Nuestra ciudad arriba a su 496 Aniversario y hemos querido, en ocasión de esta fecha, recordar a un habanero que dejó una huella imperecedera en la cultura nacional. Me refiero al poeta, investigador, profesor de inglés, ensayista, crítico y editor: Roberto Friol.
Es un hombre que por su depurada conciencia, su humanismo y sus sentimientos religiosos, parece cobijarse, como él mismo ha dicho, en el amor que irrumpe en las mañanas.
Dedicado a la investigación más pura, se veía intensamente concentrado en sus labores en la Biblioteca Nacional. Ya había demostrado sus dotes de maestro durante algunos años. Fina, Cintio y Eliseo, conocían del cubanísimo sentido que siempre lo embargó, y lo admiraron.
En tus manos mi patria
la cabeza pongo
el silbo que me dieron
vuelvo el rostro
y te canto como antes
te cantaron los otros
detrás de tus palmetas
escondo el rostro.
Trabajaba en la intimidad de su silencio, tranquilo, inmerso en sus propias inquietudes, en su m amorosa humildad y traspasando mundos.
El verso como rostro del hálito,
sombra de un temerario acontecer;
patria y cauce de la sangre de una vida.
Dicen que escribía versos desde muy niño, y nunca los dejó de escribir .Muy joven publicó sus textos poéticos en El País Gráfico, Suplemento del periódico El País, para mí, de grata recordación. Necesitaba Friol la palabra y la fuerza vital, para mostrarla. Escribió prólogos, artículos ensayos y crítica, y sin dudas, con ese limpio quehacer nos entregó poemas:
Cada palabra
trotamundos del alma
tesoro y agonía
de los múltiples reinos.
rostro y edad y sueños
Cada palabra con su toque de queda
y su doble de abismo.
Así andaba el joven escritor con la palabra a cuestas. Nació en el año 1928, un tres de abril. Era un estudioso de la Obra martiana. En el Centenario del Apóstol obtuvo un premio por su primer trabajo investigativo: Vida y Obra de Martí.
Un año después, en 1954, ganaba el premio Juana Vidaurreta, con un trabajo sobre José María Heredia, premio que recibió de manos de Juan Marinello. Friol tenía 26 años.
Así fue avanzando plenamente en el arte poético este cubano incansable, desde aquellos primeros versos de “Alción”, pasando por “Turbión”, que tanto impresionó a Fina. Después el homenaje de interesante lirismo a una gloria deportiva cubana como fue Kid Chocolate, y más adelante, “Gorgoneión”, “Tramontana” y “Zodíakos” publicado bajo la mirada certera de Alex Pausides, en 1999, y que ahora, acaricio entre mis manos.
El viento hizo de mi una guitarra
una pradera en llamas,
una nevada de luz:
el hilo mágico de enhebrar
un más allá sin sombra,
el adiós al destino,
el aceptar mi nada.
el narrarlo todo
con el rasgueo de la sangre.
Este libro Zodíakos, abriga una poderosa fuerza creativa. Hay un domino del quehacer poético, hay aliento vital que sobrecoge y conmueve; confesión del poeta en su más “humilde sabiduría”, como dijera en una ocasión el distinguido poeta y maestro Roberto Manzano, el que también ha expresado que “La poesía de Roberto Friol es un retrato sugerido, un escorzo del alma, sujeta a la circunstancia disolvente, al deterioro del tiempo, y a la inasible extensión del espacio. Es una biblia explosiva, cuyo martirologio interior es difícil de descifrar, pero cuando a uno se le aglutinan sus destellos dispersos genera una solidaridad melancólica, que es uno de los secretos de la poesía verdadera”.
“Zodíakos” salió a la luz pública, un año después de haberle sido otorgado a Feiol, el Premio Nacional de Literatura, en 1998.
Cada vez que canto, ¿quién es mi huésped?
¿huésped de quién soy, de la palabras
de un duro acontecer de sangre
que se adelgaza en pueblos que he de balbucir,
o ciudades de recrear historias,
o simplemente un soplo obstinado
que funda alegrías y miserias
sobre un cimiento de saber oscuro.
Ah, noche de los otros en cuanto canto;
y mía: y del poderoso que me acude:
al contar con mis torpes silabeos
el aire de mi vida me acomete
con razones que él conoce más que yo.
Este poeta habanero, cubano y universal, fue vocero de los sueños, con su tenso corazón en el acantilado de la vida. Entre el espacio y el tiempo, fue dominado por los recuerdos y su mano en el aire, como un manchón de adiós y bienvenida.
Murió Friol en el 2010, cuando tenía 82 años.
Nos dejaba entre otros muchos, aquellos versos abrumados de soles:
Cinco, diez, cuántos años,
y toda permanencia será recuento,
memoria de los otros,
casa en el sombrío polvo.
pero aún se encienden las fogatas,
el porvenir se agrupa con la estrella,
y cada mañana hay un surtidor
que pronuncia tu nombre a lo desconocido.
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