Apenas tres meses antes de que abandonara esta dimensión y cuando en sus 68 años de edad mucho aún podría haber aportado a la cultura del país, en enero de 1995 Raúl Martínez se convirtió en el primer creador cubano en obtener el Premio Nacional de Artes Plásticas, reconocimiento que hacía honor a cuatro décadas de innegables talento y versatilidad.
Fue aquel un tributo que la precaria salud del artista hacía impostergable, como lo es también la exposición Allegreto Cantabile (sic.), abierta al público desde el pasado miércoles en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, a propósito de haberse cumplido este mes el aniversario 90 del natalicio del relevante pintor, diseñador gráfico, escenógrafo, fotógrafo y profesor.
Un apretado pero ilustrativo recorrido por tales facetas del quehacer del artista y las etapas que marcaron su obra, es el que posibilita la muestra; organizada de conjunto por la institución sede, el Consejo Nacional de Artes Plásticas y el Museo Nacional de Bellas Artes, a cuyos fondos pertenece la mayoría de las 44 piezas que se exhiben bajo la curaduría de una de sus principales especialistas, Corina Matamoros, ahora auxiliada por las jóvenes Gabriela Hernández y Rossana Bouza.
Con el abstraccionismo como punto de arrancada en los años 50 y cierre de una trayectoria en la que Raúl Martínez descubrió que “pintar es una lucha y un placer”, un diálogo permanente del autor con su obra; la exposición, que podrá ser visitada hasta enero, saca a la luz creaciones poco vistas por el público, una de las virtudes más sobresalientes del proyecto.
Ahí están sus tintas de mediados del pasado siglo, algunos de los Homenajes que con la técnica del collage y en progresiva transformación del Pop Art realizó en los años 60, década a la que también pertenecen fotografías de la serie ¿Foto-mentira!, realizada de conjunto con Mario García Joya (Mayito) y el suizo Luc Chessex.
No podían faltar la iconografía social y política de quien, en particular, hizo una muy personal y en su momento incomprendida interpretación del Apóstol; el gran mural Te doy una canción, premiado por la UNEAC en el 84; collages de ese período, una abstracción de los años 90 y piezas en apariencia inconclusas, pero ya tituladas con versos de Martí…
Desde 2008 no se organizaba en Cuba una muestra personal de Raúl Martínez, un artista cuya obra fue como una canción a veces melancólica, pero llena de luz. Volcada siempre hacia fuera, hacia los otros, hacia los hombres y mujeres que eternizó en sus cuadros. Hermoso testimonio de una época, una cultura, un país.
Deje un comentario