Rita Montaner “La Única” de la música cubana de todos los tiempos


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Escuchar el nombre de Rita Aurelia Fulceda Montaner Facenda resultaría, quizá, desconocido para muchos, pero escuchar el de Rita Montaner o La Única,  como se le conoció popularmente a la extraordinaria cantante que interpretó temas de los más valiosos compositores del pentagrama musical cubano, causa la admiración y la nostalgia de melómanos y amantes de la música por aquella  mujer que conquistó públicos y escenarios diversos con su timbre peculiar y su singular manera de interpretar las obras de los más valiosos compositores de la isla.

A ciento veinte años de su natalicio en el  legendario Guanabacoa, localidad que es cuna de grandes exponentes de cultura cubana y especial de la música, su legado sigue vigente por esa magia seductora que la caracterizó y la pasión que le impregnaba a cada interpretación. Escuchar a Rita a más de medio siglo de su partida, es un encuentro vivo con las escencias de la música cubana, es dialogar con una época y un contexto al que ella le cantó desde el más profundo de los sentimientos. Basta revisitar temas como Siboney, Carabalí y o ¡Ay!, Mamá Inés, para convencerse de su innegable valor musical e interpretativo, unido ese estilo propio del que se apropió para bien merecido ser La Única.

En Cuba conquistó el aplauso de los más renombrados festivales de su época y compartió escenario con las más excelsas figuras de la música.  Diversos escenarios del mundo fueron testigo de su magistral talento y en cada uno de ellos logró la ovación de un público cautivado por la magia seductora de su voz y ese don que poseía de cantar desde el corazón.

Uno de sus más admirables seguidores y críticos de su obra, Alejo Carpentier, en múltiples ocasiones expresó su talento y valor interpretativo.  Ante su presentación en la antigua sala Falcón de La Habana donde cantó con Lola de la Torre el dúo de la ópera La Gioconda, de Amilcare Ponchielli, sobre su interpretación Carpentier expresó:

“... La señora Montaner nos llamó la atención por su timbre de voz exquisito, que acaricia el oído, así como por su mucha seguridad al atacar las notas altas y su escuela inmejorable.”

A medida que pasaba el tiempo, la huella de Rita quedaba en la historia de la música cubana y la de los varios escenarios del mundo.  En 1929 viajó a París en compañía de Sindo y Guarionex Garay, el pianista Rafael Betancourt. En esa ciudad actuó en el Palace, en él interpretó Siboney, Carabalí y ¡Ay!, Mamá Inés. Sustituyó a Raquel Meller. Sobre sus actuaciones en París, dijo Carpentier:

No puede negarse la influencia que tuvo, el año pasado, la actuación de Rita Montaner, en esta invasión de aires tropicales. Rita Montaner, en el dominio de lo afrocubano, resulta insuperable. Es, en su género, intérprete tan fuerte como pudo serlo, en el suyo, una Florence Mills. Con ella nos situamos lejos de la lánguida dilettante vocal, que canta criollas melosas entornando los ojos y crispando los dedos sobre un abanico ochocentista.

Rita Montaner se ha creado un estilo: nos grita, a voz abierta, con un formidable sentido del ritmo, canciones arrabaleras, escritas por un Simons o un Grenet, que saben, según los casos, a patio de solar, batey de ingenio, puesto de chinos, fiesta ñáñiga y pirulí premiado [...]. Rita Montaner tiene el gran mérito de haberse especializado en la interpretación de ese folklore, calificado por algunos de bárbaro y poco elegante. Gracias a ella, sus compositores favoritos, Simons, Grenet, y otros, pueden ver sus canciones puestas en valor de modo admirable...”

Y en otra crónica apunta Carpentier: “En pocos años, Rita Montaner alcanzó una popularidad extraordinaria. Creó un estilo, imitado hasta la saciedad.

En épocas de tensión política, todo el público de la isla estaba atento a las coplas que cantaba La Chismosa, personaje de su creación. Y, a medida que pasaban los años, su voz adquiría en elocuencia, en poder de expresión, lo que el tiempo le restaba de frescor... Es probable que la máquina trituradora de talentos que es la radio, la haya llevado a prodigarse demasiado, poniendo su personalidad al servicio de emisiones más o menos mediocres. Pero Rita era Rita, y la Rita de Ogguere, de Negro bembón, de Chivo que rompe tambó, se resolvió, no hace mucho tiempo, a asombrar a quienes tal vez la creyeran próxima al ocaso.

Volviendo a la partitura seria, se dio a interpretar una ópera de Gian Carlo Menotti con tal dominio de sus medios, con tanta autoridad y fuerza dramática, que el acontecimiento tuvo, para muchos, el valor de una revelación tardía. Rita Montaner desafiaba magníficamente el paso de los años, mostrando que nada había perdido de su personalidad.”

Como no muchas, Rita hizo derroche de su talento en el teatro musical, el cine, la televisión y la radio, alcanzando notable éxito nacional e internacional y logrando ser catalogada como una de las más grandes artistas de nuestro país. Su voz inmortalizó en la incipiente radio cubana de aquel entonces bajo en protagonismo de Luis Casas Romero y su figura fue aclamada en los más concurridos e importantes cabarets de la época.

La Única, fue única por su prestigio, elegancia y modo de asumir e interpretar la música. De su inseparable vínculo de infancia en su natal Guanabacoa con Ignacio Villa, a quien apodó cariñosamente como Bola de Nieve, germinó una fructífera y exitosa carrera profesional que juntos llevaron por mucho tiempo a varias ciudades del mundo, unido a otros renombrados pianistas y compositores de Cuba que en cada presentación y escenario dejaron una palpable huella que puso muy en alto los valores de la música cubana por siempre.


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