Pese a que su andadura no es de las más antiguas en el panorama de la LIJ cubana, Reinaldo Álvarez Lemus (1) lo ha hecho con paso seguro. Sus libros dan fe de alguien creativo, empeñado en rescatar para sus argumentos las raíces del cuento popular y con la gracia para hacerlo de manera que llegue a la infancia. Este escritor, actor y trovador, ganó el Premio la Edad de Oro 1995 en Canción para niños. Poemas suyos aparecen en Cuentos y poemas para niños, selección de la Editorial Gente Nueva. Resultó ganador del Premio Ismaelillo de la UNEAC en la edición del 2002 por su novela La noche de los papalotes (Ediciones Unión, 2003). En Michiringolo, de manera hábil, Reynaldo echa mano a la impopular y bastante manipulada figura del brujo, ya presente en la LIJ desde los clásicos y, por supuesto, en las tradiciones orales y en la cuentística y leyendas más antiguas de nuestro continente. Aunque nunca deja un aire ingenuo al narrar, Michiringolo consigue, no obstante, mostrar al niño una serie de conflictos que le permiten ver de otra manera aquellas situaciones que por su edad, comúnmente les ocultan los adultos por falsas ideas de lo que un pequeño pueda entender o no. Por otra parte, Lolita la maga, es una especie de niña hechicera que reivindica a la infancia con sus ocurrencias, como tantos en su mejor estilo. Otro libro todavía inédito, Cartas a Kati, se sumerge de lleno en los conflictos de la infancia, esta vez, con una visión realista, comprometida y certera. Siempre inquieto y creativo, activo promotor entre los niños, Reinaldo se reverdece de imaginación en cada nuevo libro que pone a consideración de sus ya múltiples lectores.
¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?
Deben tener todos los tonos, agudos, graves, medios, centrales... que viajen de mi a ti, de ti a él, y de él, al sol... pero que no falte en este amplio diapasón el asombro, la alegría el buen gusto y el amor, sobre todo el amor. Al niño no se le debe escamotear nada, ni aún los llamados temas tabúes. Por eso debe ser una literatura profunda, abarcadora, que inunde cada pulgada, cada centímetro, cada recodo de su cuerpo, de su alma y de sus sueños... Escrita con gracia, con buen gusto, con sabiduría y algo muy importante, con mucha poesía e imaginación. Que le ayude a descubrir las maravillas y los secretos del mundo, que el abuelo tiempo esconde en su viejo reloj.
En cada libro suele ir mucho del autor. ¿Te pareces a tus personajes?
Para responder esta pregunta debe tenerse en cuenta que no sólo se crean personajes positivos sino también negativos, con los cuales uno puede o no estar identificado. ¿Dónde vamos a dejar a esos seres mezquinos, marginales y malvados...? Que también tienen derecho, aunque a veces nos hagan tanto daño. Si en una historia todo el mundo fuera bueno, me parece que, además de aburrida, no reflejaría la realidad. Volviendo a la pregunta creo que sí, que todos los personajes de mis historias —aún los negativos—, se me parecen, ya que son un reflejo de mis vivencias, sentimientos, alegrías, tristezas, aciertos, desaciertos, carencias y hasta de mis contradicciones... Pero lo importante está en la forma con que uno los crea y los recrea. Sus valores espirituales, morales...la belleza con que miran y defienden lo que aman —aún a riesgo de estar equivocados—, ya que es algo de lo que nadie ha logrado escapar y, mucho menos, ponerse a salvo.
¿Cómo concibes idealmente a un autor para niños?
Concibo idealmente al escritor como una persona sencilla, generosa, honesta, capaz de grandes sacrificios y desprendimientos en aras de las causas nobles. Alejado de las miserias humanas que tanto daño nos hacen. Pero justamente ahí es donde a veces comienzan los problemas, los conflictos y las contradicciones, es decir cuando falla lo mejor, lo Humano.
Aunque tus libros tienen una fuerte dosis de fantasía, a veces se aprecia en ellos algunos guiños a situaciones de la realidad. ¿Qué piensas de esto? ¿Es intencional?
Por más que quiera, me es imposible evadir la realidad, la cual es un reflejo de la vida cotidiana, y a la que ni aún el niño como ente logra escapar. Sería inútil y tonto a la vez, tratar de encerrar a los pequeños lectores en campanas de cristal, cuando viven una realidad bien diferente y alejada de cualquier mundo ideal. Es muy cierto que en mi literatura toco temas que hacen reflexionar no sólo al niño sino también al adulto. Lo que sí me gustaría aclarar es que no soy partidario de sacrificar la belleza y la magia de la obra, en aras de denunciar realidades que le son “ajenas” al pequeño lector. No me gusta esconderme o atrincherarme detrás del mundo de los niños para develar un discurso y exponer criterios e inconformidades... que pueda tener sobre cualquier realidad. Cuando el tema lo requiere lo abordo, pero sin que esto afecte los verdaderos valores de la obra, pues ante todo soy un escritor de literatura para niños.
¿Qué es mejor en un libro para niños? ¿Divertir, enseñar, hacer pensar?
Las tres cosas son necesarias, pero lo más importante es enseñarlo a andar con sus propios pies, a volar con sus propias alas y pensar con su propia cabeza, y sobre todo a descubrir la belleza aún donde aparentemente no existe, y que solo es perceptible al hombre sencillo y agudo... que ha sido entrenado y educado para ello. Casi nadie se preocupa de enseñarnos a mirar con los ojos del alma.
¿Reconoces algunas influencias de autores clásicos o contemporáneos?
Las influencias son inevitables y es algo a lo que nadie escapa. Cuesta trabajo lograr un estilo y muchas veces no se tiene plena conciencia de por quién o por quienes estamos influidos. En mi caso particular desearía no nombrarlos, porque han sido tantos que siempre correría el riesgo de terminar olvidando a algunos de los más importantes y seria un error imperdonable. Quizás por eso prefiero decirte que cada uno de los libros que pasan por mis manos, van dejándome algo de maravilla oculto entre los dedos, y con esas mismas migas de fantasía e ingenio, son con las que luego termino inventándome mis propios sueños. Hay veces que un libro puede marcarme más que toda una obra, aunque no sea el mejor del mundo, ni esté escrito por un genio.
¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?
Para ser sincero, debo confesarte que ninguna. En mi niñez nadie se preocupó ni se ocupó de regalarme o de leerme un libro. Mis padres eran personas de campo. Para ellos lo importante es que fuéramos respetuosos, amables y educados... Además, había otro problema, no me gustaba la escuela. Nunca pasó por mi cabeza —pelada a la malanguita— llegar a ser escritor. Eso vino como tantas otras cosas de la vida... Ahora bien, si todo eso es muy cierto también lo es el hecho de que, sin saberlo yo, era un poco como los personajes de cualquier libro, aún de los que nunca leí de niño. Quizás por eso pueda decirte, y hasta con cierto orgullo (y no me lo tomes a mal), que fui el protagonista y el héroe de aquellas maravillosas aventuras vividas en la infancia, las cuales todavía continúan alimentando mis sueños de niño, con las que muchas veces termino inventándome las historias que escribo.
¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la LIJ cubana?
De todas las preguntas esta es la más difícil y no es porque peque de modesto. Solamente que es muy incómodo hablar uno mismo, de su obra, habiendo otros que lo pudieran hacer mejor o peor... Pero, bueno, trataré de responderte. De cierta forma creo que es una literatura que trata de rescatar la manera tradicional de nuestros cuenteros y narradores, utilizando un lenguaje entendible para todos: directo, poético y claro... Fusionado con las nuevas tendencias y modos de decir contemporáneos. Logrando así un equilibrio entre lo aparentemente viejo y nuevo, feo y bello, —algo muy relativo—, desde una visión cotidiana, con un lirismo muy personal que no escapa, claro está; a situaciones, conflictos y demás problemáticas de la vida “moderna” que afectan y atañen a todos: ¿por igual...?
¿Qué atributos morales debe portar consigo un buen libro infantil?
La honestidad y la fidelidad. Estos, ligados a otros, son algunos de los atributos que nunca deben faltar en un buen libro infantil, y que desgraciadamente parecen estar en desuso. Es como si las personas lo hubiesen olvidado. Así como también el de romper barreras establecidas entre literatura para niños y la de adulto, pues me parece algo muy peyorativo y lacerante —espero que nadie se ofenda por lo que voy a decir, pero es necesario—. Sentir como a veces somos mirados con desdén por aquellos que continúan viendo la literatura para niños como una literatura menor. Entiéndase que no me estoy refiriendo a esa “literatura” tonta, amanerada, ñoña y superficial... con la que han sido bombardeados generaciones de pequeños lectores, sino a la verdadera, a la que es capaz de romper moldes, esquemas, tabúes.... y sobre todo de borrar “invisibles” fronteras literarias ya establecidas.
¿Qué piensas de la relación literatura mercado?
A pesar de que nos duela, la literatura también es un producto que no escapa a las leyes del mercado. Desgraciadamente, no siempre la buena literatura es lo que más se vende, sino la facilista, comercial, populista... Detrás de la cual se esconde un diabólico y macabro mecanismo —y no solo de mercado, ténganse bien esto en cuenta—, que logra hacer de mediocre “grandes” escritores de renombre. Es un mal que existe y se expande cada vez más, contra el que debemos continuar luchando.
¿Podrías opinar de la relación autor-editor?
Sin los editores no podrían existir los libros, ya que son ellos las personas capacitadas y autorizadas, no sólo para determinar lo que se publica o no, y en este punto las cosas pueden ser un poco elásticas, pues no debemos olvidar que ellos también tienen un gusto estético, que no siempre coincide con el del autor. Pero me parece que son las personas que logran ver lo que el escritor no advierte. Corrigen nuestros errores y poseen la aguda visión hasta para salvar una obra. Además son los máximos responsables de darle el acabado final a cualquier libro. Por eso soy de la opinión que ellos merecen todo el respeto y la admiración de quienes nos dedicamos a escribir. Aunque desgraciadamente algunos piensen lo contrario y les cueste reconocerlo. Esto no quiere decir que también no se equivoquen y que cometan errores como cualquier ser humano.
¿Si debes salvar diez libros de un naufragio, cuáles te llevas? ¿Alguno tuyo?
Sería extremadamente difícil, primero porque no sé los que tenga al alcance de mis manos, y que no parezca irónico, pues cuantos libros maravillosos hay en el mundo que aún no he leído y que por desgracia nunca leeré. Pero para responder aunque solo sea a medias tu pregunta, trataré de hacerlo de la forma más sencilla posible. Salvaría La Biblia, Cien años de soledad, El color púrpura, El pequeño Principe, Pippa Mediaslargas, El valle de la Pájara Pinta y La historia interminable... Hasta aquí te he mencionado siete, cuidado, pues recuerden que este es un número mágico, por eso, antes de continuar crucemos los dedos. Con los tres que me restan preferiría no apresurarme, puede que aparezcan nuevos y maravillosos libros arrastrados por alguna ola y ya no tenga espacio donde ponerlos. Debemos precaver, no vaya a ser que nuestro pequeño bote o tabla de salvación no soporte todo el peso y por descuido o desatino terminémonos quedando con las manos vacías. No sé si dentro de los diez libros a salvar estaban incluidos los míos. De ser así, la cosa se pondría peor. Imagínate que cada uno de ellos es para mí como un hijo, y a los hijos se les quiere a todos por igual, a pesar de sus virtudes, sus defectos y de la suerte que puedan correr. Por eso me he quedado pensando y lo único que se me ocurre, es dejar esta decisión en manos de mis lectores y que sean ellos los que finalmente decidan cuáles de mis libros salvarían de este trágico naufragio.
Nota
(1) Pinar del Río, 1960. Escritor de literatura infantil y ganador de diversos premios literarios. Poeta y narrador. Miembro de la UNEAC. Escritor de literatura infantil y ganador de diversos premios literarios, dirige el proyecto de teatro Carita Sucia para los niños. Comenzó a escribir cuando estaba en el Conservatorio, porque es graduado de guitarra clásica. Un día escribió sus primeras canciones y descubrió que le gustaba componer: esas fueron sus primeras creaciones.
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