Raquel Revuelta Planas, la Laurencia de Fuenteovejuna


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Cada vez que trato de evocarla no la imagino mejor que en la piel de la joven Laurencia, la que solicita justicia y libertad  y anima a sus congéneres a obtenerlas en la conocida pieza de Lope de Vega, aunque siempre pienso que ella misma era un personaje dramático para quien no supimos, los autores teatrales del patio, crear un papel a su compleja medida.

La mayoría de las cubanas y los cubanos la conocieron, inicialmente, por su trabajo en los medios, primeramente  en la radio, sobre los años cuarenta y, a partir de 1950, en la televisión y el cine, donde debutócon Siete muertes a plazo fijo (dir. Manolo Alonso), a la que siguieronMorir para vivir (1954, Miguel Morayta), La rosa blanca (1954, Emilio Fernández), La fuerza de los humildes (1955, Agustín P. Delgado), Y si ella volviera (1956, Vicente Oroná).

La mujer hermosa, de voz profunda y excelente decir, que unía a su insospechada timidez un cierto aire de enigma y logró llegar a los principales planos de popularidad en los dramatizados mediáticos de los años cuarenta y cincuenta provenía de un medio humildísimo donde, se desenvolvía, sin embargo, una familia amante de la cultura.

Raquel, la primera de los dos hijos, nació en La Habana el 14 de noviembre de 1925 y bajo el estímulo y la orientación del padre conoció la poesía y se inició en el arte de la declamación. Era apenas una adolescente cuando triunfó en la Corte Suprema del Arte y en La Escala de la Fama, espacios dedicados al descubrimiento social de nuevos valores en el arte.

Más tarde integró elencos en la compañía de Eugenia Zufolli, que se presentaba en el Teatro Campoamor, también en ADAD, Prometeo y en el Teatro Popular, institución dirigida por Francisco (Paco) Alfonso y vinculada de manera explícita a los sindicatos y los sectores más humildes del país.

Junto a Paco, luego de que, en 1943, el Partido Unión Revolucionaria Comunista creara Mil Diez, La Emisora del Pueblo, la actriz comenzó su trabajo en la radio, que luego se extenderá a la emisora Radio Progreso.

Entre 1947 y 1951  tomó parte en El despertar de nuestra muerte, de HenrikIbsen;Juana de Lorena, de Maxwell Anderson;Teresa, de Thomas Job -- una versión teatral de la novela Teresa Raquin de Emile Zola--; Monserrat, de Emmanuelle Robles;Auto de fe, de Tennessee Williams;La rebelión de las canas,  de Rafael Suárez Solís; El Hombre, la bestia y la virtud, de Luigi Pirandello;Ardel o la margarita, de Jean Anouilh.

En 1947 obtuvo su primer reconocimiento de envergadura, el Premio Talía del año a la Mejor Actuación Femenina por su desempeño en Nada menos que todo un hombre, de Miguel de Unamuno, dirigida por Luis Amado Blanco, con el Patronato del Teatro; lauro con que volverá a ser distinguida en 1952, junto con el Premio de la Unión de la Crónica Tele Radial Diaria (UCTRD) y el Premio de los periódicos Avance e Información, a los cuales les seguirán, en 1954, el Trofeo Antillana, de los Redactores Cinematográficos y Teatrales, por las películas filmadas en Cuba y México; el Gran Premio Avellaneda, de los Críticos Asociados de Radio y TV, como la Actriz Más Valiosa del Año, y, en 1956, el Premio de la Agrupación de Redactores Teatrales y Cinematográficos como la Mejor Actriz del Año por su notable desempeño en la peculiar versión de Juana de Lorena,que nos hablaba de nuestra situación a los cubanos, y resultó para muchos el descubrimiento del poder político y la fuerza social del teatro, realizada por Julio García Espinosa y Vicente Revuelta a cuatro manos, y llevada a la escena por este último mientras Julio se cuidaba de ocultarse de los esbirros de una de las sangrientas instituciones de la tiranía.

Por estos años ya la actriz formaba parte de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo que agrupaba a los artistas e intelectuales con preocupaciones sociales y marcada vocación humanista.

Su reconocida calidad y sus dotes físicasla convirtieron en primerísima figura de la televisión y la radio, protagonizando en la primera dos espacios fijos semanales, una popularidad que Raquel utilizará sabiamente a favor del desarrollo del teatro.

En 1958, con su hermano,  el ya reconocido joven actor y director Vicente Revuelta, y otros seis colegas fundan el grupo Teatro Estudio, una entidad teatral de nuevo tipo que se constituiría en la empresa de su vida y ala que estará eternamente unido su nombre; agrupación paradigmática de la escena cubana de la cual fue Directora General durante cuarenta años, a partir de 1964 hasta su muerte, acaecida lamentablemente en el 2004.

En dicha institución, formadora fecunda de actores, directores, dramaturgos, diseñadores y técnicos, productora de gran parte de los más importantes acontecimientos culturales de la escena cubana a partir de la segunda mitad del pasado siglo, se desempeñó, además, como actriz y directora artística. Entre los espectáculos donde interpretó roles protagónicos se recuerdan El alma buena de Se Chuan, Fuenteovejuna, Madre Coraje y sus hijos, Las tres hermanas, Santa Juana de América, Comedia a la antigua. Como directora artística condujo Tupac Amaru, La ronda, Los diez días que estremecieron al mundo-- junto al importante director ruso Yuri Liubímov--, Doña Rosita la soltera, Concierto Barroco y Tartufo, espectáculo con el que inauguró en el 2003 la nueva sala Adolfo Llauradó, una institución de nuevo tipo que fuera su último proyecto artístico.

Tras el triunfo de la Revolución en 1959 su filmografía se engrosó conCuba baila (1960, Julio García Espinosa), Lucía (1968, Humberto Solás), Aquella larga noche (1979, Enrique Pineda Barnet), Cecilia (1981, Humberto Solás), Un hombre de éxito (1986, Humberto Solás), en cada una mostró un perfil diferente. Dos proyectos más quedarían interrumpidos tras su muerte.

Por su importante labor en este medio el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano tuvo a bien entregarle, en 1997, el Premio Coral por el conjunto de su obra .

A la televisión regresó únicamente en los setenta para, honrando una amistad de muchos años, interpretar, a solicitud del director y amigo Roberto Garriga, la novela Doña Bárbara, de Rómulo Gallego.

Fue Profesora Titular del Instituto Superior de Arte donde se desempeñó por un período como Decana de la Facultad de Artes Escénicas. En reconocimiento a su labor dicha institución le otorgó, en 1985, el título de Doctora Honoris Causa en Artes.

A solicitud del Ministro de Cultura del período, el Dr. Amando Hart Dávalos, Raquel fue la primera Presidenta del Consejo Nacional de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura tras la reorganización institucional de que fue objeto el organismo en 1988.

Por años presidió la filial cubana del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), entidad cultural de promoción e investigación artística que agrupa a numerosos teatristas de Iberoamérica.

Su ética, intensa trayectoria y la excelencia de suquehacer artístico y en favor de la cultura fueron reconocidas con la Distinción por la Cultura Nacional, que otorga el Ministro de Cultura de Cuba, la Medalla Alejo Carpentier y la Orden Félix Varela del Consejo de Estado de la República de Cuba, entre otras distinciones.

En 1999, al ser instituido el Premio Nacional de Teatro que reconoce la obra de toda una vida, Raquel y Vicente Revuelta resultaron sus  primeros acreedores.

Ajena a las veleidades de la fama – ella que fue una diva--, alerta ante las trampas del ego, incómoda con el halago esta mujer, que siempre prefirió compartir con la gente sencilla de su pueblo, dejó tras de sí una vida ingente entregada al teatro y la cultura. Es un ejemplo de honestidad artística, de genuina humildad, de exigencia e inconformidad perenne. También de valor moral cuando supo discernir, a partir de sus profundas convicciones políticas y humanistas, cuáles eran los errores cometidos por un grupo de individuos y de qué lado estaban la justicia y la verdad  y protegió y dio trabajo, que era brindar sostén, amparo y esperanza, a grupos de artistas víctimas de posiciones sectarias, dogmáticas y lesivas a la unidad necesaria para el proyecto común y mayor.

Además de merecido, inteligente y útil sería conocer mejor su vida y mantener vigente su memoria. Por razones valiosas de esas que cuidan no hacerse evidentes quienes fueron sus alumnos, y son siempre los más severos jueces, la veneran y le rinden tributo agradecido.

 Posiblemente a su pesar, Raquel Revuelta es, sin lugar a dudas, una de las figuras míticas de la historia contemporánea de nuestra escena.

 

 


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