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Raúl Roa García y su impronta revolucionaria en la Feria Internacional del Libro


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Viento Sur, libro de la autoría del inolvidable diplomático y humanista revolucionario Raúl Roa García (1907-1982), y el CD Raúl Roa de la colección Palabra Viva, a cargo del escritor Víctor Casaus, fueron presentados por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, durante el marco de la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana.

Fundada y dirigida por el poeta, ensayista y cineasta Víctor Casaus, dicha institución cumplirá este año sus veinte años de vida cultural y, en especial, de labor ininterrumpida por el rescate de la memoria histórica de la Nación cubana, y por sus estudios e investigaciones referidos a la vida y la obra del periodista revolucionario Pablo de la Torriente Brau. Por todo ello, entre otras muchas razones, decidió homenajear al también Profesor universitario de varias generaciones de cubanos, además de amigo personal de Pablo.

En sus palabras, Casaus destacó la presencia del también diplomático y escritor Raúl Roa Kourí, hijo, quien tuvo a su cargo la presentación de la obra citada.

“Tanto la obra Viento Sur, como el CD, el Centro Pablo de la Torriente Brau lo dedican a la figura entrañable que lleva su nombre, y a quien ha sido también a lo largo de estas dos décadas, el centro de su generación. Un ejemplo de esa generación es Raúl Roa García, amigo muy cercano a Pablo y a quien prometió cuidar de su papelería —tras su partida a España como combatiente—; a Roa siempre agradeceremos el poner a disposición de nuestro Centro las cartas escritas por Pablo en Nueva York, e incluidas posteriormente en el volumen titulado Cartas cruzadas. Un intercambio epistolar entre Pablo y sus amigos (en especial de Roa), y entre sus hermanas.

En relación con el CD Palabra viva, especificó que es el primero de esa colección, y es inclusivo de textos tomados de grabaciones documentales realizadas en 1976, en las que el conocido Canciller de la Dignidad es su principal protagonista.

En el caso de Viento Sur, su primera edición surgida en 1953, agrupaba un número de textos diversos de Roa, entre ellos cartas, artículos, ensayos, crítica literaria y comentarios, todos publicados en la prensa cubana durante la primera mitad del pasado siglo.

Al respecto Raúl Roa, hijo, agradeció a la feliz iniciativa de Casaus la revisión y publicación de dicho título, “en defensa de la democracia y la libertad, que fueron también las causas fundamentales por las cuales mi padre padeció y luchó. Viento Sur forma parte, realmente, de una tríada de volúmenes, el primero Bufa subversiva, que recoge las vivencias de Roa contra el régimen sangriento de Gerardo Machado, después contra la primera dictadura de Fulgencio Batista (marzo de 1935); un libro que refleja a ese Roa que gesticula, que habla muy rápido y quien, años después, fue también el terror de los traductores simultáneos en Naciones Unidas, producto de su expresión oral. Un Roa que siempre fue así: en su forma de expresarse, de actuar, de ser. Bufa… lo considero un libro clave por su descripción relacionada con la lucha contra Machado y Batista en aquella época que abarcan los años 1930,1933 y 1935” (1).

“Veinte años después se publica Viento Sur, en 1953, y luego del triunfo de la Revolución de Enero de 1959 es publicada La Revolución del Treinta se fue a bolina, acerca de la cual después Roa recapacita en su discurso al hacer referencia a los logros de esa Revolución explicativos de la continuidad de una lucha emanada de la Revolución del Diez de Octubre de 1868, pasando por la Guerra de Independencia de 1895, por la Revolución del 30, hasta culminar con el triunfo de la Revolución de Enero de 1959, liderada por Fidel Castro”.

Acotó Roa Kouri, que “la presente edición de Viento Sur posee en su portada una caricatura del inefable Juan David, gran amigo de mi padre y a quien sabía dibujar muy bien —en especial, la forma peculiar en que él acostumbraba a doblar sus piernas—; Juan David siempre decía que uno de los personajes más buenos para caricaturizar era Raúl Roa.

“Acerca de Pablo, fue un gran amigo de mi padre y en quien siempre confió, al punto de nombrarlo el albacea de todos sus documentos y escritos, tras su partida como periodista y combatiente a la Guerra Civil en España. Toda esta documentación se conservó durante muchos años en mi casa. Mi padre escribió muchas cosas sobre Pablo, entre ellos un libro de sus artículos titulado Pluma en ristre —en el tiempo en que fue director de Cultura del  Ministerio de Educación—; además de cultivar siempre la memoria no sólo de Pablo, sino también la de otros compañeros que cayeron en la lucha contra la tiranía machadista, como fue el caso de Rafael Trejo. Roa escribía muchos artículos periodísticos. Él no se consideraba tan sólo un escritor, sino también un periodista. En una ocasión le preguntaron cuál era su profesión y él respondió: “Soy periodista, periodista y periodista”. Lo mismo sucedía con Pablo, siempre se consideró periodista y diría que un periodista genial, de una hondura y frescura fabulosas”.

A continuación el ex diplomático cubano recalcó que: “Realmente, Roa escribió solamente dos libros orgánicos. Uno, Aventuras, venturas y desventuras de un mambí sobre su abuelo Ramón Roa, ayudante de Ignacio Agramonte, Julio Sanguily y de Máximo Gómez y que es ante todo una interpretación de la Guerra del 68; y otro, que no pudo concluir sobre Rubén Martínez Villena —y que anuncia en su prólogo El fuego de la semilla en el surco (1982) —, pero que salió póstumamente.

“Por otra parte como escritor, mi padre era alguien muy curioso: tenía que escribir en libretas escolares con lápices gruesos --very black y a los que les sacaba punta con una navajita marca Gillete-- , y lo hacía acostado en una cama –no en la matrimonial de donde mi madre lo había escindido a la hora de escribir--, además de fumar constantemente. Tachaba mucho y cuando algún escrito no le gustaba, lo rompía…Así le pasó con el último capítulo del libro sobre Villena. No le gustó, determinó entonces volver a escribirlo, pero la muerte le sorprendió”.

Conocida es la situación existente en el país durante medio siglo de dominio neocolonial con su amplia estela de injusticias, discriminación racial, alto índice de analfabetismo, desconocimiento del papel social de la mujer, entre otros muchos males, frente a lo cual y al decir de Roa: “(…) La válvula de escape de aquella atmósfera enrarecida y agobiante fue el choteo y la trompetilla, a la vez catarsis, autodefensa y desquite del inconsciente social rebelado” (2).

Años después Raúl Roa García retomó nuevamente su adarga (ya quijotesca), e invadiendo tiempo y espacio, se nucleó al lado de otra Generación —la del Centenario y junto a su joven líder Fidel—, para tomar nuevamente las riendas de la lucha revolucionaria. De sus otrora colegas y amigos de contiendas estudiantiles y obreras de las décadas del veinte y del treinta él traía consigo, para resembrar, las semillas de la posteridad. Luchar contra lo que escribió, con sagacidad crítica: gobierno, parlamento, judicatura, prensa, las que “operan bajo la sujeción inmediata de la oligarquía, instrumento dócil, a su vez, de la dominación imperialista, que le otorga jugosa participación en sus dividendos y márgenes y estaba constituida por latifundistas, la gran burguesía industrial azucarera y la burguesía comercial española importadora, interesados por igual en el aseguramiento de la dependencia externa y del antidesarrollo nacional”.

Roa también traía consigo —para resembrar—, las semillas de nuestra Cultura nacional, de aquella que no se trasluce en una modalidad del American way of life, o en abolengos y títulos nobiliarios comprados, en padrinazgos de alto copete, en casinos de juegos o en prostíbulos en cada esquina o espacio habilitado para ellos, sino en llevar a vías de hecho la impronta de nuestro José Martí cuando expresase en su artículo “Los Códigos Nuevos”, en 1877: “Toda obra nuestra, de nuestra América robusta tendrá, pues, el inevitable sello de la civilización conquistadora, pero la mejorará, adelantará y asombrará con la energía y el creador empuje de un pueblo en esencia distinto, de nobles ambiciones y aunque herido, no muerto.”

Esta es y será la Obra que, para Cuba, para nuestra América y para el mundo dejaron el verbo y la acción del Canciller de la Dignidad Raúl Roa García.

 

Notas

(1)Como le adelantó Pablo en una carta de 1935: “!Ah, carajo!, olvidaba decirte que he leído tu libro, que me parece estupendo y que es una lástima que no se pueda leer en Cuba. Lo mejor del libro es que se parece a ti, desordenado, brillante, inquieto. Tiene cosas magníficas y cosas maravillosas. (…) Me gusta todo. Leonardo (Fernández Sánchez) piensa que tú eres el primer escritor de Cuba. Yo pienso lo mismo.”
(2)Cultura Cubana, siglo XX. Tomo 2. Editorial Félix Varela. La Habana, 2006.


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