No puedo recordar la fecha exacta en que conocí a Rubén Darío Salazar (1), pero fue hace bastante tiempo ya. Desde muy joven lo veo como una especie de mago, siempre inmerso en muchas cosas a la vez, un mago capaz de hacer magia incluso desde lo imposible —bueno, en realidad, los verdaderos magos son esos, los que obran imposibles. Pero en el caso de Rubén es un artista mágico, tan sencillo como los verdaderamente auténticamente grandes, tan inquieto como un hombre orquesta, siempre en la escena, atendiendo cada rincón de una pieza, cada sueño innombrable del personaje, cada atrezo, acorde musical, rayo de luz que emite un seguidor en la escena o hasta el sentimiento que escapa hecho gemido (o quizás canción) del alma de alguno de sus actores. Es, además, un gran promotor cultural nato y nos ha unido siempre el amor por una misma Dama de las letras Cubanas: Dora Alonso, cuyo teatro se ha encargado de reivindicar en cada puesta de su dramaturgia para niños que exitosamente ha llevado a la escena cubana o universal. Aunque ustedes se preguntarán qué hace un teatrista hablando en este espacio, valdría recordar que Rubén es uno de los más activos promotores de la dramaturgia cubana, ávido lector, insaciable descubridor de nuevos talentos y siempre eficaz artífice de proyectos culturales. Hace mucho deseaba tenerlo conmigo en este espacio y hoy sus entrañables, atinadas y siempre vehementes respuestas, me permiten ese privilegio y a ustedes, el placer de leerle…
¿Qué es para ti la lectura?
—Un viaje por la imaginación de otros y de uno mismo. Un recorrido metafórico en el que uno aprende de otros tanto como de sí mismo. Una experiencia que cuando es buena resulta duradera, y cuando es mala también, que para eso sirven las travesías, para crecer y decantar.
¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?
—Mi padre, que se preocupaba desde mi infancia de que leyera, puso en mis manos joyas como Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, David Coperfield y Oliver Twist, de Charles Dickens, Las aventuras de Tom Sawyer y El príncipe y el mendigo, de Mark Twain, las aventuras de Julio Verne, Emilio Salgari y Alejandro Dumas, los cuentos de Andersen, La Edad de Oro, de José Martí, por supuesto, El principito, de Saint-Exúpery, El cochero azul y El valle de la pájara pinta, de Dora Alonso, entre otros textos valiosos de la matancera. Leí muchas más cosas, me hice un lector furibundo y todavía hoy me dura.
¿Quién es tu héroe de ficción por excelencia?
—Peter Pan, el niño eterno nacido de la increíble pluma de James M. Barrie. Me fascinaba de pequeño y de grande también. Fue mi héroe ideal. Volé con él muchas veces, desde la isla de Nunca Jamás al mundo. Aún siento el polvo dorado y mágico de su amiga, el Hada Campanilla, creo en ese poder para lograr buenas cosas.
¿Quién, tu villano?
—Por supuesto que el Capitán Garfio, una cosa lleva a la otra. Creo que en el fondo debe haber sido un niño con una infancia muy triste, lo compadezco, pobrecito.
Aunque conozco bien la respuesta, ¿qué influencia tuvo en tu vida Dora Alonso?
—La influencia de una maga prodigiosa. Una sibila que me enseñó que nadie es bueno bueno, ni malo malo. Una mujer llena de fe en el mejoramiento humano y en las bondades de la tierra patria como tesoro infinito. Su ausencia pesa en mí de muchas formas, escucharla era como leer un libro diáfano, con imágenes maravillosas y tangibles. La sigo escuchando, es una voz perenne que llevo en el pecho. Releerla es un ejercicio sanador que practico a menudo para reencontrarme y reencontrarla.
¿Cuáles son los principales valores que le reconoces a su teatro para niños?
—Voy a mencionar tres, pero son más. Una cubanía a prueba de balas de cualquier calibre y composición, eso es lo primero. Una fantasía que se basa en las cosas cotidianas observadas y tratadas de forma mágica. Un regusto especial en las palabras, las cotidianas y las inventadas por ella, palabras claras y armónicas, con música propia, nacidas del alma.
¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?
—Existe una literatura y punto. Una literatura que si es buena ha de servir para todos, pueda leerse en una edad u otra.
¿Qué piensas de la infancia?
—Una etapa en estado de gracia. Por eso los adultos debemos ser absolutamente responsables de cultivar en los pequeños buenos sentimientos, valores y el necesario optimismo para emprender el viaje lleno de vicisitudes hacia la adultez.
En tu concepto los niñ@s leen hoy día más o menos que antes? ¿Van más o menos que antes al teatro?
—Me encantaría decir que leen más que antes, o que van más al teatro que antes, pero no es verdad. El universo de la visualidad y la tecnología ganan cada día más terreno. Hay que trazar estrategias que hagan sobrevivir experiencias tan ricas como la de leer y ver teatro, prácticas humanas que estimulan zonas del pensamiento y la sensibilidad de una manera otra, de una forma única e insustituible.
¿Cómo concibes idealmente a un dramaturgo para niñ@s?
—Podría hacer un coctel con ingredientes extraordinarios. Una fórmula tal vez infalible; pero no tengo necesidad de inventarla porque ya existe, y de seguro deben haberla utilizado autores como la cubana Dora Alonso, el argentino Javier Villafañe o la canadiense Suzanne Lebeau. Detrás de ellos hay que ir en pos de esa concepción ilusoria.
¿Crees que nuestra dramaturgia para la infancia más actual vibra en consonancia con los intereses de su público potencial?
—Yo creo que lo intenta, tenga menores o mayores resultados en nuestro país. El teatro suele parecerse a su tiempo, y la dramaturgia, parte fundamental de la estructura escénica, debiera hacer lo mismo, pero no depende solo de los autores, en esta vibración deben influir también los otros componentes del espectáculo.
¿Qué piensas de la actual literatura infantil cubana?
—Tiene de todo. Autores consagrados que se mantienen y siguen siendo de un atractivo infalible para pequeños y grandes. Autores no tan reconocidos que ya empiezan a plantar bandera con fuerza en el campo de la escritura. Autores muy jóvenes que me hacen tener fe en que no todo está perdido, que escribir sigue siendo una utopía realizable, atractiva, entretenida y mejoradora.
¿Qué es lo que te enciende emocionalmente-creativamente?
—Vivir. Existir es una constante inquietud que estimula zonas conocidas y desconocidas de mi persona, que terminan convirtiéndose definitivamente en teatro escrito o realizado, o en ambas cosas a la vez.
¿Qué es lo que te desanima?
—Nada. No soy fácil de desanimar. Pertenezco a una generación reparadora, según la llamada biocodificación humana. Cuando siento que algo me va a desanimar, pienso en todo lo bueno que se puede hacer cuando uno está animado y la verdad es que son muchas más cosas, en el desánimo no hay nada.
Aparte de tu profesión actual, ¿qué otra cosa te hubiera gustado ejercer?
—Yo practico el teatro para niños y de títeres bajo las líneas creativas de un teatro que ansía ser total. Ahí incluyo todo lo que soy y lo que he querido ser. Lo mismo se actúa que se canta, se baila o se pinta. Estoy conforme con eso, no tengo anhelos incompletos, al menos en lo laboral.
¿Qué profesión nunca ejercerías?
—Si vemos la profesión como un trabajo, como una faena que ayuda a vivir o completar actividades necesarias y útiles al hombre, entonces no me gustaría desdecir de ninguna profesión, todas tienen su propio y esencial valor.
Quisiera que brevemente te definieras a ti mismo como artista. ¿Eres un artista inconforme?
—La definición y la pregunta van casi a la par. Soy un demiurgo de la escena. Un demiurgo inconforme. El día que me sienta complacido del todo, con esa conformidad de los inconscientes o los ingenuos, sabré que lo que hago carece de sentido.
Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio, ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?
—Esta es una situación ilusoria ¿verdad? Entonces diez libros serían pocos y no quiero ser injusto con autores que han ayudado a completarme. Prefiero imaginar que tendría la oportunidad de llevarme uno solo, ante la necesidad de cargar con ropas, utensilios, comidas y medicinas para sobrevivir, entonces, sin dudas, escogería La Edad de Oro, de José Martí, lo contiene todo.
¿En qué proyecto laboras actualmente?
—Si la entrevista se publica pronto podrás decir que en una versión multidisciplinaria de El carnaval de los animales, de Camille Saint-Saens, si se demora, de seguro estaré plantándole cara a otro proyecto.
Algo que desees agregar como despedida.
—Decir que soy muy feliz con lo que hago; que le agradezco a todos los que me ayudan a conseguirlo. Ser agradecido hace que duerma todos los días en paz.
NOTA:
- Matanzas, 1963. Director artístico e investigador teatral. Autor de antologías y estudios sobre el teatro para niños en Cuba. Ha publicado: Tin Tin Pirulero (Antología de dramaturgia para niños en Matanzas, selección y notas) Ediciones Matanzas, 2002; Los músicos volantes y otros amigos (Antología de jóvenes dramaturgos para niños en Cuba, selección y notas) Ediciones Matanzas, 2008; Un retablo en el monte (Seis textos para títeres de Dora Alonso, selección y notas) Ediciones Matanzas, 2010; Retablo abierto (crónicas, visiones y entrevistas de un titiritero), Ediciones Matanzas, 2012. Premio Provincial de la Crítica Literaria; Mito, verdad y retablo: El Guiñol de los hermanos Camejo y Pepe Carril, Ediciones Unión, 2012. Premio Nacional de la Crítica Literaria 2012, Premio de Teatrología Rine Leal de la Editorial Tablas-Alarcos 2009.
Publicado: 17 de octubre de 2017.
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