La noticia se repite de forma gozosa, en breve culminarán las celebraciones que se realizan por el aniversario de la fundación de esta ciudad, la segunda capital de Cuba y una de las más importantes del Caribe. El ardiente Julio se convierte en una fiesta llena de colorido, de alegría, y también de cultura, que arribará a su clímax durante los días 24, 25 y 26.
Y tenemos la suerte de que ha llegado hasta nuestras manos un nuevo número de la revista Del Caribe (62-63, 2014), que precisamente se dedica al “Medio Milenio de la fundación de Santiago de Cuba” Homenaje de la Casa del Caribe al Medio Milenio de la Fundación de la Villa de Santiago de Cuba.
Una colección de buenos artículos, diecisiete en total, alrededor del devenir de Santiago a lo largo del tiempo a través de diferentes temas y miradas llenan la revista; nos revelan claves para las más diversas interpretaciones de la ciudad y de su pueblo.
Un ramillete de buenas poesías también aporta una visión de ese pedazo de Cuba, tan especialmente querido. Fotos de archivos varios, ilustraciones diversas, entre las que salpican con gracia picaresca la impronta de Jose Julián Aguilera Vicente (Santiago de Cuba, 1934-2014), de quien nos dice Reinaldo Cedeño Pineda (“Para despedir al caminante”, p. 218):
En alas de una libélula cabalga un hombre de madera. La ciudad deja escuchar sus campanas, inclina sus montañas. Le arrancaron un pedazo a Santiago, a la ciudad con apellido de país. Le quitaron una franja. Un hueco negro amenaza con engullir la luz… pero no teman: ahí viene El Caminante con sus ojos de girasol.
Testimonios de la extensa y valiosa vida profesional, de la obra artística de Aguilera Vicente, aparecen en el Currículo Vitae publicado en extenso (pp. 212-217). Obras suyas son reproducidas en la cubierta: “Por mi Santiago”, su singular interpretación del escudo de la ciudad, y en la contracubierta “Caminante 3”, ambas en colores. Además de las que, en blanco, negro y gris, adornan sus páginas interiores.
La doctora Olga Portuondo Zúñiga, Historiadora de la Ciudad, nos ofrece tres enjundiosos artículos: “El sembrador de símbolos. Santiago en la intimidad del santiaguero”, dedicado a explicar una evolución muy particular de la relación entre el apóstol Santiago (el Mayor) y Santiago de Cuba, que se extiende desde el Santiago Apóstol, conquistador y colonizador español, representado sobre su caballo blanco, lanza en ristre, como un guerrero “matamoros”, patrono de la Ciudad – nombrada como tal por la Real Cédula de 28 de abril de 1522-, el que preside las fiestas populares, y el que se integra a la tradición carnavalesca o asume con sencillez el sombrero de yarey de los mambises.
El segundo artículo titulado “Espacio y tiempo santiaguero en José Joaquín Hernández” (pp. 70-72) resulta una breve introducción a dos textos publicados del mismo autor santiaguero, iniciador de una revista literaria a mediados del siglo XIX, que asume las características locales y regionales sin traspasar los límites del integrismo: “Cuba a fines del siglo pasado” (pp.73-76) y “Paisaje Cuba vista desde el Puerto de la Enramada” (pp.77-78).
El tercer trabajo, “El mamarracheo santiaguero: rivalidades entre comparseros” (pp. 93-102) destaca el origen de las fiestas del carnaval y su desarrollo popular, los contrapunteos de esta tradición con los bailes de disfraces de las clases altas, imitados dentro de los estratos populares, incluyendo aspectos de violencia en estos últimos aún poco conocidos. Como todos los trabajos de la Dra. Portuondo, estos artículos están respaldados por una rica búsqueda documental.
“Catequización e instrucción de los indios en Santiago de Cuba (1522-1845)” por Sandra Estévez Rivero (pp.17- 25), penetra en un tema poco reconocido dentro de la historiografía cubana: la persistencia de la población indocubana en el medio urbano colonial, hasta muy avanzado el siglo XIX. La autora ofrece pruebas irrefutables del proceso de sometimiento intelectual y espiritual que llevó a cabo la colonización hispana a través de la religión católica, de quiénes y dónde lo realizaban.
Un necesario “Bosquejo histórico de la masonería en Santiago de Cuba (1798-1925)” (pp. 26 -40), es abordado por las historiadoras Evelyn Cañizares Rodríguez y Julieta Aguilera Hernández. Encuentran el origen de este movimiento fraternal en la emigración francesa que ocurrió a fines del siglo XVIII, procedente de Saint Domingue: “En este singular entorno surgieron varias logias masónicas –La Perseverance y La Concorde- fundadas con Cartas Patentes que poseían en Saint Domingue”. Su proyección social y la conformación de una “labor benéfica” entre 1900 y 1925, se expone detalladamente, con abundante documentación.
“Santiago en la música”, escrito por Emilio Cueto (pp. 41-69), sintetiza con gran rigor un estudio profundo sobre las composiciones musicales hechas entre 1748 y 2012; se refiere a “327 composiciones de 295 autores; 114 son de 87 autores nacidos en Cuba (o en la isla desde pequeños) y 213 piezas son de 208 compositores extranjeros”. De todas, concluye el autor “solamente 54 de estas piezas fueron compuestas por 30 compositores santiagueros, lo que claramente indica que la fama que se ha ganado Santiago tiene un amplio alcance geográfico”. Se incluye un inventario de canciones inspiradas en Santiago, distinguiendo en sus fichas entre compositores cubanos y extranjeros. Y en el caso de estos últimos, especifica los que se inspiraron en la Guerra de Independencia, en 1898.
Situaciones históricas de consecuencias relevantes, como fue la tardía y breve intervención norteamericana en la Guerra de Independencia de 1895-1898, también hallan su espacio en otros trabajos de este número Del Caribe.
“Santiago de Cuba vista por soldados norteamericanos en 1898” de Julio Corbea Calzado, (pp. 117-125), da cuenta de la obra Pictorial History of Our War with Spain for Cuba´s Freedom (Freedom Publishing Co., copywrighted K.T.Boland, 1898) del corresponsal de guerra e historiador estadounidense Trumbull White (Iowa, 1868-1941), basada en “obras publicadas en su país sobre el tema y de modo particular la prensa de los EE. UU. y los corresponsales que cubrieron la campaña”.
Mencionare, para terminar, porque no es posible detenernos en cada artículo, los títulos y autores que no pueden omitirse, al menos como información general del contenido publicado: “Épocas del periódico El Cubano Libre en Santiago de Cuba (1898-1926)” por Carlos Rafael Fleitas Salazar; “Los nuevos caminos de la Sanidad en Santiago de Cuba” de Raiza K. Olivera Fleita; “Breve memoria política de Santiago de Cuba(1898-1958) por Alcibíades S. Poveda Díaz; “Beisbol, intervención y nacionalismo en Santiago de Cuba (1901-1902)” de Felix Julio Alfonso López; “Paginas salvadas de la historia de Santiago de Cuba” Matthew Pettway.
Sobre la arquitectura santiaguera, una de sus más destacadas historiadoras la doctora María Teresa Fleites Monnar da a conocer su valoración sobre “Los edificios públicos de Santiago de Cuba: emblemas de la ciudad ecléctica” realzando la obra de Carlos Segrera; “Sociedad Pro-Arte de Oriente. Su impronta en la cultura santiaguera (1940-1961)” de Lisette Coralia González Giraudy, resulta una importante referencia hemerográfica. Mientras que, como testimonio personal es conmovedor y posee gran valor literario “Santiago en tres tiempos”, del Profesor titular de la Universidad de Holguín Lino Ernesto Verdecia Calunga.
Es difícil despedir esta visión panorámica de la revista, sin antes recomendarles a mis lectores que intenten conseguir un ejemplar. Guardarán así, un pedazo de historia santiaguera, llena de emociones y de inigualable riqueza, un reflejo mínimo de Santiago y de los santiagueros, al que podremos volver muchas veces, para aprender y recrearnos en su intimidad.
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