Podríamos discutir desde las concepciones académicas de las Ciencias Sociales qué es y qué no es una Revolución.
Para la politología burguesa, revolución es cualquier cambio político violento que puede determinar un cambio de poderes lo mismo mediante un golpe de estado o una rebelión. En esa concepción, la revolución es un hecho concreto y no un proceso, y no tiene porqué relacionarse con el cambio de una formación económico-social, sistema político o de un modo de producción a otro.
En ese sentido, el golpe militar del 10 de marzo de 1952, que coronó nuevamente a Fulgencio Batista Zaldívar en el máximo estrado del poder en Cuba, era considerado una revolución para sus acólitos y para los estudiosos del tema desde el ángulo burgués. También lo sería la Guerrita de agosto de 1906, la protesta armada del Partido Independiente de Color y su cruel represión en 1912 y el levantamiento liberal de “La Chambelona” en 1917.
Pero para los estudios desde las ciencias sociales marxistas, la revolución social es otra cosa. Es un proceso histórico pacífico o violento, que ocurre cuando las contradicciones entre las fuerzas productivas que funcionan en un modo de producción determinado y el propio modo de producción llegan a un punto que se hacen insostenibles y termina el proceso con el cambio de una formación económico-social, sistema político o de un modo de producción a otro.
Para Lenin, podría haber una situación revolucionaria que no lleve a la transformación del modo de producción y su sustitución por otro, entonces no ocurre la revolución social. La situación revolucionaria se produce cuando “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden mantener el estado de cosas”.
Los historiadores marxistas se dividen cuando valoran los acontecimientos en Cuba de la década de 1930. Unos valoran el proceso como una revolución, otros sólo como una situación revolucionaria.
Antes de tomar partido por uno u otro criterio, me pregunto si los acontecimientos de 1868 al 1895 constituyeron o no una revolución, tratándose de guerras anticoloniales que no lograron los objetivos propuestos de la independencia nacional y la justicia social.
Me pregunto igualmente si la Revolución Mexicana fue una revolución o no, si no llevó al tránsito de un modo de producción a otro.
Mis respuestas son positivas. Sí hubo revolución en Cuba entre 1868 y 1895, y sí la hubo en México en la primera mitad del siglo XX, según mi criterio pues, aunque no transitaron hacia nuevos modos de producción, sí produjeron profundas transformaciones.
Una revolución a destiempo y en tiempos nuevos
El imperio colonial español en América fue uno de los más extensos jamás conocido, superior en territorio compacto a los antiguos de Persia, Roma y Macedonia, y a la lejana China y similar al imperio ruso. Abarcó desde la actual Columbia Británica del Canadá, más al norte de Vancouver hasta la Tierra del Fuego en el extremo sur en su momento de mayor extensión en el siglo XVIII, pero se derrumbó entre 1810 y 1825, una parte, anexada a los Estados Unidos: La Florida, degustada por los anglonorteamericanos en 1821 por el Tratado de Onís y La Luisiana, que, aunque adquirida de Francia por los Estados Unidos en 1803, había sido española entre 1763 y 1800. El resto, convertido en noveles estados nacionales criollos: México, Centroamérica, los Andes, el Caribe sudamericano, Santo Domingo, el Río de la Plata... Cuba y Puerto Rico, fueron las islas “fieles” que postergaron entonces su independencia.
Las contradicciones de interés económico y político entre las distintas clases sociales criollas y la corona española llegaron a su clímax en 1868 en estas islas, produciendo una situación revolucionaria que provoca a su vez el grito de Lares, en Puerto Rico el 23 de septiembre, y el de La Demajagua, en Cuba, el 10 de octubre de ese año.
La década de 1870 es señalada como la apertura del capitalismo monopolista o imperialismo, como fase superior del capitalismo. El destino de Cuba y Puerto Rico se definió no solo a destiempo del resto de Hispanoamérica sino en los tiempos nuevos, con las condiciones nuevas, que impuso el imperialismo.
Cuba del 68 al 98
La falta de libertades tanto para los hacendados criollos como para las clases medias de la sociedad, la improductividad de los esclavizados y la injusticia del régimen mismo de la esclavitud pusieron del mismo bando a los cubanos, que pospusieron de momento sus contradicciones internas socioclasistas, para enfrentar a la metrópoli colonial con el fin de lograr la independencia y abolir la esclavitud.
La situación revolucionaria del 68 se extendió por mucho tiempo y languideció a partir de 1876, con el fracaso de la invasión a Occidente, la tercera y definitiva pacificación de Las Villas y la firma del Pacto del Zanjón el 10 de febrero de 1878 entre el Comité Revolucionario del Centro y al capitán general Arsenio Martínez Campos. Se reanimó con la Protesta de Baraguá el 15 de marzo de 1878, la asamblea constituyente realizada en ese sitio para restablecer la República en Armas y el reinicio de las hostilidades en Oriente el 23 de marzo, pero la suerte estaba echada, el 15 de abril de 1879, el general villareño Ramón Leocadio Bonachea protagoniza la Protesta del Jarao y al día siguiente se retira con sus hombres del campo insurrecto. Fin de la Guerra Grande o Guerra de los Diez Años.
La situación revolucionaria se mantuvo. Apenas cuatro meses más tarde, el 24 de agosto de 1879, ocurren alzamientos en Oriente y Las Villas; se reinicia la guerra, pero concluye apenas 14 meses después, en octubre de 1880. Fin de la Guerra Chiquita.
El hecho de que después de doce años de lucha armada terminara la contienda sin lograr los objetivos de soberanía y abolición, no significó que no hubo transformaciones, aunque no las deseadas desde el campo del independentismo.
Se estableció una nueva división político-administrativa el 1ro de junio de 1878.
Se pasó de la esclavitud abierta al patronato en 1880, mientras se reconoció la libertad de los esclavizados y culíes que habían peleado en la guerra y todo esto desembocó en la abolición definitiva de la esclavitud en 1886.
Se comprometió la corona con la implantación de un régimen autonómico, aunque este se retardó y no llegó a implantarse hasta el 1ro de enero de 1898, demasiado tarde para que tuviera el impacto deseado.
Tras 15 años de tregua fecunda, el 24 de febrero de 1895 comienza la Guerra de Independencia de 1895, “la guerra necesaria” como le llamó José Martí, que infaustamente concluye con la intervención y ocupación norteamericanas en 1898, no solo de Cuba sino también de Puerto Rico, Guam y las Filipinas.
¿Acaso esa situación revolucionaria extendida durante treinta años no es una verdadera revolución con tres etapas? Finalmente se pasa de un estatus colonial a una república, por poca o casi ninguna independencia que tuvo, como afirmara el patriota Juan Gualberto Gómez al calificar el efecto de la Enmienda Platt, pero fue una revolución.

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