Su querido Santiago de Cuba, al que como nadie solía declamarle desde lo más profundo del corazón: “¡Mi Santiago…!”, dedicó ayer un emotivo tributo al “Acuarelista de la Poesía Antillana”, Luis Carbonell Pullés, durante la ceremonia de último adiós, y descanso definitivo de sus restos mortales en el cementerio Santa Ifigenia.

Escenario de históricos acontecimientos, el Salón de la Ciudad del otrora Ayuntamiento, sede hoy de la Asamblea Municipal del Poder Popular, ubicado justo frente al céntrico Parque Céspedes, sumó a la enseña nacional y el escudo de la patria que permanentemente lo presiden la urna con la bandera cubana.

A su derecha una gran foto del inigualable juglar, con esa sonrisa más viva que nunca con que nuestro pueblo siempre lo recordará, y formando una especie de arco le rodearon ofrendas florales del Partido y el gobierno en la provincia, de la Unión de Escritores de Cuba, de sus familiares, de los santiagueros, y muchas más.

Cientos de hombres, mujeres y niños, acudieron hasta el sitio, donde se encontraban su hermano, Noel Carbonell Pullés, personalidades artísticas del territorio, y a donde se sumaron al tributo los miembros del Comité Central, Lázaro Expósito Canto y Beatriz Jhonson Urrutia, primer secretario del Partido y presidenta del órgano de gobierno, respectivamente en la provincia.

“Luis Carbonell –diría al evocar su vida la Premio Nacional de Literatura, Nancy Morejón— es una suma de azares, de azoros y virtudes (…) Ahora regresan sus restos a su suelo natal, a la fuente más pura de Santiago. Vamos a celebrar, aquí de nuevo, la larga vida de Luis Carbonell a quien debemos inolvidables ratos de esplendor nacional. Descansa en paz, Luis Carbonell, el Acuarelista de la Poesía Antillana”.

Para el homenaje eterno, la Premio Nacional de Teatro, Fátima Patterson, anunció que en memoria al hijo de esta tierra el Festival Internacional de Oralidad Santiago de Cuba, llevará en lo adelante por nombre “Luis Carbonell.

A la salida de la urna de majagua azul y ácana con la Bandera Cubana, cientos de santiagueros le regalaron el último aplauso, mientras el coro Orfeón Santiago le dedicaba el emblemático poema de Lorca, “Iré a Santiago”, y la Banda Provincial de Concierto recreaba melodía que gustaba interpretar.

A media tarde y bajo el fuerte sol santiaguero, Luis Carbonell se despedía del Parque Céspedes y su Iglesia Catedral, la Sala de Concierto Dolores donde más de una vez se presentó, la Plaza de Marte, y otros queridos sitios, a lo largo del recorrido que lo llevó hasta la bóveda de la familia Carbonell-Pullés, en el Patio X, de Santa Ifigenia.