“Siento gratitud por la palabra que, descubrí por mi abuelo, me la regaló”, confesó el intelectual Rigoberto Rodríguez Entenza, a quien se dedicó El autor y su obra, edición de julio de este espacio auspiciado por el Instituto Cubano del Libro en la Biblioteca Nacional José Martí.
Gente sencilla y humilde, como lo calificó la narradora oral y poeta Gertrudis Ortiz, Tula, quien acudió al llamado para hablar de este espirituano, junto a la poeta y ensayista Yanelys Encinosa y el también poeta Ricardo Alberto Pérez.
Con un acumular de saberes y responsabilidades administrativas –es poeta, dramaturgo, narrador, editor y crítico; además dirige el sello editorial Ediciones Unión, de la Uneac—, Coco, como es llamado cariñosamente en el gremio literario porta en su pluma con una especial lira existencial y vivificante en sus variadas formas.
En su poesía, según Yanelys, se habla del hombre, el hijo, el muchacho del barrio, el padre y el amante, reunidos en un solo ser al que califica como “el tipo de persona que da amistad por toda la vida”. Temas como el dolor, la soledad, el silencio y la entrega son recurrentes en su producción poética. De su libro En la mano y el silencio comentó, texto en que “Rigoberto prefirió introducirse en su otro universo: el de su memoria”, aseguró.
Mientras Ricardo Alberto encontró en la rúbrica lírica del bardo a un poeta cosmogónico, “un excelente contestador, ni siquiera las circunstancias más adversas lo sacan de esa aparente serenidad… estamos ante una poesía que va entregando un ritmo muy singular”, estimó. En los textos de Rodríguez Entenza, se asiste, según el expositor, a un particular lazo entre los objetos y los acontecimientos.
Rigoberto ha obtenido varios premios y posee una vasta obra entre los que destacan Último día del naufragio, Editorial Letras Cubanas, 2004 y, Otras piedras talladas en silencio, Ediciones Unión, 2006.
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