Un panel conformado por importantes intelectuales cubanos homenajeó el 55 aniversario de la fundación del Instituto Cubano del Libro, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz de esta capital.
El escritor Edel Morales, vicepresidente del ICL, moderó este panel en el que participaron Jesús David Curbelo, director del centro sede del encuentro; Rolando Rodríguez, director fundador del Instituto del Libro; Mercy Ruiz también fundadora de este instituto y hoy directora de Ediciones ICAIC; Teté Blanco, reconocida profesora y editora; la escritora Zayda Capote; Iroel Sánchez, presidente del ICL en los albores del siglo XXI y el profesor Juan Nicolás Padrón.
Morales señaló que los panelistas analizarían las transformaciones que ha sufrido el sistema editorial cubano en estos cincuenta años tomando como base tres momentos que en la historia del ICL significaron una evolución importante y un cambio notable en su sistema de trabajo.
Rolando Rodríguez, primer director del Instituto del Libro— así se llamó en su fundación la entidad— abordó los detalles de la idea original de Fidel Castro de crear esa institución en 1967 y ubicó sus palabras en el contexto de la realidad editorial cubana antes del triunfo de la Revolución: inexistente en el siglo XIX y escasa y dispersa en la primera mitad del XX en la cual se publicaban menos de un millón de ejemplares sobre temas utilitarios y libros de texto.
Recordó la aprobación de la ley de creación de la Imprenta Nacional de Cuba el 31 de marzo de 1959 “que fue la primera expresión de la voluntad de la Revolución de sistematizar la publicación de libros”, pero no existía la imprenta, no es hasta un año después que se crea realmente con la edición de 250 mil ejemplares de El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra “que constituyó la primera gran edición cubana”, expresó.
Añadió que en 1966 Fidel Castro le da la tarea de crear el Instituto del Libro y el 27 de abril de 1967 se aprueba la ley de la creación del mismo y a partir de este momento comienzan a surgir las editoriales Pueblo y Educación, Ciencias Sociales, Arte y Literatura, Orbe, entre otras, así como el sistema editorial.
Subrayó que todas estas acciones estaban encaminadas a diversificar la lectura, publicar lo mejor de la historia y la literatura universales y sacar a la luz la obra de los escritores cubanos.
Mercy Ruiz por su parte, quien integró el pequeño equipo de editores que trabajó para la publicación en tiempo record del Diario del Che en Bolivia, —se preparó en tres días para su impresión— hizo el relato de este proceso que, según sus palabras, “fue clandestino”, ya que se preparó esta edición de manera secreta por las circunstancias en que había llegado al país el texto original.
“Este fue un momento épico en la historia editorial cubana”, aseguró la editora y agregó “era una responsabilidad muy grande porque trabajamos con esos originales tan preciados (…) pero fue un tremendo privilegio (…) leer aquellos originales por primera vez fue algo…, realmente no puedo narrar como nos sentimos, creo que fue una de las cosas más lindas que han ocurrido en la historia del movimiento editorial cubano”.
Se realizó una primera tirada de 10 mil ejemplares y al siguiente día se imprimió un millón y el primero de julio de 1968 se puso a la venta al unísono en todo el país El Diario del Che en Bolivia.
Zayda Capote, quien publicara su texto inicial en la primera tirada en Argentina de cien libros de la Colección Pinos Nuevos, narró visiblemente emocionada el surgimiento de esta extraordinaria posibilidad de dar respuesta a una generación de jóvenes escritores nacidos con la Revolución y que arribaban a su maduración como escritores y que no encontraban alternativa para la impresión de sus obras en una Cuba que estaba en medio de la aguda crisis económica que padecía el país en la década del 90.
“Una de las grandes enseñanzas humanas que nos dejó Pinos Nuevos fue la solidaridad, no solo la de los argentinos sino también entre nosotros; está el ejemplo del pintor Raúl Martínez que diseñó el perfil y el logo de la colección y los donó. Todo el mundo trabajó con un entusiasmo y esfuerzo increíbles para rescatar una tradición que era la raíz misma de la Revolución que le había dado a la gente el acceso a la cultura”, afirmó Capote.
Seguidamente reafirmó que la producción de libros en Cuba es vital para el entendimiento de la naturaleza humanista de la Revolución.
“Pinos Nuevos rescató para nuestra generación la esperanza de poder escribir, de poder pensar la literatura y recuperar una tradición cubana”, declaró y comentó que la colección propició un período de florecimiento en que surgieron muchos autores que aún están en activo.
Iroel Sánchez compartió sus experiencias al frente del ICL y mencionó de esta etapa dos líneas maestras de la política cultural cubana: la democratización del acceso al libro y a la producción cultural, y enunció que la Revolución generó la contradicción existente entre la formación de las personas con capacidad de creación y la capacidad de las instituciones para asimilar esa creación y promoverla “y se profundiza en los años 90, en que nada retrocede como el libro”, aseveró.
Sin embargo apuntó que en medio de esa crisis y por la necesidad de encontrar soluciones se diversifica el mundo editorial cubano.
Rememoró entonces el surgimiento de las Ediciones Territoriales, por una idea de Fidel Castro del año 1999, que posibilitaron, dijo, el enriquecimiento y democratización cultural de cada territorio y el rescate no solo de la creación literaria si no de una producción testimonial y de investigación histórica, muy necesaria para la memoria de los pueblos.
Por último Jesús David Curbelo abundó sobre este tema e insistió en la existencia de la voluntad política del país para de algún modo paliar la profunda crisis editorial y espiritual en una amplia zona de la intelectualidad cubana. Se refirió también a la evolución desigual y desarrollo hasta hoy, del sistema de Ediciones Territoriales.
Consideró que este sistema fue la oportunidad para que “una buena parte de la intelectualidad cubana no residente en la capital pudiera tener en sus manos la publicación de un libro propio”. Aseguró así mismo que ciertas editoriales territoriales se han convertido con el paso del tiempo en algunas de las mejores del país y han podido satisfacer las necesidades de publicación de muchos importantes escritores cubanos.
Edel Morales concluyó en que el panel reafirmó al libro como elemento esencial del proyecto social cubano; “debemos dar continuidad a esta historia, mantener el diálogo entre las instituciones y los escritores e impulsar una sociedad lectora critica, como la que se ha formado todo este tiempo; ese es el reto”.
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