“Relatos inacabados”


relatos-inacabados

Tal vez me equivoque pero, la primera exposición de un artista es siempre la más difícil. Y si este todavía es un estudiante, creo que la situación se complejiza. El estado de tensión que genera una presentación de este tipo, junto con el nerviosismo propio que casi todos tenemos, más los contratiempos que nunca faltan y el temor que se tiene al rechazo o a la «mala crítica» que pueda causar la muestra, convierten a muchas de las inauguraciones en un acto de terror absoluto.

Para esto nunca nos preparan en la Academia. No hay clases ni talleres donde nos digan cómo hacer una exposición y menos un espacio donde nos blinden y nos forjen una coraza contra las incertidumbres (sin pasarnos la mano o sobre animarnos a seguir en el empeño). Lo primero creo que se torna necesario incorporarlo, pero lo segundo no. Sería peor formar a un artista insensible a la crítica y vanidoso de su propia producción.

Así y todo, y a pesar de lo difícil o imposible que resulta para un estudiante de nivel medio de Artes Visuales exponer en una galería del circuito institucional, se abren algunas puertas que nos permiten constatar el estado actual de una producción más personal, seria y alejada de los ejercicios académicos de cualquiera de nuestras escuelas de arte. Por otra parte, la falta de salones, ferias y bienales entre las academias o encuentros de estudiantes agravan mucho más este escenario y desarrollan un fenómeno de pasividad ante el mismo proceso de presentación, distribución y consumo de la obra. Hoy son muy pocos los estudiantes que se «embullan» a exponer antes de graduarse.

Por eso, cuando conozco de uno que intenta presentar su obra, a pesar de su edad y de las insuficiencias naturales que puede tener todavía su formación, me alegro y me entusiasmo. Tal es el caso de Armando Sorzano quien acaba de inaugurar Relatos inacabados, su primera exposición personal.

Este joven estudiante de tercer año de Gráfica y Arte Digital en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, es un apasionado de la fotografía. Como muchos otros, siente una necesidad casi compulsiva de crear imágenes donde comienza a formarse historias. Como siempre señalo, para un estudiante de arte es fundamental la información que se consume, pues ayuda en mucho a formar un criterio visual, una memoria productiva del hecho artístico en sí y de la operatoria sobre la que va a funcionar. No obstante, el arte es un proceso cíclico y de acumulación de experiencias, donde no hay fórmulas que «siempre» funcionan sino situaciones propiciatorias.

Y en este sentido, me dio mucha satisfacción disfrutar de Relatos inacabados, que se presenta hasta mediados de noviembre en la galería Espacio Abierto de la revista Revolución y Cultura. Con un discurso sencillo aunque a veces oculto, Armando logra reunir por medio de la fotografía de mediano formato, un grupo de situaciones sobre las que merece la pena reflexionar. Estoy convencido de que en esta hay una intensión por descubrirse, como mismo lo hay en muchos de sus trabajos anteriores, aunque en otros géneros. La necesidad por conocerse, por comprender los estados introspectivos del pensamiento, por descifrar los entornos y el porqué de las cosas, mueve muchas de las preocupaciones de este estudiante. No obstante, como a todos nos ha sucedido, el enamoramiento ante la hechura de una obra puede llegar a nublar el juicio de selección o de discernimiento y reducir, por consiguiente, la calidad final de la exposición. Me explico.

Aunque la museografía fue lo que más me molestó (y lo que desgraciadamente cuesta más trabajo modificar, por las características propias del lugar), es la curaduría la que posiblemente presenta más divergencias. Considero que todavía la selección de las piezas exhibidas en Relatos inacabados, no dialogan entre sí de una manera coherente. Encuentro dos exposiciones en una, con piezas que se desarrollan a partir de una manipulación correcta de la imagen y del gusto por un embellecimiento estético —en tanto composición, figuración, coloración y texturas—, que llega a seducir perfectamente, y otras que discurre más en la soledad de un objeto cargado de una subjetividad específica, que de la intimidad reconstruida.

En cualquiera de los dos casos, aún se siente la separación entre el discurso visual, en tanto idea, y la construcción formal de las piezas. Y en este último me gustaría hacer un alto para señalar que la exposición hace el más justo mérito a su título al ser, precisamente esta, una aproximación no finalizada sobre un tema por donde hay camino transitado, así como referentes a los que se hace necesario consultar y estudiar para no repetir ni re-construir (que no citar) piezas cercanas a la autoría de artistas con una obra conocida.

También valdría la pena replantearse la efectividad de la dimensión de estas fotografías para futuras exposiciones. La escala es un factor muy interesante que, bien explotada, puede ayudar a consolidar el discurso ideoestético de la producción de este joven fotógrafo. Todo esto, más que una crítica, son consejos o ideas que pueden contribuir a mejorar su bisoña obra.

El paso del tiempo termina por devorarnos. Es una lección de vida. Nadie escapa de esta inexorable pérdida ni con la edad ni con la memoria. Recogerla, guardarla y sobre ella reflexionar, es un ejercicio necesario.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte