La Sala Adolfo Llauradó cumplió en el 2013 sus primeros diez años de vida. Fue inaugurada en el 2003 con el estreno de Tartufo, de Moliere, en una versión teatral de la propia Raquel Revuelta, quien dirigió en la escena, aquella vez, a Mario Aguirre, Osvaldo Doimeadiós, Alina Rodríguez, entre otros intérpretes.
Su aparición en el panorama de las instalaciones teatrales habaneras se relaciona con el que resultaría el último cisma (1991) de Teatro Estudio en sus cuarenta y cinco años de existencia, En ese entonces Raquel decidió aprovechar de manera permanente el espacio de la cochera de la llamada Casona de Línea, inmueble entregado a ella por el Gobierno Revolucionario y que puso de inmediato al servicio de la agrupación que ya encabezaba, y fue empleado como almacén, espacio de ensayos y, en algunas ocasiones memorables, de representación, como sucedió con Las tres hermanas, La conquista de México y Medida por medida. Así, para la referida zona fueron preparados los planos de dos áreas de presentaciones: la primera, una pequeña sala teatral, de 126 asientos y, la otra, un breve espacio exterior, anexo a la misma, donde fuera posible realizar diversos tipos de intercambio tales como peñas, recitales de música y poesía, narraciones de cuentos, y monólogos.
La sala teatral fue nombrada Adolfo Llauradó por la propia Raquel, en homenaje y memoria de quien fuera un versátil actor del teatro y el cine cubanos y, tras la muerte de Raquel, en el 2004, y el fin de la compañía, quedó siendo administrada por Alberto Oliva, durante un breve tiempo, hasta que, finalmente, pasó al cuidado y atención de Juan Carlos Núñez, contador de formación, quien en una de estas vueltas que da la vida y, sobre todo, la vida de las administraciones en el medio teatral, tan arbitraria y anárquica que resulta imposible de comprender, integró el staff de la Casona de Línea en el instante en que se buscaba un Administrador.
Desde entonces hasta hoy la Llauradó ha protagonizado la vida escénica de La Habana, abriendo sus puertas, inicialmente, de viernes a domingos; acogiendo, luego, a los espectáculos para niños durante la mañana de los sábados y los domingos; extendiendo sus servicios a las tardes de martes, miércoles y jueves en cuanto se restablecieron las funciones en estos días de la semana (las habíamos tenido históricamente en todas las salas teatrales hasta el inicio del período especial). Ha participado en todos los eventos teatrales que han tenido lugar en la capital y ha recibido en su seno a miles de artistas y cientos de compañías, lo mismo cubanas que extranjeras, dejando siempre en sus usuarios un recuerdo entrañable, del cual da fe el libro de memorias que atesora Núñez, en su oficina de administración.
El pasado año 2014 la sala realizó 400 funciones de 195 planificadas, para un sobre cumplimiento de más de un 200%; mientras el público asistente se elevó a 28 585 personas de 12 870 esperadas, lo que significan 15 715 asistentes más y, en consecuencia, la recaudación alcanzó los 85 269 pesos de un total de 27 027 planificados. Un factor intervino de modo decisivo en la diferencia que se observa entre lo planificado y lo real, y es que el año comenzó con la orientación de suspender las funciones de entre semana, en razón del ahorro de electricidad y combustible. Pero los trabajadores de la Llauradó, apremiados por la gran cantidad de artistas y agrupaciones que solicitan la instalación para sus presentaciones, demostraron que podían desarrollarse otras estrategias para tal fin y en marzo se restablecieron las funciones de martes a jueves. De manera que la sala expone tres espectáculos distintos cada semana: uno de martes a jueves en doble función de 6 y 8:30 p.m. si la afluencia de público así lo demanda; otro, sábado y domingo, a las 8:30 y las 5:00 p.m. respectivamente, y el tercero en las mañanas de sábado y domingo dirigido a los niños, a todo lo cual se añaden asambleas, filmaciones, clausura de eventos durante cualquiera de sus mañanas.
Las cifras de 2014 son superiores, incluso, a las del 2013, con una ventaja de 31 funciones, que representaron 3 891 espectadores más y 18 625 pesos por encima de lo recaudado en el año precedente.
Por la calidad de su desempeño, su capacidad para innovar y solucionar problemas, su disposición, buen trato y la empatía que consiguen con artistas y público es conocido el equipo técnico de la Llauradó, referencia ya de las instalaciones de la capital y del país, y lo mismo sucede con Juan Carlos Núñez, un hombre que se ha enamorado del Teatro y al cual caracterizan su discreción, organización y capacidad de liderazgo.
Todas las butacas se mantienen en perfecto estado desde el instante de su inauguración, precisamente por el cuidado y desvelo del personal de sala y de la referida administración. En el mismo caso se hallan el escenario y los telares. Si algo falta por mejorar en la instalación son los baños del público, reequipados recientemente, pero que, sin embargo, distan de poder brindar el servicio deseado; un tema pendiente que necesita solución definitiva.
Hoy por hoy la Sala Llauradó, junto al Trianón, distantes entre sí apenas unas cuadras, resultan los dos espacios teatrales más populares de la capital, con la peculiaridad que, mientras el segundo, de mayor capacidad, es sede de una sola compañía y brinda funciones solamente los fines de semana; la primera acoge a producciones de muy diferentes géneros y formatos, tanto cubanas como extranjeras. Y, ciertamente, admira la eficacia y precisión con la cual labora este grupo de trabajo, organizado y especializado a tal grado que para él resulta casi habitual el cambio diario de programación que implica un festival, llegando, incluso, a poder presentar dos espectáculos diversos entre la tarde y la noche de un mismo día.
La estabilidad de sus miembros, en un período de la vida nacional caracterizado por una gran inestabilidad laboral, resulta, también, un índice importante, porque todos han desarrollado un inmanente sentido de pertenencia. Y es que la piel y los sueños de Ale (Ojeda Galguera), Norberto (Parra), Adelfa (Lezcano), Mayda (Bengué), Joel (Ravelo), Armando (Mandy Corbo), Galina (Hernández), Mercedes (Mercy García), Nelson (Hernández), Adolfo (Ruiz) y Juan Carlos Núñez forman parte, hace rato ya, de la curiosa materia que conforma este espacio, que la dedicación y el amor tornan mágico.
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