Fecha de Nacimiento: 10/Noviembre
Estatura: 1 M, 65 Cms.
Color de los ojos: Pardos
Color de la piel: Blanca
Color del pelo: Castaño Claro...
Con estos datos tal vez no pueda, el lector, reconocer a la persona en cuestión. Pero si añadimos que en la escena la caracteriza la alegría, la frescura a flor de piel combinada con la fuerza, esos largos balances, giros diversos y una técnica precisa… Amén de que es muy intensa, y ha alcanzado, a través del tiempo, en sus interpretaciones la plenitud artística… Usted llegará a la conclusión de que se trata de una primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba (BNC).
Les presento a Viengsay Valdés…
Con esa gracia a la que nos tiene acostumbrados sobre las tablas, la sonrisa pronta, y muy poco tiempo, porque los días de la bailarina y actual directora general del Ballet Nacional de Cuba, son arduos. Además del peso de bailar, lleva el de continuar el legado de Alicia y los fundadores y, sobre todo, mantener viva la llama de la danza clásica en esta Isla, que está indisolublemente ligada a la Historia cultural de Cuba, por ser un Patrimonio de altos quilates. Hace años, después de concluido el 18vo. Festival Internacional de Ballet de La Habana, en el que su nombre brilló de manera singular por la labor realizada en esos intensos días, realicé una larga entrevista, a la entonces juvenil primera bailarina, que quiero hacer eco, en algunos instantes, en este día 10 de noviembre, en que la destacada Artista cumple años. Un poco para recordar parte del exitoso camino recorrido por Viengsay en esta dura carrera de bailar. Que, por demás, ha tenido una resonancia profunda en Cuba y el mundo, por todo lo que ha entregado.
Volvamos a danzar con ella, desde las palabras, algo de su historia personal y también de aquello que se mueve por dentro de este ser tan especial.
¿Viengsay? Su nombre retumbó entre los recuerdos vividos o impresos en las paredes, donde sobresalen fotos de muchos personajes vestidos por ella a lo largo de una extensa carrera ya. “Mi nombre significa victoria en la lengua laosiana. Porque cuando nací aquí en mi Habana, mi padre se desempeñaba como embajador en Laos, y por sugerencia de un primer ministro de allá decidieron ponerme así, que alude además a la primera zona liberada cuando la guerra. Sabes –dijo muy bajito–, si hubiera sido varón me llamaría Viengtiane. ¡Por suerte nací hembra! (risas). Si no, en la escuela habría sido tremendo”.
Mejor nombre no puede tener quien en su vida ha caminado de victoria en victoria en los más disímiles escenarios. Críticas muy favorables deja por donde pasa a lo largo del tiempo, desde sus comienzos… Aquí, algunas recogidas de una gira por España hace años, que muestran su altura danzaria desde muy joven, conmoviendo por doquier al público y en particular a la crítica más exigente que ha escrito artículos altamente elogiosos: “Viengsay Valdés –dijo El País– es una bailarina dotada para el giro, el largo equilibrio y otros aspectos de la bravura, de modo que sale victoriosa. Pero lo mejor de ella es su concentración y su musicalidad...”. “Viengsay Valdés vino a Madrid a por todo y si hizo un segundo acto con una Odette deliciosa y con las más puras coordenadas de la escuela de la Alonso, en el “cisne negro” bordó su papel con una entrega y un virtuosismo apabullante” (ABC).
El camino de Viengsay en la danza no ha sido color de rosas. Ha tenido que luchar, contra viento y marea, sobreponiéndose a obstáculos, esos que por momentos nos ponen la vida o ciertas personas. “Por suerte esas cosas nunca me defraudan, por el contrario, me han incentivado a seguir adelante, a luchar más, y más, y más. Tuve la oportunidad de trabajar con fisioterapeutas, durante mucho tiempo. Dedicaba varias horas diarias a fortalecer músculo por músculo. Eso, después de todo un día de trabajo: ensayos, clases, funciones. Yo le explicaba a Miguel Capote, padre, lo que necesitaba como bailarina: fortalecer los pies, los brazos, sin dar volumen. Él, por su parte, le buscaba la parte anatómica, y entre los dos hacíamos una combinación de ejercicios que es como para escribirlos en un “librito”, porque le viene bien a cualquier bailarín. Además, me ha dado una potencia, una resistencia en todo. Bailo y no me canso, ¿Por qué cree que pude hacer este Festival en que terminaba un ballet y me iba para otro, y luego seguía y al otro día bailaba...? Bastante trabajo, pero fue especial”.
La palabra ociosa no tiene cabida en el diccionario particular de la bailarina. “Nada que ver conmigo. El trabajo para mí es lo principal, además de mucha perseverancia, paciencia, no dejarme derrotar nunca, y sobre todo, saber que nunca uno ha llegado”.
Deporte & Ballet
La gimnasia rítmica le abrió las puertas del arte, tanto tienen los bailarines de deportistas. “Empecé por ese camino desde los cinco años y medio hasta casi los nueve que pasé a 19 y L. En ese tiempo, participé en competencias a nivel nacional, y obtuve premios. Tengo por ahí mis Copas de oro y mis medallas de cuando la gimnasia, y bueno... ¿El cambio para el ballet? “Mi tía era profesora de gimnasia rítmica, es decir, que conocía muy bien la carrera que es muy corta. Realmente, esos atletas a los 23 o 24 años ya son veteranos, además de que resulta un esfuerzo físico increíble, un desgaste muscular muy fuerte. Como me gustaba mucho todo lo que fuera bailar, moverse, –ya sea popular, discoteca, Michael Jackson, y el ballet ¡por supuesto!–, analizamos la idea de pasar las pruebas en la Escuela, pues tenía las condiciones, que ya las había súper desarrollado y entré con el primer escalafón a L y 19. Así empecé, complementando las condiciones físicas con la vocación”. Clara, la mamá, que escuchaba de cerca el diálogo argumentó: “Desde pequeñita le gustaba todo lo que fuera bailar, y si le ponían música instrumental improvisaba, siempre estaba inventando”.
¿Cómo era Viengsay de niña? “Imagínate en las fiestas de mis padres, a veces hasta en las del Partido, ponían música y yo era el centro. Todo el mundo me veía bailar guaguancó, siempre me estaba moviendo, incluso en Laos, como a los dos años y medio, en una escena improvisada imitaba un baile popular de ellos que se llama LAMBÓN. Es muy suave, delicado, se mueven mucho las manos, y yo me embullé con otros niños allí, y subí a la tarima. Enseguida mi papá cogió la cámara, y aquí está la primera foto en escena (risas).
La vida en el BNC
¿La entrada de Viengsay en el BNC? ‘Fue en el año 94, faltaban muchas figuras principales, solistas que hicieran cosas fuertes, técnicamente. Anissa Curbelo y yo, como fuimos primeros expedientes, desde los primeros años nos captaron y promovieron muy rápido. Pasamos un año y medio de cuerpo de baile, y después empezamos a hacer papeles de solistas, entramos en la categoría de bailarinas principales, hasta que en julio del 2001 fui promovida a primera bailarina. Todo ha sido rápido, recuerdo que en el año que entré participé en mi primer Festival Internacional de Ballet de La Habana como bailarina. Nunca podré olvidar aquellas sensaciones”. Participó en el ballet contemporáneo El legado de pandora, de la norteamericana Suki John; Celebraciones, de la japonesa Yuriko Kikushi, donde empezó a sobresalir. En el cuerpo de baile, hizo los clásicos, hasta que llegaron “palabras” mayores: Majísimo, la Kitri de Don Quijote, La Fille Mal Gardée, El Lago de los Cisnes (enero del 97), fecha inolvidable, la reina de las Willis, en Giselle. “La hice sin haber pasado por el cuerpo de baile del segundo acto, porque se nos promovió muy rápido, pues se necesitaban en ese momento figuras nuevas”.
Fue una etapa ardua, de aprendizaje, de comprender que el ballet era su vida. “En un período de seis meses, hicimos una gran cantidad de papeles solistas, y no estábamos preparados, interpretativamente, porque éramos demasiado jóvenes. Todo iba bastante rápido: estudiar el personaje, buscar documentación y ver muchos vídeos. Una época intensa que nunca olvidaré. Lo disfrutábamos porque bailábamos cosas importantes y nos permitió destacarnos poco a poco”.
Mami y Papi aparecieron en el diálogo, porque las medallas del presente también les pertenecen. “Ellos me apoyaron todo el tiempo, todo el tiempo”. Contó que hubo una etapa en L y 19 en que Viengsay bajó de pronto el rendimiento y “ellos me dijeron: si vas a ser bailarina, tienes que ser de las buenas, si vas a seguir en esta carrera tan sacrificada, esfuérzate de verdad. Desde ese instante, he tenido siempre la frase conmigo. Mi mamá es la principal crítica, no se pierde una función, y mi papá con el transporte: me llevaba al Ballet y los teatros, luchó muchísimo conmigo en esta carrera. Pero en todo momento no sólo me han apoyado ellos, sino toda mi familia”.
Un día en la vida de Viengsay, ¿cómo es? “Pues, me levanto, desayuno (un café con leche y unas tostaditas), me voy para el Ballet, doy mi clase, ensayo, puede que a veces no almuerce (que está mal), pero trato de hacerlo. Después que salgo por la tarde, llego a mi casa, descanso, me baño, pongo música, veo un poco de televisión, o vuelvo a salir... Me gusta mucho leer”.
¿Alguna bailarina cubana o internacional que haya sido tu predilecta en algún momento? “Ofelia González, durante la escuela, fue para mí un ídolo. No tuvo un físico perfecto para la bailarina, pero tenía una dulzura y una forma de interpretar que cambiaba todo, eso me motivó muchísimo y la seguía a ella. Tuve la oportunidad de que me diera algunos detalles en Don Quijote. Pues, cuando me estrené en ese clásico hubo ensayos en que estaba sola. Un día, ella pasó por allí y me hizo correcciones de los brazos y otras cosas que las grabé. Nunca se me olvidaron. Fui muy receptiva a sus consejos. Después la seguí, no en la escena porque no llegué a verla bailar mucho, pero sí por los vídeos. Realmente me motivó mucho”.
¿Un día feliz para Viengsay? “Tal vez una función de esas inspiradas, que te llenan mucho y luego vas a la cama un poco inquieta. Hasta te cuesta trabajo dormir porque estás muy activa”.
¿Un día triste? “Cuando me siento mal físicamente”. Aunque, realmente ¿siempre estás de muy buen ánimo? “He bailado hasta enferma. En Montpellier (Francia) hacía la Reina de las Willis y estaba con 40 de fiebre. Ese personaje es el esfuerzo total, porque es una de las variaciones que más agota a la bailarina. La tuve que hacer porque no había otra que pudiera relevarme.”
Entre sus ballets preferidos hay muchos. “Podrían pensar que Don Quijote, porque me tienen muy ligada a él, pero también El Lago de los Cisnes, por el doble rol, y esas diferentes personalidades que tanto me atraen.
¿Feliz? “Si, en muchos terrenos. Logro hacer lo que me gusta”.
Palabras, respuestas
¿Alicia? “Nuestra guía”.
¿Los partenaires? “El profesionalismo”.
¿Cuál ballet te ha costado más trabajo? “Giselle”.
¿Cuál ha sido más fácil? Don Quijote, El Lago de los Cisnes, La Fille Mal Gardée, Coppelia…
Palabras que han dibujado a Viengsay Valdés
“Segura, contenida en sus expresiones, inteligente, en una palabra, madura, apareció Viengsay Valdés en un personaje largamente bailado y estudiado. Con una escena de la locura convincente al máximo, fue una tierna campesina, en el primero, y luego, etérea willi, en el segundo, para dejar en claro que es una de nuestras grandes Giselle…”. Toni Piñera, Granma (31 de julio 2010) Artículo titulado: “Cuatro diferentes Giselle”.
“… la antigua obra vivió momentos de pura danza en un teatro desbordado de público, cuando apareció en el escenario Viengsay Valdés (Odette). Un desempeño cuajado de sensibilidad paseó en el adagio del II acto, donde primó la inteligencia y el preciso sentido de la medida. Esta y no otra, contado el III acto y todo, es la verdadera prueba de fuego del ballet. Salvándola, daba nuevamente muestras de su capacidad artística, algo no por esperado menos estimulante. Para lograrlo, resulta indispensable la técnica, pero más aún, el sentido poético que debe dominar todo movimiento. Ella, dueña de la situación, dibujó cada ARABESQUE, mantuvo su cuerpo flexible y siempre suave el trabajo de los brazos. Los minutos del dúo de amor dieron oportunidad para una entrega estética de alto nivel…”. Toni Piñera, Juventud Rebelde (8 de abril 2003). Artículo titulado: “Un lago que no pierde esplendor”.
“Viengsay Valdés, en el doble papel de Odette-Odile, en la sala Avellaneda del Teatro Nacional como parte de las funciones del 25to. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, estuvo intensa. Desde el primer instante en escena, mostró una madurez a flor de piel, e hizo gala de su condición de figura cimera del BNC: al dominar de manera consecuente la técnica de su instrumento principal: el cuerpo. Porque una primera bailarina es aquella que sobresale de los demás por realizar hazañas físicas mediante los pasos técnicos, por supuesto, ejecutándolos a la perfección en sus mínimos detalles, sumando expresividad/estilo/elegancia, “palabras” claves para ser un destacado bailarín clásico. Su segundo acto evidenció el tesón y el estudio del personaje para entregarlo de forma sutil, bordándolo con el gesto artístico que dominó durante toda la función, diferenciando cada uno: Odette/Odile con todas sus fuerzas. En el primero se rindió al amor, vibrando su alma presa desde el encierro en el cisne, transmitiendo su angustia, conjugando la poesía del movimiento. ¿Su mejor momento? En todos dejó la esencia del talento, pero si hubiera que escoger uno: el adagio, fértil terreno de especial lirismo extendido hasta ese Port de Bras del final del acto; electrizante, mágico… En el cisne negro desató una fuerza arrolladora. Largos balances matizaron muchos instantes, giros espectaculares y de musicalidad extrema, sobre todo en la ronda de 32 fouettés que recaudaron muchas ovaciones, para subrayarlas en los Sautés Arabesques (la famosa vaquita). No había dudas: Viengsay Valdés se ceñía, una vez más, la corona…”. Toni Piñera, Granma (2 de noviembre 2016) Artículo titulado: “El Lago de Viengsay.”
“…Viengsay, ella es la fuerza del viento, sin perder la ternura. Cada día más intensa, haciendo sonar la alegría en cada giro, salto, como lluvia que anuncia la llegada de la primavera eterna. Ella tiene la capacidad de llenar los corazones de sonrisas, y vibrar en ese momento de quietud, en el que los balances detienen el tiempo, y nos hacen soñar en otra dimensión… Ellas son, una réplica en el tiempo, de Alicia (la Maestra, ¡aun vigilando a su descendencia¡), de cuatro joyas que tiñeron de cubanía/ballet las tablas del mundo y las nuestras, siguiendo ejemplos, enseñando lo aprendido para que perdure; de tres gracias que motivaron con su singularidad otras décadas no menos gloriosas, donde se iba fundiendo la contemporaneidad/tecnología al ritmo del tiempo en la danza. Y todas aquellas que han trascendido dejando su hálito: Marta, María Elena, –aun regalando su presencia en cada acto del BNC–, y tantos y tantos nombres que conforman un amplio manto que cobija la Escuela Cubana de Ballet, en Cuba y el universo, algo insólito que emergió del Caribe por la entereza de sus fundadores, y el ímpetu de sus seguidores. Toni Piñera, Granma (26 de julio 2016). Artículo titulado: “Don Quijote: un trío de ases, danzario…”
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