Rembert Egües: Todo mi tiempo soy de esta tierra, soy de Cuba (I parte)


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Fotos tomadas de la página en facebook del músico.

Cae el telón.

Aplausos prolongados. Las cortinas se vuelven a abrir y todo el elenco ocupa el lugar previamente ensayado para este momento. El director, como siempre ha sido uso, queda en el centro del escenario flanqueado por los protagonistas. Para él es la batería más fuerte y prolongada. Esa ha sido una regla inviolable desde siempre; se puede afirmar que es un dogma del espectáculo.

La compañía debe hacer las maletas pues en horas estarán presentando el mismo show en otra ciudad. Son cerca de cinco horas en avión, pues hay que hacer una conexión en otra ciudad. Esta es la presentación número cuatrocientos cincuenta y cinco de  este espectáculo;  pero ninguna ha sido en la ciudad donde se gestó ni en el país al que se deben la música y la historia. Es Cuba lejos de Cuba.

Podemos conversar camino al aeropuerto y en el avión si no me duermo… todo el elenco está contento; es la tercera vez que nos presentamos en esta ciudad y el público sigue respondiendo.

Son treinta minutos del teatro al aeropuerto. Hay mal tiempo y muchos vuelos están retrasados y/o cancelados. Es pasada la media noche y algunos niños no se dan por enterado y corretean seguidos de sus padres que tratan de controlarles; los adolescentes se concentran en sus dispositivos electrónicos. Son los hijos de la red de redes; no existen socialmente sin la conexión, el chat y las redes sociales; deben estar contando  a un amigo lo aburrido que es estar en la sala de espera de un aeropuerto. Es como lo cuentan en las películas.

La inmediatez de la red crea una comprobada adicción por lo que estar conectado es importante en estos tiempos; navegamos y en el principal periódico de la ciudad aparece  una crítica al espectáculo;  sigue siendo tan buena como la primera vez —ahora firma otro redactor—;  en algunos blog se habla del acontecimiento; fueron tres noches a teatro lleno. Alguien manda un trino recomendando no solo la obra sino que agrega  el enlace a una agencia de viajes que ofrece buenos precios para visitar Cuba.

He pasado la mitad de mi vida profesional y personal en Francia, llegué en 1989 para cumplir un contrato de trabajo y he vivido a caballo entre París y La Habana, fundamentalmente, pues desde la primera he podido desplazarme lo mismo a España que a Nueva york, que a otras capitales del mundo; una veces en calidad de director musical y otras con este show. Y la segunda sigue siendo mi fuente de inspiración.

Vamos a hacer una cosa. Yo te cuento la historia de mi vida y tú escribes lo que te parezca interesante. Dos cosas nada más te pido: la primera que no me interrumpas; la segunda es que me acompañes con un trago de ron cubano; tengo guardada una botella de Santiago que me regaló mi hermana Gladys antes de salir de La Habana y aún no la he abierto, es muy triste beber solo en este espacio tan grande.

Al fin encontramos un lugar donde acomodarnos y en el que todas aquellas personas agolpadas en este largo salón molesten lo menos posible. Servimos el ron en dos vasos plásticos largos y saturados de hielo;  él reparte una ronda entre algunos miembros de su Staff. Todos funcionan como una gran familia después de cinco años de trabajo. Estamos en la zona de fumadores, por lo que el humo de algún cigarrillo molesta una que otra vez.

Esta es la historia de su vida.

… Nací el cuatro de febrero de 1949 en la Habana y me pusieron por nombre Rembert Egües Cantero; viví parte de mi infancia con una familia  amiga de mis mayores, parece que era un niño gracioso porque estuve con ellos de modo intermitente hasta que cerca de los nueve años comienzo a vivir con mi papá… mi familia era un poco nómada, mi abuela vivía mudándose constantemente lo mismo de ciudad que de casa; recuerdo haber vivido en Matanzas, en Bolondrón, en Agramontés… y aunque mis padres estaban divorciados te puedo decir que tuve una familia hermosa; mi madre se fue a vivir a Estados Unidos siendo yo un niño… yo tenía que ser músico,  mi primer profesor fue mi abuelo Eduardo; él fue quien enseño a mi papá y a mi tío Blas, que comenzó a enseñarme a tocar la flauta y el piano; que además de músico y profesor, era lo mismo  barbero, que panadero o que  sastre;  se metía en cuanto oficio le ayudara a poder mantener a su familia cuando no estuviera contratado tocando con la banda o con alguna orquesta… volviendo a mi historia… empecé en la música tarde  estudiando piano, y flauta que es el instrumento familiar,  yo tenía diez años y decían los profesores que poseía  grandes condiciones como ejecutante y no me sorprendería eso; sin falsa modestia;  yo volqué todas mis energías a los estudios de música; recuerdo que en primer año estaba estudiaba El claro de luna  de Debussy que era de cuarto; era tanta mi sed de estudiar y aprender que mi abuelo se sorprendía de mis avances y mi papá se preocupaba por la cantidad de horas que estudiaba; pero más que ser un buen instrumentista quería aprender para componer, los instrumentos para mí eran un medio para lograr un fin mayor que era ser compositor; quería escribir música con esa misma fuerza que tenían los estudios que aprendía…  para el resto de los estudios casi era un desastre… esto que te voy a  decir es un secreto de familia y es que nunca termine los estudios ni de piano ni de flauta, no lo digas pues me puedes poner en crisis con alguna gente… pocas veces hablo de la relación con mi papá Richard; era mi amigo y además una persona recta pero muy cariñoso, siempre pendiente de mis estudios y de mis hermanos… te dije que mis padres se divorciaron; parecía que no lo estaban de lo bien que se llevaban… pero lo más importante fue el cariño que nos dio una vez que mi mamá no pudo venir más a Cuba cuando se rompieron las relaciones con Estados Unidos… mi debut profesional, si profesionalmente es cuando uno gana dinero, oficialmente fue con un cuarteto llamado Los chicos del Jazz, éramos Amadito Valdés, Fabián García, Paquito D´Rivera y este servidor; después el cuarteto creció pues entraron Nicolás Reinoso, Carlitos Godínez, Sergio Vitier; ese cuarteto lo anunciaron alguna vez con bombo y platillo, incluso y tocamos en un par de lugares y hasta dejaron de pagarnos… por qué, el jazz, bueno chico a nosotros nos influenció un norteamericano que vivía en Cuba llamado Mario Lagarde que nos enseñó los secretos del blues y nos pareció interesante… si se me olvida algo podemos preguntarle a Amadito, que él tiene guardado todos esos papeles y su memoria es prodigiosa,  creo que él nació viejo,  un niño viejo, por esa manía de guardar papeles y cosas… pero esa es la historia… otro trabajo profesional de esa época… ya me acuerdo… fue en unos carnavales que un sujeto al que le decían “Cara de gallo”, percusionista por cierto,  nos consiguió para tocar en la carroza de la Construcción con la banda de Pello el Afrokan y yo iba tocando el triángulo, triángulo en una carroza nada que ver con el momento pero uno es músico… que manera de divertirnos;  así fue hasta que un día me llama Felipe Dulzaides para hacerme una prueba para su grupo Los Armónicos… en ese mismo momento yo había solicitado entrar a la ENA becado y me habían aprobado, pero fui a hacer la prueba, que era para tocar vibráfono y para Felipe si tocaba piano podía tocar el vibráfono, así de sencillo…   no había terminado de tocar lo que me marcó cuando me dijo que estaba en la plantilla del grupo… Felipe era un hombre increíble, dominaba un repertorio musical envidiable sobre todo de jazz y del cine norteamericano, tanto que cada día yo montaba hasta diez temas musicales en los ensayos y los tocaba ese mismo día; y así llegué al salón Internacional del Hotel Riviera y la beca de la ENA pasó a mejor vida… ahora que te hablo de esa etapa de mi carrera profesional  me acuerdo de un show que había en el Cabaret Copa Room llamado “La cueva de Luis Candela” donde estaban Juana Bacallao y Dandy Crawford,  personaje del que nadie habla, pero era un cantante del carajo, y al jazz le sabía un mundo, ellos hacían una pareja simpática y eran jóvenes… con Felipe no se paraba de trabajar y de aprender… después entraron en el grupo Changuito y posteriormente Carlos del Puerto, por ahí hay fotos de esa época… cuando llegue a La Habana te las enseño, estamos todos sin bigote… Sergio estuvo poco tiempo pues se fue a acompañar a Ruth Dubois,  una mujer de una belleza increíble y enloquecedora, entonces es cuando entra Ahmed Barroso… todos comenzamos siendo adolescentes con quince o dieciséis años… después de un tiempo con Felipe me voy a hacer un grupo al que le pusimos Sonorama 6, donde estaban Martín Rojas, Eduardo Ramos, Carlos Averoff, Changuito y empezamos a trabajar en el restaurante La Torre hasta que me tengo que ir para el Servicio Militar a donde llegué con cuello y corbata… un recluta con cuello y corbata; y me ubican en la Marina en una unidad en la playa el Salado para hacer la escuela de reclutas y como era músico fui un recluta distinto, pues terminé como segundo responsable de cultura de ese cuerpo hasta que me mandan para la banda del Estado Mayor General… te comenté de mis clases con Federico Smith… que locura, las dábamos en el Bar Elegante del Riviera donde trabajaba con Felipe, y siempre antes de empezar la clase nos tomábamos un trago (Alexander), si porque ahí hacían los mejores Alexander de toda Cuba, y lo repetíamos cuando terminaba, si no me falla la memoria en aquellas clases con Smith coincidimos cuatro alumnos, estaban los Carlos, Malcon y Álvarez Sanabria importantes compositores hoy en día, René González del que nunca más supe y este servidor… chico hoy cincuenta años después de haber tenido esa experiencia te puedo decir que mi trabajo con Felipe fue determinante en mi vida futura; gracias a Felipe yo aprendí realmente la armonía… y en aquel momento definí mi gusto musical, un gusto que he enriquecido y que se nutre de aprender cada día con quienes me rodean… mi formación académica se define en el aprendizaje familiar —mi papá y mi abuelo—; mi paso por el Conservatorio y como cierre Felipe y Federico… sin ánimo de establecer comparaciones, porque cada tiempo tiene sus particularidades mis comienzos en los sesenta coinciden con la existencia de grandes orquesta y músicos  geniales; yo vi  cantar a Benny Moré, a Carlos Embale, a Tito Gómez con la Orquesta Riverside; conocí a grandes orquestadores y compositores de los que hoy nadie habla pero que fueron importante; fueron años en que se hizo una música encantadora y también se vivieron momentos difíciles como cuando alguien dijo que el platillo de la batería era una expresión de debilidad y de penetración ideológica y se suprimió su uso; fueron años de aciertos y errores y de los errores se aprende,  o se repiten o se corrigen, como se está haciendo ahora… en aquellos años también hice locuras como traducir canciones del inglés sin saber ni papa de ese idioma; me presenté al conservatorio y cuando me pidieron que tocara un tema les toque uno que había escrito pero el jurado quería escuchar uno conocido y sobre todo debute como compositor al escribir La baquiana, un tema que pudo haber cantado Alina Sánchez pero Felipe se lo propuso a Luisa María Güell quien finalmente lo cantó y grabo, la orquesta la dirigió Tony Taño y Chucho Valdés tocó el clavicémbalo, era la primera vez que se incluía música de Bach en una canción cubana; escribí música para un documental de Sara Gómez que toco el grupo de Felipe  y que se llamó En la otra isla, que creo que nunca más lo han puesto en los cines, el tema lo canta Omara Portuondo; tuve una suerte del carajo en eso años, tengo algunas de esas grabaciones en casa y te puedo hacer una copia…chico estoy haciendo un ejercicio de memoria grande con esta conversación…

Continuará…


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