En días pasados poetas de varias provincias del país se reunieron en la sede capitalina de la UNEAC para participar en un encuentro nacional que tuvo como propósito fundamental de intercambiar acerca de la situación actual del género en Cuba y el modo de hacerlo más asequible a los lectores.
Entre los participantes se encontraba el espirituano Rigoberto Rodríguez Entenza, Coco para los más allegados, quien se ha prodigado entre el teatro, la radio, la docencia, la crítica, la literatura infantil y, por supuesto, la poesía.
Cerca de una veintena de libros ha logrado publicar hasta la fecha, los cuales lo han hecho merecedor de numerosos premios nacionales como el Fayad Jamís, Eliseo Diego, Rubén Martínez Villena, Abel Santamaría y el Internacional de Poesía Nosside Caribe, 2005
Para reflexionar acerca del género Cubarte decidió entrevistar a este poeta que, luego de ganar espacio en la Tierra del Yayabo, durante los últimos cuatro años vivió otras experiencias en Colombia y Venezuela.
¿Según tu criterio cuál es el estado actual de la poesía en esos países donde radicaste por un tiempo?
En sentido general la poesía en Sudamérica obedece a una tradición que viene desde mediados del siglo XX. Nuestro país está incluido en ese panorama que fue evolucionando y que tomó las figuras aisladas que había en América Latina, como Martí en el caso de Cuba, erigiéndose en un corpus intelectual coherente que, sobre todo, tiene la ventaja de estar conectado con la realidad cultural Latinoamericana.
Así uno puede encontrar poetas de la envergadura de Ramón Palomares en Venezuela, lamentablemente no tan conocido; Gustavo Pereira o Jotamario Arbeláez en Colombia, que es asimismo fruto de una tradición. También uno pudiera citar en El Salvador a Roque Dalton que tiene una especie de heredad en poetas pocos conocidos como Otoniel Guevara o Kenny Rodríguez.
O sea que es un panorama lírico que el mundo mediático muchas veces no deja ver pero que subyace con un sentido de resistencia bastante fuerte porque tiene un contenido cultural de tremenda envergadura y también tiene la base de un discurso teórico, un discurso en su propia estructura interna que es legítimo. Y eso es irrefutable.
¿Crees que esa escasa promoción de la poesía obedece a que por parte de las editoriales se le considera un género que vende poco?
Debe ser también que empezar a fomentar una obra de comunicación en el campo de la poesía es difícil y como es difícil nadie se arriesga. No es que no pueda ser, yo creo que sí.
Y sí, es el estigma ese que los mismos medios a veces se encargan de emancipar, pero sigue existiendo una congregación de fieles a la poesía y la poesía tiene hacia sí misma un sentido de permanencia que nunca se va a desprender de la naturaleza del hombre, porque no creo que haya un género que sea más orgánico con el ser humano.
¿Piensas que eso es lo que ocurre también en Cuba?
Creo que la diferencia es que en esos lugares el poeta tiene que agenciárselas y el poeta es más fiel en ese sentido. Nosotros en Cuba tenemos la ventaja de que hay editoriales que hacen nuestros libros, hay instituciones que promueven la poesía.
Puede parecernos poco, pero uno no lo ve en esos lugares salvo que se sea una figura determinada, pero generalmente eso no ocurre. En el caso de la poesía cubana lo que sucede, me parece a mí, es que es mucha poesía y a veces discriminar no es tan fácil. Cuando cuantitativamente hay una gran masa, para determinar lo cualitativo hay que usar determinadas herramientas.
Pero felizmente y en sentido general en América Latina hay una gran poesía. Por ejemplo Argentina, donde hay poetas como Silvia Montenegro o Norma Echeverri que, a pesar de que son poco conocidas, cuando las lees ves una gran poesía que pertenece a eso que te decía antes, al universo de la poesía latinoamericana. Sobre todo de habla hispana, aunque también la poesía de Brasil es toda una tradición ella sola.
Se ha dicho que el poeta es un eterno inconforme porque está por delante de su tiempo. Avizora lo que está por llegar. ¿Qué opinas de eso?
El poeta, no voy a decir el poeta verdadero porque ya perdería sentido la palabra, dialoga constantemente con las esencias, con los núcleos de contenido y de forma de la realidad, cualquiera que sea.
En ese sentido al poeta le cuesta mucho trabajo traicionarse y por eso siempre va a ser, como diría Cortázar, un desagradable. Y si el poeta no tiene esa vocación, esa fidelidad, la que pierde es la poesía.
Hay viejas verdades que tienen que ver con que el poeta sea sincero y Martí lo decía: amo las sonoridades difíciles y la sinceridad. Y después decía: aunque pueda parecer brutal.
A veces el poeta tiene un sentido crítico y críptico. Eso es difícil de unir y de comprender. Por eso la sinceridad a veces parece tan brutal, pero el poeta debe serlo, si no pierde su esencia.
¿Lamentas haber nacido poeta?
A veces sí, pero cuando uno descubre sobre todo las páginas de otros… A veces por leer determinados poemas vale la pena haber experimentado el amor por la poesía. Entonces, en ese sentido yo lo agradezco.
¿Crees que son tiempos para la poesía?
Son tiempos duros para la poesía. Los competidores, los oponentes son fuertes. Pero yo tengo la fe, la sensación, de que la poesía va a sobrevivir. El hombre no puede prescindir de ese lenguaje. Mutarán sus formas, como es lógico. Sus contenidos esenciales tendrán otras formas, pero siempre va a ser la poesía: ese estado de gracia del ser humano.
¿A pesar de la violencia y de todo este descreimiento que ha traído la postmodernidad?
Sería como una prueba más para el género, pero si alguien sobrevive de eso va a ser a través de la poesía.
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