a nosotros se encuentra en el 89 Aniversario de su natalicio, “Rafaela de Cuba”, como dijo un día la gran chilena Gabriela Mistral, con su poesía de puro lirismo, andando La Habana, entre libros y museos, con los niños, sus dibujos y adivinanzas, en el aula naciente de inquietudes y conocimientos, amada por todas sus alumnas y alumnos, adelantada a su tiempo, digna heredera de Varela, Luz y Caballero y Martí, y representando siempre a la escuela cubana llena de inmensas tradiciones y profunda labor creadora, para orgullo de nuestro pueblo y de otros pueblos del Mundo.
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