Los espacios dramatizados de factura nacional en la Televisión Cubana han tenido, a lo largo de 70 años de tenencia de este medio en nuestro país, sus altibajos en relación a cantidad y calidad y siempre una competencia con los productos extranjeros en cuanto a preferencia del público.
Conozco países donde apenas se expone en sus pantallas productos autóctonos y sus televidentes se ven obligados a consumir lo que provienen de otras realidades. El caso cubano no ha sido ni es así. Siempre ha habido producción nacional, incluso se tiene a Cuba como la madre de la radionovela –antecesora directora de la telenovela– y madre también de este último género, más allá que en el contexto latinoamericano México, Colombia, Brasil, Argentina… hayan desarrollado desde hace mucho una maquinaria de producción-publicidad de sus telenovelas que prácticamente acaparen el mercado de la región. Las producciones de Televisa (México) y Globo (Brasil) son, quizá, los mejores exponentes de este fenómeno.
La generalidad presentan un elenco envidiable en condiciones histriónicas, una excelencia de sets de interiores y de fotografía en ambiente natural y algunas temáticas son de relevancia histórica o social. Pero abundan las “novelas rosas”, folletines por su contenido y reales culebrones con más de cien capítulos donde el nudo cada vez se enreda más con cuestiones algunas sorprendentes y otras totalmente previsibles, a veces hasta apareciendo nuevas subtramas cuando nadie ya se las imagina y el desenlace ocurre entonces en un tormentoso capítulo de “final feliz”.
En Cuba también, se tiene la competencia de las series televisivas estadounidenses que gracias a una industria bien engrasada se producen como enlatados y van unas tras otras vendiendo el “american dream” y el “american way of life” por doquier y en cantidades industriales con multiplicidad de títulos y cada uno con varias temporadas para que el consumidor haga una pausa, pero quede “enganchado” en espera de la continuidad. Son recurrentes los temas policiales y jurídicos pero en los últimos tiempos han ido en crecimiento las series referidas a la asistencia médica y hospitalaria y los de bomberos (incendios, desastres y salvamentos) y no descuidan las series juveniles muy cargadas del booling, la envidia, el egoísmo, la frivolidad, la banalidad… para caracterizar al mundo escolar y las relaciones interpersonales en adolescentes y jóvenes.
Pero se ha sumado a la preferencia de determinado segmento de público cubano, mayoritariamente femenino, telenovelas turcas y sudcoreanas y series chinas y japonesas. El Oriente se ha tomado en serio la competencia con las televisoras latinoamericanas y estadounidenses y en el caso cubano, están ganando espacio.
El consumo cultural en general y en particular, el consumo artístico y literario como su esencia, es hoy presa de la guerra no convencional que impone el modo de producción del capitalismo y su sistema político. Nadie escapa a ello, se trata de que emplean los métodos más diversos desde los sutiles hasta los totalmente abiertos y explícitos para imponer sus valores.
La necesaria y objetiva globalización, un fenómeno muy legítimo del desarrollo cultural del ser humano, es manipulada constante y sistemáticamente por las maquinarias ideológicas del capitalismo. Nada es casualidad ni espontáneo. Subyugar las identidades nacionales, regionales y locales a una supuesta homogenización de los valores culturales es toda una concepción que se lleva a vías de hecho. A veces la disfrazan y hablando de la “multiculturalidad” la están negando en esencia. A ninguna de las aristas de este fenómeno se le puede enfrentar con censura y prohibiciones.
Fue Fidel Castro quien habló de la cultura general integral que debía formarse en las presentes y futuras generaciones de cubanos y cubanas y Abel Prieto llamó a formar un “sujeto crítico”. Como yo lo veo, enlazando ambos conceptos, es un sujeto con conocimientos, principios y valores bien enraizados, capaz de consumir diversidad de propuestas, pero preparado discernir lo realmente valioso para su acervo cultural y su transformación cotidiana como persona cada vez mejor y lo desechable de inmediato –en unos casos– o lo tratado como mero entretenimiento y después descartable.
Televisión Cubana tiene parte de responsabilidad, como medio de comunicación social de mucha preferencia por públicos diversos, en esa batalla por la cultura general integral pero no voy a referirme a la televisión educativa, a otros espacios didácticos, al sistema informativo, a la programación musical, a los programas de análisis y debate o a los espacios cinematográficos. Todos tienen su lugar y juegan su papel en ese contexto, pero voy a dedicar unas líneas a los espacios dramatizados nacionales de producción propia de la televisión.
Tres telenovelas del patio están al aire por estos días. Una de estreno: El rostro de los días, en el espacio estelar nocturno de Cubavisión y otras dos en reposición: Destino prohibido, en las tardes de la propia Cubavisión y La otra esquina, en la avanzada noche del Canal Habana.
Por la novedad de El rostro… y por las polémicas que ha suscitado en el debate público pudiera dejar sentado aquí mi opinión sobre sus conflictos, abordaje estético, logros e insatisfacciones, pero lo dejaré para un artículo específico cuando finalmente se baje el telón de esta puesta. Sí hay algo cierto, ha ganado público, preferencia y consideraciones la telenovela cubana con esta propuesta. Como siempre –y es válido también– hay personas que se aferran a no ver telenovelas cubanas con el criterio de que ver en la pequeña pantalla su propia realidad no les apetece, ellas prefieren ver telenovelas y series foráneas como para evadirse de su realidad y soñar con otras, eso sí les entretiene.
No obstante, he encontrado a algunos de esos “aferrados al no” que al escuchar de otros los comentarios sobre la trama y las subtramas de El rostro… o de alguna subtrama específica, han decidido verla por sus propios ojos y han quedado “enganchados”.
Las otras dos telenovelas, ya lo dijimos, pasan por una segunda oportunidad con su público, son productos de hace algunos años pero no pierden su interés. Destino… una de esas llamadas “novelas de época”, aborda los inicios del siglo XX cuando aún estaban vivos muchos elementos de la realidad colonial del siglo anterior. Nos trae a la pantalla nuevamente los carismas eternos de Enrique Almirante y Rogelio Blain.
Por otro lado, La otra esquina es una novela de la actualidad cubana con las contradicciones que vivimos. Ambas telenovelas cuentan con excelentes elencos. Coinciden en ambos Blanca Rosa Blanco y Fernando Echevarría. De la misma manera que el propio Fernando está en El rostro… y Tamara Castellanos se repite entre esta y La otra esquina, mientras Enrique Molina está presente en las dos que se reponen.
Y parece que el ícono de estos días en la pequeña pantalla de la mayor de las Antillas es Fernando Echevarría, que ya lo mencionamos su presencia en las tres telenovelas referidas pero es la estrella –dentro de una verdadera y respetable constelación- del serial LCB2 La otra guerra ya comentado por este escriba en reciente artículo, con su formidable papel del capitán “Gallo de Manicaragua” y ya que hablamos de los que se repiten por estos días en papeles memorables no olvidemos a Jorge Martínez en Destino… y el Frank de la LCB.
A lo anterior hay que sumar otras bien aventuradas obras. Regresó a la televisión el espacio El cuento; también lo hizo en el verano Una calle mil caminos con sus bien recibidos nuevos telefilmes y enseñanzas; hemos visto ¡al fin! Teatro desde la casa, el genuino, como si estuviéramos allí en la acogedora sala-teatro frente al escenario de tablas y en primera fila, disfrutando de obras de merecido reconocimiento. La serie S.O.S Academia se repone y se agradece...
El buen arte es imperecedero y por ello reponer telefilmes, series y telenovelas que gozaron en otro momento del crédito del respetable está bien pero nos damos cuenta del déficit de nuevas producciones pues en un balance salen ganando en cantidad las reposiciones respecto a los estrenos. No es noticia, todos sabemos en qué condiciones se mueven los recursos financieros y materiales de RTV Comercial, Casa Productora de Telenovelas o cualquier otra empresa productora cubana, víctimas como cualquier entidad del país de la terrible situación económica en que sobrevivimos –léase el bloqueo- ¡pero sobrevivimos!
No se puede cejar en el empeño de producir contenidos cubanos y desde Cuba para la televisión nacional, la guerra no convencional no da tregua y es una guerra ideológica, de pensamiento, cultural. En otro momento hablaré de los espacios infantiles y el necesario balance autoctonía-importación y de los espacios cinematográficos en la Televisión Cubana, por ahora adelanto: pienso que hay que multiplicar De cierta manera, las palmas para Luciano Castillo y su defensa, sin chovinismos, del cine cubano de siempre.
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