A la autonomía que pueden alcanzar ciertos personajes de ficción, cuando en verdad son auténticos, se han referido con frecuencia los novelistas, a veces hasta lamentando cierta irreverencia por parte de sus criaturas.
Esto que según todo indica, se experimenta también en las artes visuales, viene ocurriendo con esa especie de alter ego que inesperadamente irrumpió en los lienzos de Rolo Fernández en medio del enclaustramiento que trajo consigo la pandemia y que, en muy poco tiempo, lo ha llevado a recorrer varias de las más importantes galerías de la capital, sin que se pueda aseverar con certeza quién lleva de la mano a quién.
En mayo del pasado año y casi al unísono, este ser sin sexo ni edad definidos, hizo su aparición en dos prestigiosas instituciones de la ciudad: en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV) con la exposición Mi amigo imaginario y en el Centro Hispanoamericano de Cultura, con la titulada Dime con quién andas.
Como para demostrar que de entonces a la fecha ha continuado sus andanzas, reaparece y ya con un nombre: Súbito, el mismo de la muestra abierta al público el pasado miércoles en el Palacio de Prado de la Alianza Francesa, en la que, desde una docena de obras, entre ellas una colaboración con el fotógrafo Kevin Sánchez (Ksape), en silenciosa soledad nos interpela, obligándonos a reflexionar sobre variados temas de la realidad nacional.
El estilo minimalista, los fondos planos, la sutileza, el uso exquisito de la línea, continúan caracterizando la corporeidad, el escenario con que Rolo Fernández ha dotado a este alter ego, a este amigo imaginario que lo ha ido afianzando en los caminos del arte y de la vida.
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